kid-reading

Es casi una rutina, pero no por ello, irreal. El lamento sobre los bajos hábitos de lectura de los más jóvenes suele ser objeto de reflexión y análisis, pero transcurren los años y no parece que mejoren las cifras. La solución parece sencilla a primera vista, pero si no se aplica o no se obtienen los resultados buscados es que no será tan fácil. Está claro que cualquier lectura obligada o con la que el primerizo lector no se identifique, deberían ser los primero escollos a saltar. Es, simplemente, aplicar la lógica. Primero habrá que captar su interés y después ya habrá tiempo para que se vaya acercando a esos clásicos que parece que tienen que leerse sí o sí.

papeles arrugadosRecientemente (en el amplio sentido de la palabra), han coincidido dos títulos en las librerías que serían como un cohete a la hora de despertar esa afición lectora. «Papeles arrugados» (editorial Anaya) ya capta el interés desde su misma portada. Frases como «Un misterio que te dejará patidifuso» o «¡Elegante, hilarante y rimbombante!» son un estupendo reclamo para los desconfiados muchachuelos que transitan por esa edad en la que creen que lo saben (casi) todo. El principal mérito de la novela de Diego Arboleda (con ilustraciones, como no, de Raúl Sagospe) es que aborda la historia(s) como si de un festín se tratara. Personajes estrambóticos, mucho cachondeo, el cuento como motor de la vida, guiños para el lector más adulto, un monstruo, un enigma y un balneario que ríanse ustedes del de Battle Creek. Una fórmula perfecta para competir contra cualquier juego de la XBox o los WhatsApp del grupo de amigos. Y, por si fuera poco, Arboleda desafía toda convencionalidad y sitúa la acción en plena guerra civil española.

libro los bocadillos de rataDavid Walliams es una de las cabezas creativas y protagonistas de la descacharrante Little Britain, pero también un popularísimo escritor de libros juveniles (o infantiles) en Inglaterra. Montena ha empezado a publicar sus novelas. «La increíble historia de … Los Bocadillos de rata« es una de ellas. El argumento es para lanzarse de cabeza a su lectura: Zoe, una niña de doce años, vive con su padre que ahoga sus penas y el paro en pintas de cerveza en el pub y con su madrastra, cuya principal actividad es comer bolsas de patatas fritas con sabor a cóctel de gambas. La pequeña no tiene amigos en el colegio, una vecina le escupe cada mañana en la cara y su mascota, Bizcochito, un hamster que baila break-dance, ha sido asesinado. Pero su vida cambia cuando se encuentra con una cría de rata.

Irreverente, divertido, con personajes que parecen nacidos de la mezcla perfecta entre Roald Dahl y Matt Groening, con un estilo directo que busca la complicidad con el lector, Walliams avanza en la historia derribando cualquier muro biempensante que se cruce en su camino. Alcoholismo, adulterio, maltrato, bullying, … van surgiendo en lo laterales de la trama (y esa es su manera de denunciarlo), pero el autor (como si estuviera empeñado en hacer una versión tolerada, o no, para menores, de su serie televisiva) arrasa, con todo, a favor del desarollo argumental. Que nadie busque moralina ni mala educación. Walliams demuestra que hay otras opciones y que su papel es contar lo que su imaginación le dicta y no aspirar a ningún premio por su labor de concienciación social. Además, es valiente al otorgar a su potencial lector la suficiente inteligencia, para que sepa distinguir que aquello, que tiene entre las manos, es una simple aventura de ficción, como las que puede vivir delante de la televisión o cualquier otra pantalla. Para conseguir todo ello, se vale de un arma que muchas veces parece olvidada: la naturalidad. Y así, ese final made in Troma, ni escandaliza ni provoca rechazo.