Marta Jiménez Serrano. Foto: Noelia Olbés.

El amor, el desamor, las relaciones sentimentales, también las sexuales, son el armazón sobre el que se construye No todo el mundo (Sexto Piso), libro de relatos de Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990), autora también del poemario La edad ligera (Rialp, 2021) y de la novela Los nombres propios (Sexto Piso, 2021).

Catorce historias que siguen ese hilo común, pero desde puntos de vista, generaciones, entornos, personajes, diferentes, que acaban completando un mosaico con denominadores comunes. «Los dos o tres primeros relatos surgieron de manera espontánea, creo que así surge siempre el germen de un libro: de manera intuitiva algo te empieza a interesar y tiras por ahí. Pero en cuanto tenía dos o tres cuentos, vi que había o podía haber un tono, una mirada y un tema comunes, y muy pronto lo concebí como un libro en su conjunto, no como relatos independientes».

Aunque el amor es el eje sobre el que giran los cuentos y las vidas de sus protagonistas, también subyacen otros asuntos como la precariedad, el estado actual del periodismo, las relaciones entre hijos/as y madres, las nuevas masculinidades, la autoficción… «Creo que ni los personajes de una historia, ni ningún tema, pueden ser entendidos sin su contexto. Todos esos “subtemas” forman parte de la vida, influyen en cómo nos relacionamos y en cómo nos vinculamos». De hecho siempre aparecen integrados en las tramas, ayudando a conocer mejor tanto lo que se nos narra como a sus personajes. «En el amor especialmente, la ficción ha tendido a presentar a los amantes en una burbuja, sin nada más que sus problemas románticos. Yo quería mostrar a los amantes con sus horarios, sus sueldos, sus hijos… con todo aquello que les afecta a ellos y a su modo de relacionarse, ¡y de enamorarse!».

El ritmo narrativo es trepidante, veloz, incluso cuando utiliza recursos como la repetición. «Me preocupa mucho el ritmo en tanto que la musicalidad del texto. Leo todos los textos en voz alta en una corrección final, y me preocupa entrar en el tono del texto. También escribo poesía y supongo que tengo la parte musical y lírica muy presente cuando escribo».

Muy presente está, también, su minuciosidad con algunos detalles, sin los cuales, en muchas ocasiones, podría seguir desarrollándose la trama igualmente, pero con los que consigue establecer complicidades con los lectores. «Trabajo con el detalle porque me parece fundamental, en literatura creo que funciona bien lo concreto, lo específico, y en cierto modo a veces un único objeto o gesto pueden resumir todo un conflicto o todo un personaje. Me interesa, también en esa línea, la capacidad simbólica de los elementos en un relato». Algo que contagia sus descripciones sintetizadas, que pueden parecer una contradicción y son un acierto. «La síntesis la pedía el género: en un relato no hay mucho espacio para desarrollar de manera extendida».

Cada relato está contado desde un punto de vista diferente, cumpliendo este un papel mayor que el de simple narrador. Forma parte activa de la historia, por lo que su elección es determinante. «Creo que en cada caso surge de manera distinta, a veces tengo el conflicto y pienso desde dónde tendría sentido contarlo, y otras veces el narrador es lo primero que se me ocurre porque condiciona todo el texto. Por poner un ejemplo, en el relato “Lo de Verónica” la misma gracia del relato es el narrador y su autoengaño, es el juego del relato, no podía ser de otra manera».

El humor, la ironía, bañan prácticamente todos los relatos (incluso cuando se tratan temas delicados), pero casi al final aparece «Un novio que tuve» y te hiela, entre la taquicardia y la angustia, con la urgente necesidad de saber cómo acaba tanto la historia como las vidas implicadas en la misma. «Quizá es uno de los relatos que trata uno de los temas más profundos, en la medida en que se alude a algo irreversible: la pérdida del ser amado». Se intuye que no es casual su ubicación como penúltimo cuento. «Me parecía que tenía sentido colocarlo hacia el final del libro, ya que retrata una relación de largo recorrido: ellos llevan juntos muchos años y el lector ya ha leído varias historias antes». ¿Estuviste tentada de que cerrara el libro, aún a riesgo de que cambiara la concepción para el lector? «No, tuve muy claro que el relato que cerraría el libro sería “La ciudad moderna”». Esa ciudad moderna es Madrid, protagonista silente, pero presencial de No todo el mundo.

A lo largo de las catorce historias conoceremos todo tipo de relaciones, de amantes, o aspirantes a ello, distintos en edades, clase social, inquietudes y actitudes. Pero siempre de relaciones heterosexuales, ninguna homosexual (más allá de que aparezcan de manera secundaria en algún relato) es la protagonista. «Hay muchísimas cosas que se han quedado fuera de este libro, pero cualquier texto necesita ser acotado y buscar cierta unidad. Este libro para mí habla tanto del amor como de los roles de género. El papel del hombre y de la mujer en la sociedad ha cambiado radicalmente en las últimas tres generaciones, y eso ha afectado poderosamente a las relaciones románticas. No todo el mundo se ha escrito desde esa mirada, y en ese sentido es un análisis y, cuando procede, una crítica de la norma heterosexual».

Marta Jiménez Serrano presenta No todo el mundo este jueves, 1 de junio, en la librería Bangarang, acompañada de Berta García Faet.