© El Marqués.

Luis García Berlanga. Un mal español, para Franco. Un hijo de puta con ventanas a la calle, según Alfredo Landa. Egoísta, pero con salero, en palabras de Marciano de la Fuente. Don Quijote, dijo de él Michel Piccoli. Fanfarrón negativo, le definió Juan Antonio Bardem. Un genio para todos ellos, menos para, evidentemente, el dictador. Estos apelativos aparecen en el libro ¡Hasta siempre, Mister Berlanga!, con textos de Luis Alegre e ilustraciones de El Marqués, editado por Random Comics. Un volumen que funciona como un primer acercamiento a la figura del director valenciano, una toma primera, pero de igual disfrute para el seguidor de su obra y su vida.

Luis Alegre conoció a Berlanga durante el rodaje de La vaquilla. Fue a hacerle una entrevista y acabó, también, de figurante. Se hicieron amigos, así que pocas voces más autorizadas para trazar este perfil del cineasta. «El libro me lo encargó Mireia Lite, de Random House», nos explica, «me encantó el formato y la compañía de El Marqués, un joven y brillante artista. Se trataba de hacer algo que se alejara de los libros de cine convencionales y que fuera capaz de seducir a un público no exactamente cinéfilo. No escribí el libro pensando en los estudiosos, en los investigadores o en los que conocen a Berlanga. Fue muy estimulante el desafío de descubrir la vida, el mundo, la personalidad y el cine de Berlanga a los no enterados, especialmente, a los jóvenes que no han crecido con su cine».

En el libro, además de repasar su vida (desde su niñez en València hasta sus últimos años en Somosaguas, pasando por sus primeros años en Madrid, su dura experiencia en la Divisón Azul o su alianza con Azcona) y obra (con un capítulo dedicado a su filmografía), también hay lugar para los proyectos que no salieron adelante, para las colaboraciones truncadas (Brigitte Bardot en Novio a la vista), o para lo que pudo ser y no fue. Su tío Luis le da una carta de recomendación para Vicente Casanova (CIFESA), pero Berlanga entra en pánico y nunca se la entrega.

¿Qué nos perdimos con su no incorporación a la potente productora y distribuidora y qué ganamos?

Luis Alegre: Es una pregunta bien interesante. Esa pareja feliz, la primera película que codirigió con Bardem, arranca con una parodia del cine histórico de CIFESA. Era una especie de declaración de intenciones, más o menos consciente: ellos aportaban con su cine la verdad que les faltaba a las películas de CIFESA. O sea que, en principio, Berlanga parecía muy poco adecuado para sintonizar con el espíritu de esa empresa. Aunque, por otro lado, Berlanga reivindicó luego la supuesta fortaleza industrial que compañías como CIFESA le dieron al cine español de la época. Pero, más allá de eso, no recuerdo que Berlanga especulara sobre qué hubiera sido de él si hubiese acudido a la cita con Casanova.

Teniendo en cuenta que conociste y trataste mucho a Berlanga, ¿qué crees que diría del libro?

Luis: Me diría que le había encantado y que era muy bonito. Pero no habría leído mi texto. No leía los libros que se publicaban sobre él. Eso sí, los dibujos de El Marqués le hubieran hecho mucha gracia.

¿Cómo era Berlanga?

Luis: Berlanga era un ser muy complejo, escurridizo y ambiguo y, por esa razón, muy interesante y atractivo. Y acercarse a su cine es una maravillosa manera de acercarse a cómo somos de verdad, como españoles y como seres humanos

A lo largo del libro se suceden agravios y aplausos por su obra desde distintos lados ideológicos o profesionales. ¿La suma de ambos (sobre todo teniendo en cuenta de donde venían algunos agravios o como acabaron convertido en lo contrario) sería una buena manera de explicar a Berlanga?

Luis: Sí, retrata bien cómo Berlanga y su cine eran inasibles y muy refractarios a las miradas demasiado simples, superficiales o dogmáticas. La ceguera de alguna crítica de izquierdas hizo que se le reprochara, por ejemplo que en Calabuch, maquillaba la dictadura franquista. Se les pasó inadvertido el aire subversivo de esa película, una fábula ecologista y pacifista que, insólitamente, fue celebrada por un régimen sostenido en la violencia y la aniquilación del adversario.

Es de agradecer que hayas huido del panegírico y abordes temas como sus coqueteos con el franquismo, su misoginia o que no tildes todas sus películas de obra maestras.

Luis: Gracias por apreciarlo tanto, pero habría sido ridículo que hubiera eludido aspectos tan cruciales de su vida, su personalidad y su cine.

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Apuntas como una de las razones por las que Berlanga no fue más reconocido fuera de España a la dificultad de que sus películas (por ese «jaleo de diálogos») fueran subtituladas. ¿Crees que se podría haber superado ese obstáculo de alguna manera?

Luis: El doblaje hubiera sido el único modo de tratar de reproducir el vendaval de diálogos de sus películas que, efectivamente, era imposible de subtitular. Pero me imagino la voz de Pepe Isbert doblada por un extranjero y me entra la risa floja. Sería grotesco. O sea que el asunto tenía mal arreglo.

¿Le importaba a Berlanga ese no reconocimiento?

Luis: Sí, le afectaba ese no reconocimiento, pero no le obsesionaba. Le encantaba sentir que los grandes directores de la época, Fellini, por ejemplo, apreciaban su obra. Berlanga contaba muy orgulloso que, cuando Plácido fue nominada al Óscar, los colegas de Hollywood le felicitaban por sus películas.

Aunque en varias ocasiones del libro se habla de él como tímido, cuentas sendos rodajes en los que llegó a las manos con miembros del equipo (con el operador Manuel Berenguer en ¡Bienvenido Mr. Marshall! y con el actor Franco Fabrizi en Calabuch).

Luis: En su adolescencia y juventud Berlanga fue bastante pendenciero. Si a eso se añade que era un inseguro patológico, que nunca daba su brazo a torcer y que no aguantaba a tocahuevos como Fabrizzi, te puedes explicar esos episodios.

La etapa con Cesáreo González parece la de una frustración. 

Luis: Berlanga fue quien buscó a Cesáreo González, con la intención de que arropara el cine abiertamente comercial al que él aspiraba. Pero coincidieron en la etapa de declive de la productora y no supieron o pudieron estar a la altura de lo que Berlanga merecía.

Entre las deudas pendientes que apuntas en el libro está la aceptación de la RAE del término «berlanguiano» que hace unos días se consiguió. ¿Cómo hubiera reaccionado al enterarse?

Luis: Creo que con una mezcla de alegría y decepción. Le agradaría el reconocimiento. Pero pensaría, ya puestos, que podrían haber aprovechado para incluir la definición de “berlanguiano” que elaboró José Luis Borau cuando era miembro de la RAE. Tal y como lo han definido, nadie se entera muy bien de qué significa, salvo que se supiera de antemano.

¿Crees que, a pesar de todo, Berlanga no ha tenido el reconocimiento que merecía en su país?

Luis: Aunque parezca increíble, hay mucha gente que no conoce a Berlanga. El mejor reconocimiento sería incluirle en los planes de estudio del bachillerato. Es absurdo que en la enseñanza primaria y secundaria se estudie al Arcipreste de Hita pero no a Buñuel o Berlanga.

¿Quiénes creen que serían en estos momentos los herederos de Berlanga?

Luis: Si pienso en el cine español de las últimas décadas, me he acordado de Berlanga cuando he visto, por ejemplo, las películas de José Luis García Sánchez, Santiago Segura, Nacho García Velilla o, sin ir más lejos, Historias lamentables de Javier Fesser.

¿Qué crees que habrá en la caja 1043 que Berlanga depositó en el Instituto Cervantes con la condición de que no se hiciera público su contenido hasta que se cumpliera el centenario de su nacimiento que será el 12 de junio de 2021?

Luis: Yo habría apostado que se trataba de algún artefacto erótico, pero parece que no. Hace unos días su hijo José Luis desveló que era un guión. Ahora bien, habrá que ver qué guión. Sea como sea, seguro que nos reímos. Él adoraba hacer reír por encima de cualquier otra cosa.

 

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Adrià F. Marquès firma sus trabajos como El Marqués, de clara inspiración 50’s y 60’s, pero con un estilo propio. Además, fue el cantante de los añorados Penny Cocks, que legaron dos vitaminados discos grandes (especialmente adictivo el primero, Do It Cock,  2012) y un puñado de singles. El ilustrador llegó a ¡Hasta siempre, Mister Berlanga! «de casualidad, como siempre. Fueron las editoras Mireia y Ana, de Penguin Random House, que me escribieron para proponerme el libro y enseguida me pareció un proyecto genial». Hasta ese momento, con el director valenciano guardaba la misma relación que «mucha gente de mi generación, lo conocía pero tampoco en profundidad. En casa teníamos alguna película suya, como La escopeta nacional o El verdugo. Recuerdo haberlas visto, junto Bienvenido Mr. Marshall cuando era un niño, en casa de mis abuelos».

El rojo y el azul son los únicos colores que aparecen en el libro.

El Marqués: La propuesta de colores fue idea de las editoras. Al final dio mucho juego ya que estos mismos colores antagónicos, pero complementarios, se asemejan al mismo Berlanga, una figura con sus contradicciones y contrastes.

Más allá de ilustrar el texto de Luis Alegre, ¿qué papel consideras que cumplen tus ilustracioes en el libro?

El Marqués: Intenté darles un toque ameno, también para hacer más accesible la propia figura de Berlanga para un público joven que igual de entrada, no les es familiar. Asimismo, hay un grafismo y estilo con mucha influencia de la ilustración de esa época, años 40, 50 y 60, que le pega muy bien.

Desde el punto de vista visual, ¿qué te sugerían las películas y el universo Berlanga? ¿Cómo lo has querido reflejar?

El Marqués: Berlanga, para mí, es humor puro, supo retratar como nadie a la España de varias épocas. Tenía la habilidad de mostrarlo como una burla descarnada, pero con mucho cariño y cierta ternura a la vez.

Optando por unas ilustraciones elegantes que, en principio, podrían parecer alejadas de la imagen que desprendían sus películas, captas a la perfección ese universo Berlanga del que hablábamos en la pregunta anterior.

El Marqués: Es un error considerar que el cine de Berlanga es chabacano o ordinario. Hasta sus últimos años fue un director bastante ninguneado por la crítica debido a la naturaleza humorística y costumbrista de sus películas. Y eso que fue de los pocos que se burlaron de la iglesia y el poder como nadie, incluso logrando que Franco lo llamara «un mal español». Con mis ilustraciones he intentado darle ese halo costumbrista que lo caracteriza, pero que a la vez lo dignifique. Yo he quedado muy contento con el resultado.