Esther García Llovet.

Esther García Llovet (Málaga, 1963) lo ha vuelto a hacer. Una enorme novela de menos de ciento cincuenta páginas. Gordo de feria se titula, la edita Anagrama. Castor es un famoso humorista que descubre en Julio Céspedes, un camarero, a su doble y le propone que le sustituya en las fiestas a las que le invitan y detesta asistir. A partir de aquí, se despliega una trama que crece y parece explosionar en cada párrafo. La imaginación de la escritora engrasa una historia que no da tregua, pero que al tiempo que progresa directa y veloz, regala descripciones en apenas dos frases que clavan al lector sobre el papel. Gordo de feria es su novela más hilarante y delirante, con un final que avanza a un ritmo enloquecido que parece que, por momentos, vaya a escapar hasta de su propio control. Que no ocurra es otro de sus muchos méritos como escritora.

Cuando te entrevistamos por Sánchez, tu libro anterior, adelantaste de Gordo de feria que era una novela sobre el humor, que había mucho humor y que creías que te iban a dar por todas partes. ¿Ha ocurrido?

No, qué pena. Pensaba que iba a ocurrir por el tema elegido. El humor es como algo de segunda, mira esta, se ha puesto a escribir un libro sobre humor… Y pensaba que por ahí me iban a decir de todo. Me sorprende la cantidad de entrevistas que me están haciendo (risas). No me había pasado con otro libro. ¿Por qué me hacen tantas por este? No lo entiendo (risas). Está ocurriendo al revés de lo que imaginaba, me está yendo infinitamente mejor.

¿Cómo nace la historia?

El libro lo que escribí en 2018. El otro día me puse a leerlo y no me acordaba de nada. Vi a Luis Bermejo y a Fran Reyes en una obra de teatro juntos y no tenían nada que ver. Y me apetecía mucho esa idea de dos personas que no se parecen nada, pero uno de ellos está emperrado en que son idénticos, cuando no lo son. Eso me funcionaba. Empecé a escribirlo sin escaleta ni nada, fue saliendo a su bola y me divirtió mucho no saber por donde iba a salir. Cuando te metes en un jardín y no sabes cómo acabará, resulta todo mucho más entretenido.

Con Gordo de feria se cierra tu Trilogía instantánea de Madrid. De hecho, durante la pandemia escribiste un libro nuevo.

Sí, así es. El siguiente libro se titula Spanish Beauty y transcurre en Benidorm. Es una novela muy negra. Hay algo de humor, pero es como un humor más chungo. Estoy muy contenta con ella. Ahora estoy muy feliz, muy engorilada, dentro de dos semanas estaré agotada de tanta felicidad. Imagino que saldrá ya en el 2021, no creo que me publiquen dos libros en un año, ni que yo fuera Amélie Nothomb (risas). Aunque son libros muy cortos. ¿Quién se acuerda de Gordo de feria cuando lo ha acabado? Nadie (risas) ¡Que venga otro!

Con un libro recién publicado y otro entregado a la editorial, ¿piensas en qué será lo nuevo que escribas o te tomas tu tiempo?

Tengo varias ideas en la cabeza. Creo que lo próximo no será ficción. Me apetece mucho hacer periodismo literario. Tengo muchas ganas de escribir sobre toda la gente que trabaja y todo lo que pasa detrás en un parque de atracciones. La parte chunga de la gente que tiene como trabajo divertir a los demás. Escribir sobre lo oscuro, hablar con los psicólogos, entender por qué una montaña rusa se llama Siete Picos… Claro que igual luego no sale.

Volviendo a Gordo de feria, Madrid vuelve a ser protagonista de la novela. Pero en esta ocasión, y aunque es totalmente reconocible, podría ser cualquier otra ciudad. Como si la globalización de las ciudades también hubiera alcanzado a la periferia.

Madrid no existe. Quitando el centro, y el centro es muy pequeño, todo lo demás de Madrid podría ser de otra ciudad de Europa, menos París que es todo el rato igual. Con Gordo de feria como había prometido una trilogía, tenía que situarla en Madrid, pero podía haber pasado en cualquier otro sitio como Barcelona, Lugo o Badajoz, pero no las conozco tan bien (risas). Me gusta mucho, mucho, mucho, caminar. Puedo caminar hasta tres horas. Conozco muy bien Madrid, es como el pasillo de mi casa, y me resultaba muy sencillo escribir sobre ella.

Gordo de feria es tu novela más hilarante y delirante, con un final que avanza a un ritmo enloquecido que parece que vaya a escapar hasta de tu propio control.

(risas). Cuando le pasé el original a un amigo me dijo que el final pasaba muy deprisa. Y fue así, como si me hubiera tomado un tripi al escribirlo y no paro hasta que acaba. Tenía la sensación de que me iba saliendo de las puntas de mis dedos todo lo que tenía de escribir. Fue de un tirón, es como dices. Normalmente escribo muy rápido, pero este final lo escribí tal y como iba sucediendo en mi cabeza, como cuando va a morir y ves toda tu vida ante tus ojos, pues a esa velocidad. Pero los finales tienen que ser rápidos para que sean bonitos.

En la novela hay menciones a Louis C.K. o Rick y Morty, ¿cuál es tu relación con el humor más allá de como herramienta literaria?

Me gustan mucho Curb Your Enthusiasm, Comedians in Cars Getting Coffee, pero también RuPaul… me río mucho. O con Pynchon, que creo que se mete LSD todas las mañanas (risas). Me gusta la gente que te hace reír. Me gusta la intrascendencia. No suelo ir y no me suelen gustar los stand ups. Está todo muy chungo y reír es gratis. Me encanta que este libro haya salido cuando prácticamente, bueno no lo sabemos (risas), se está acabando la pandemia. Y si se acaba el mundo que sea con una gran carcajada global.

Todo esto que reivindicas está un poco en contraposición con lo que se conoce como el mundo literario. ¿Te sientes al margen de él?

Cuando decía que con este libro, al ser de humor, me darían por todas partes iba un poco en este sentido. A ver, que yo también leo novelas graves, ¿eh? (risas). Intento no tomarme en serio el hecho literario, independientemente de que escriba humor o cualquier otra cosa. Con la literatura no pasa nada, hay cosas más importantes, hay médicos, gente que se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar… eso es más importante que escribir un libro. No pasaría nada si no escribiera.

Es usual calificar tus libros como cinematográficos, pero en Gordo de feria, ocurriendo también, hay un matiz urbano que lo diferencia de los otros. Su lectura es como ir paseando y captando conversaciones u observando personas que entran y salen sin más en nuestras vidas.

Me encanta que digas eso. ¡Qué bonito! Como camino mucho siempre veo cosas, digo “pero la gente, qué loca está”. Si me dices que con este libro has estado caminando me haces feliz. Me gusta eso de que en lugar de moverse la historia el que te mueves eres tú.

¿Te duele, desde el punto de vista creativo, cuando desaparecen algunos personajes secundarios que tienen un paso fugaz por la novela?

Es su función. A veces, también, esperamos que un personaje esté ahí para algo y no, ya no vuelve a salir. Me han dicho que eso está muy mal hecho (risas), pero me da igual. El personaje estaba ahí y ya no está. Este libro lo escribí sin guion previo, sin saber lo que iba a pasar. Igual por eso aparecen personajes que luego desaparecen así sin más. No tengo ni idea (risas).

Ocurre incluso con el personaje que provoca toda la trama, que una vez cumple su cometido, entregar una cartera, desaparece.

Así es. Ese personaje está inspirado en el portero de una casa de por aquí que se llamaba Ramón y físicamente era igual. Cuando yo volvía, ya tarde, a casa de caminar, me contaba cosas maravillosas en la calle, la verdad es que conmigo habla todo el mundo. Pero lo de que el personaje fuera como él fue algo involuntario, yo no me puse a escribir pensando en él, pero de repente tenía su cara. Ramón también desapareció, no he vuelto a verle nunca más, no sé que habrá sido de él.

Hay algunos aspectos, muy puntuales, comunes en algunas de tus novelas más recientes (los chinos, perros que se escapan…), ¿es intencionado o surgen de manera casual?

Es casual. Me he dado cuenta, por ejemplo, que aparecen muchos secuestros en todo lo que escribo. No sé por qué. Igual es que eso que me decía mi madre de que me habían encontrado debajo de un puente es verdad (risas). No sé. Me gustan mucho los perros. Los perros siempre están ahí, lo ven todo. También utilizo mucho la estructura de novela negra, porque funciona y es muy sencilla. No quiero liarme mucho la cabeza con estructuras a la hora de escribir y la más fácil es la de la novela negra. No hay nada más detrás, consiste en tener que buscar algo y tirar de ello para que funcione. No hay más, de verdad (risas).

¿Cuándo decides que tienes una novela para escribir?

Normalmente, cuando estoy acabando de escribir una novela ya tengo ideas para posibles libros futuros. Lo que tengo que hacer es escoger. No sé que ha pasado, pero en estos últimos 3 ó 4 años, la creatividad se me ha multiplicado por mil. Igual tiene que ver que he bajado el listón de que me preocupe lo que los demás piensen de mí, ya no hay listón (risas).

En Gordo de feria, y no es la primera vez en un libro tuyo, te encargas también de la fotografía de la portada.

Hace cuatro años me robaron el móvil de la manera más tonta, me compré uno que tenía una buena cámara y empecé a hacer fotos por la calle. Descubrí que me gustaba mucho, así que me hice con una cámara. Es muy raro el día que no haga fotos, la llevo siempre encima. Tiene mucho que ver con lo que camino. Encontrar algo que no esperaba hizo que mi cerebro funcionara de otra manera. De hecho, tengo un proyecto fotográfico en marcha. Detrás de la literatura siempre tienes que pensar, aunque sea poco, pero con la fotografía es todo más inmediato, la gratificación es muy rápida. Y cuentas con la realidad. Lo tiene todo la fotografía. Me encanta.

La portada de Gordo de feria con los pastelitos de La Pantera Rosa me costó. No quería sacar personas. Me preguntaba cómo reflejar dos cosas que se parecen mucho sin serlo y se me ocurrió lo de los dos pastelitos