Si Verlanga tuviera algo de presupuesto, me hubiera puesto una corona de flores en la cabeza, una camisa hawaiana y con algún regalo comestible en las manos, me hubiera ido hasta donde quiera que esté Honolulu Books. Una vez cumplidos los preceptos educativos y entregado el presente, me hubiera transformado en Juan Cruz y os estaría contando cómo van vestidas mis interlocutoras, a qué huele la estancia y qué canción estaba sonando cuando nos sentamos. Como por ahora no nadamos en la abundancia como el Tio Gilito, chasco los dedos, bendigo al hombre que inventó al mail y me pongo a hablar con Ana Llurba, una de las cabezas pensantes de esta pizpireta editorial.
¿Por qué nace Honolulu Books?
Honolulu Books nació de la impotencia y la desesperación. De lo primero porque teníamos los recursos profesionales pero no el dinero ni el tiempo para meternos de lleno en ello. Lo segundo, de las ganas de hacer un fanzine, pero nos sentíamos viejas para andar grapando fotocopias, así que decidimos montárnoslo bien, pero en pequeñito, con lo que teníamos.
¿Cuánta gente hay detrás del proyecto?
Somos dos personas, Ana Llurba (moi) y Celina Bordino, quienes nos encargamos de todo, salvo maquetar y corregir los libros. Celina es fotógrafa y los excelentes retratos de las cubiertas son obra de ella. Además, se encarga de la distribución. Yo me encargo de edición y prensa. Contamos con el trabajo de un diseñador, Mario Ortega y una correctora, Itamar Ortega, más el asesoramiento continuo de amigos, editores, gestores culturales DIY que nos asesoran todo el tiempo.
A la hora de poner en marcha Honolulu, ¿os inspirasteis en alguna otra editorial?
En las pequeñas editoriales que emergieron en Argentina antes y después de la crisis (Eloísa Cartonera, Del Diego, Siesta, La Creciente, …), en fanzines como Orfidal, Mapache Press, 500 negros, El Juguete Rabioso, en microeditoriales como Morsa, Papel de Fumar y La Bella Varsovia.
Tenéis en marcha dos colecciones. Por un lado, una de poesía, lo que dobla la valentía de vuestro proyecto.
Sí, a diferencia de Argentina, o más precisamente, Buenos Aires, aquí no hay tanta proliferación de minieditoriales dedicadas a publicar poesía. A nosotras no es lo que más nos interesa porque la verdad es que no somos unas grandes lectoras de poesía, pero sí nos interesan las voces, inéditas, y si un autor tiene una voz propia y escribe poesía, nos interesará publicarlo. Reconocemos que es titánico el trabajo de algunas editoriales especializadas en ese género, como la desaparecida DVD.
¿Qué tipo de poesía no publicáreis jamás en ella?
Metafísica. La poesía metafísica y lo que escriben los epígonos depresivos de Alejandra Pizarnik entre las jóvenes españolas. Nunca publicaremos eso.
Por el otro lado, una colección de crítica y narrativa. ¿Qué tipos de textos buscáis para ella?
No buscamos textos, nos interesan las voces, como te dije antes. Pensamos este proyecto más como sello discográfico. Nos inspira más un Phil Spector que una Esther Tusquets. Si alguien toca con un estilo propio, nos interesa. No buscamos libros, sino estilos, voces propias, inéditos, preferiblemente. Si encontramos eso, lo adaptamos a nuestro formato, le ponemos “un muro de sonido”, una chica linda en la cubierta y lo enviamos a la imprenta.
Esta colección se llama Blogexploitation ¿Es condición indispensable tener un blog para publicar en ella?
El formato blog es la serie B de la red. Lo que se lleva ahora son las redes sociales. Por eso, nos interesó lo de “explotar” la sobre-vida, la supervivencia de ese formato en la red, donde el largo aliento de los posts, permite desarrollar, desde mi punto de vista, un discurso menos impresionista que en las redes sociales. Ojo! Que nuestras autoras, usan las redes como una prolongación natural de sus respectivos blogs, así como nosotras estamos en Facebook, Twitter y Tumblr (que son redes de microblogging, por cierto). No, no creo que tener un blog sea condición sinequanon para que publiquemos a un autor, entre otras razones, porque nos encantan los fanzines impresos y hemos fichado a alguna gente allí, en el fantástico mundo de la impresión en papel.
¿Qué criterios habéis seguido (y seguiréis) para elegir lo que editáis? ¿Conocíais a los autores, os mandaron manuscrito,…?
A algunos autores los conocíamos, a otros, no. A todos les encargamos el texto.
Una de las cosas que más me llama la atención (y que es extrapolable a otra editoriales minoritarias) y me encanta es vuestro sentido lúdico y desenfadado. Que mientras otras editoriales que militan en la seriedad parece que cuando editan un libro esten pariendo con cesárea y sin epidural, vosotros disfrutáis de lo que estáis haciendo. ¿Crees que en esto la necesidad de rentabilizar económicamente los lanzamientos tiene algo que ver o es una actitud ante la vida?
No creo que seamos una editorial minoritaria. Que nuestra tirada sea minúscula no nos hace minoritarias, que suena a elitista, nuestros libros no son para una minoría. O eso espero. Como te decía antes, nos montamos esto en plan fanzine (en cuanto a tirada y distribución) pero como para el diseño, la edición y la comunicación contábamos con recursos profesionales, creo que al final lo que tuvo impacto es que los libros sean bonitos. Que la gente quiera acunarlos, toquetearlos, acariciarlos hasta que empiecen a maullar. Lo de la seriedad es algo muy pegado a La Cultura del Libro, a la Literatura. Y la verdad es que nos dan mucho sueño los suplementos culturales. Nuestro público objetivo no está ahí. Está en la red. Y sí que nos interesa vender libros pero, por el momento, o hasta que nos compre Penguin-Random House (risas) eso no es lo único lo que nos moviliza.
Todas las portadas guardan un estilo común, con esos primeros planos de chicas. ¿Cómo surge la idea? ¿Ellas tienen algo que ver con Honolulu?
Trabajé muchos años de librera y creo que esa experiencia me hizo focalizar en la necesidad de crear un signo distintivo en las cubiertas, como los libros iban a tener un formato pequeño, necesitábamos que se vieran en “la mancha” de las pilas de libros. Las chicas de las cubiertas son generosisímas amigas nuestras, aunque no tienen nada que ver con los libros ni con los autores.
¿Pensasteis en algún momento que fueran los autores (como ocurre en muchos discos) los que aparecieran?
No, en ningún momento consideramos poner a los autores en la portada. El autor se tiene que defender con lo que escribe, no con su foto.
¿Qué importancia tienen en Honolulu las redes sociales?
Son nuestro medio medio natural de comunicación pero el cara a cara también es muy importante. Nos encantan las librerías, las ferias de fanzines y todo eso. No creemos que las redes suplanten esos vínculos, más bien los refuerzan.
¿Por alguna razón en concreto? ¿Qué papel juega internet en vuestra distribución?
Vendemos nuestros libros en librerías y en algunos cafés-librerías, como Café Molar o Sandwich Mixto en Madrid pero con nuestra tienda on-line también nos va bien, sobre todo porque como nuestra tirada es pequeña no podemos hacer una distribución muy amplia, todavía, pero estamos trabajando en ello y considerando la posibilidad de hacer ebooks.
¿Editaréis en ese formato?
Estamos considerando el asunto de la edición digital, aunque tampoco es algo que nos quita el sueño. Nos encanta la edición digital que hacen los Tought Catalog, por ejemplo.
¿Próximas referencias y planes para conquistar el mundo?
Nuestro último libro se llama «Buscando la felicidad de la manera equivocada y sufriendo innecesariamente» de Elisa Fuenzalida es un ensayo honesto, liberador y autobiográfico aunque para nada autocomplaciente y carente de todo malditismo autocelebratorio.Nos encantaría montar algún evento-feria sobre edición independiente y la contracultura (si es que eso existe aún), además de seguir con nuestros guateques y presentaciones. Y por supuesto, continuar con esto, a pesar de la crisis, de la precariedad y el escepticismo. NUNCA es un buen momento para hacer lo que uno quiere. Estamos acostumbradas a ello y por eso lo hacemos, a pesar de todo.