Las ciudades necesitan gente que narre su relato. No hace falta que sean grandes historias o novelas definitivas. Simplemente precisan textos que ayuden a entenderlas y conocerlas mejor. «Valencia, su Mercado Central y otras debilidades» (Araña Editorial), de Vicente Torres, es un buen ejemplo. Aunque el libro no se limita a la capital del Turia, sí es cierto que esta acapara buena parte de su protagonismo. Escribe Torres como pasea o conversa, con pausa, con delectación por los detalles y con mucha información fruto de lecturas y vivencias anteriores. Por sus casi cien páginas asoma una reivindicación del ser humano, del buen ser humano.
Como todo articulista que se precie, el autor comparte vivencias y reflexiones en primera persona, ganando sus escritos en cercanía. Porque ese es uno de los grandes logros del libro. La aproximación no solo a Valencia, sino a las pequeñas historias que allí ocurren y se cuentan, independientemente de que se trate del muro del Jardín de Monforte, de un día de lluvia o de la necesidad de que los niños tengan algún espacio habilitado para poder ir en bicicleta. Hay en Torres, también, un admirable afán por dejar testimonio de algunas personas, con nombre y apellidos, en virtud de sus méritos o conocimientos artísticos. Una especie de inventario cultural que va salpicando las páginas del libro y circula en paralelo a su lectura. Miquel Navarro, Ángeles López Artiga, Ouka Leele o Francisco Javier Guardiola son algunos de ellos.
Nombres que también aparecen en «1978. El año en que España cambió de piel», libro firmado por el propio Torres y el periodista Rafael Marí y editado, también, por Araña. Una loable apuesta por intentar deconstruir el pasado más reciente de este país a partir de la fecha que aparece en su título, ahora que la transición empieza a ser cuestionada desde algunas posturas. Cada capítulo comienza con un intercambio de pareceres (incluso con derecho a réplica) de los dos autores sobre un tema concreto, para a continuación ceder la palabra a otras dos firmas (hubiera estado bien unos pocos datos biográficos sobre ellos) que acaban por enriquecer, aún más, el debate, desde su propia experiencia vivida en aquellos años.
Así pues el libro, además del interesante diálogo que establecen Torres (muy riguroso aportando datos y fuentes) y Marí (más pasional en sus argumentos, aunque no por ellos carentes de exactitud), posee un atractivo extra en la primera persona de sus invitados. Esa transición vista a distancia desde Colombia a través de los ojos de Lucas Soler; los apuntes sobre la homosexualidad de Luis Antonio de Villena; el imprescindible relato de Nuria Varela sobre la lucha de la mujer en un entorno en el que se le podía acusar de delitos de índole sexual absolutamente delirantes; o la memoria de Amparo Zaragozá (fallecida justo el mismo mes que se editó el volumen) sobre las actividades programadas por la Galería Punto que había fundado junto a Miguel Agrait, son solo algunos ejemplos. Un libro necesario para hacer memoria y cuyos autores harían bien en repetir la expriencia con otra década.