La editorial Pre-Textos cumple 40 años. 40 años y muchos libros imprescindibles. De José Antonio Muñoz Rojas a Fernando Pessoa. De Antón Chéjov a Santiago Auserón. De Ramón Gaya a Panait Istrati. De Luis Buñuel a Joseph Conrad. De Juan Gil-Albert a Dan Lungu. La lista, afortunadamente, es casi infinita. Y sigue creciendo. Para celebrar su aniversario hemos decidido echar la vista atrás y pedirle a uno de sus responsables, Manuel Ramírez, que recuerde cómo empezó todo.
Años 70, Valencia.
Nuestra aventura editorial –y digo bien «nuestra», pues desde un principio hasta hoy en día, después de 40 años, seguimos siendo los mismos socios fundadores los que llevamos adelante el proyecto: Silvia Pratdesaba, Manuel Borrás y yo– comienza antes de 1976, fecha en la que se publica el primer libro en Pre-Textos, concretamente en septiembre de ese año. De hecho empezamos a solicitar los permisos unos años antes, durante los estertores del franquismo. Por aquel entonces, todo hay que decirlo, resultaba menos complicado que en anteriores épocas de la dictadura adquirir derechos de este tipo, pero llevó su tiempo, la inevitable visita de la policía a casa de Manuel Borrás y el que el padre de éste tuviese que otorgarle la patria potestad para solicitarlos, ya que la mayoría de edad por entonces estaba estipulada por ley en los 21 años.
Antes que editores éramos y seguimos siendo, sobre todo, lectores, pero el gusanillo del proyecto editorial nos lo inculcó en realidad, allá por los años 1971-1972, el escritor y poeta Eduardo Hervás, quien nos convocó un verano a Manuel Borrás y a mí para estudiar la propuesta. Así lo hicimos, aunque, por desgracia, al poco tiempo, Eduardo se suicidó. Por aquel entonces, tanto Manuel Borrás como yo no veíamos una salida universitaria a nuestros estudios –de Filología y Filosofía respetivamente– que nos gustase, de manera que decidimos proponerles el proyecto editorial a nuestros padres –de Manuel Borrás y mío–, quienes, por fortuna, accedieron a prestarnos una prudente ayuda a cambio de que finalizásemos nuestros estudios universitarios. Y eso hicimos mientras íbamos construyendo la editorial paso a paso, con servicio militar y todo de por medio. Nuestros dos padres –el de Silvia había fallecido cuando ella era aún una niña– consideraron que, de llevar adelante el proyecto, también serviría para rendir homenaje al amigo tristemente desaparecido.
Primero, como ya he dicho, fue la tediosa y ardua tarea de conseguir los permisos. Recuerdo a este respecto que en el INLE (Instituto Nacional del Libro Español), donde se cursaba gran parte de los trámites, una de las personas responsables de aquellos departamentos nos confesó, en un aparte, que estaban a punto de darle también el permiso a un nuevo periódico que iba a ser la bomba y que se llamaría El País.
Desde el principio tuvimos muy claro, los tres componentes de la editorial, más Manuel Arranz, un estrecho colaborador desde los comienzos hasta ahora mismo, establecer dos líneas de actuación: recuperar, por un lado, partes de la literatura y pensamiento de la República, interrumpidos por el franquismo y, por el otro, dar a conocer, con buenas traducciones, a una serie de autores extranjeros, sobre todo del campo de la Filosofía, cuyos textos originales se manejaban en nuestro país y desde instancias, la mayoría de las veces, académicas y mediáticas de manera un tanto torpe, cuando no torticera. Y, aunque resulte paradójico, el capítulo de las traducciones prosperó antes que el de la recuperación del pensamiento y la literatura de la época republicana española. Afortunadamente fue Juan Larrea, con quien Manuel Borrás mantenía una correspondencia previa de años, quien rompió el hielo en esta dirección ofreciéndonos su libro «Al amor de Vallejo», que lógicamente publicamos y cuya publicación dio pie a nuevas intervenciones de otros autores e hispanistas, que terminaron por conformar la colección que nos habíamos propuesto en los inicios de nuestra apasionante aventura. Luego fueron surgiendo las demás colecciones de poesía, poética, narrativa, ensayo literario, etc.
A algunos les parece paradójico, dentro del fondo editorial, el título de nuestro primer libro publicado: «Materiales para la Historia de las Ciencias en España: siglos XVI-XVII», del catedrático valenciano José María López Piñero, un excelente y curioso libro, por otro lado. Ocurrió que estaba a punto de cumplirse el plazo de dos años que el INLE otorgaba para la aparición del primer libro en cualquier nuevo sello editorial y la edición de nuestras traducciones, que estaban aún en marcha, no iban a poder cumplir con los tiempos impuestos; y tampoco nos había llegado aún el libro de Juan Larrea, así es que un par de nuestros colaboradores de entonces, coautores a su vez del libro de Piñero, propusieron su edición, que tenían ya lista para la imprenta. Y así se hizo, con tal de no desandar el largo recorrido ya trazado.
En fin, durante todo un largo período de alegrías y sinsabores que dura ya 40 años, Pre-Textos lleva publicados más de 1.500 títulos distintos, repartidos en un abanico de veintitantas colecciones. Consideramos que las distintas voces que pueblan este panorama editorial son, atendiendo a los tiempos caleidoscópicos que nos han tocado vivir, voces interdisciplinares, con cantidad de vasos comunicantes entre ellas, asistidas, además, por un criterio de excelencia a la hora de elegir las voces más destacadas de ese vasto horizonte de nuestra lengua. Al mismo tiempo, siempre hemos pretendido hacer de Pre-Textos una casa de la amistad, de ahí que no sea anecdótico que hayamos querido celebrar nuestro 40 aniversario con la edición especial del libro de Wilhelm Schmid, «De la fortuna de la amistad», con ilustraciones de nuestra gran pintora Paula Bonet y con una excelente traducción de Ela Fernández-Palacios.
En cualquier caso, a los miembros de Pre-Textos, hoy en día, nos sigue asistiendo el mismo entusiasmo inicial por prolongar en el tiempo un proyecto vital como el nuestro. De usted, querido lector, dependerá, en última instancia, el que, entre todos, logremos conseguirlo.