Ciento veintidos páginas. Una noche. Un Madrid de extrarradio. Tres personajes insomnes que se buscan la vida mientras luchan porque no se les vaya la suya de las manos. Nikki, Sánchez y Bertrán. Y una galería de secundarios que merecen, cada uno, su propia novela. Trapicheos, deudas, un bar en ninguna parte, un galgo que se llama Cromwell y una italiana flaca que se apellida Filardi. Todo a un ritmo narrativo que haría saltar cualquier control de velocidad. Así es Sánchez (Anagrama, 2019), segunda parte de la Trilogía instantánea de Madrid, escrita por Esther García Llovet.
¿Pesa a la hora de ponerte a escribir que con cada libro, y ya van seis con Sánchez, vayan aumentando los halagos y las buenas críticas o consigues aislarte de ello?
Creo que he tenido siempre muy pocas críticas, y está muy bien así. Han sido buenas, y eso viene estupendamente para poder publicar, es la única ventaja que le veo, la verdad, por lo demás ni me entero.
¿Cómo surgió la idea de la Trilogía instantánea de Madrid?
Cuando acabé Cómo dejar de escribir (primera parte de la Trilogía) me di cuenta de que echaba mucho de menos todo eso tan desordenado y feo y raro que es el extrarradio de Madrid, donde vivo, y que me encanta. Yo la M30 me la he hecho andando, no me pongo a leer para escribir, camino y punto, y miro, claro. Y escucho en las barras.
¿Cómo nace Sánchez?
Sánchez iba a ser un guión pero me salió fatal, me encantan las películas que pasan en una sola noche, en tiempo real, se parece mucho a la realidad. Luego lo que hice fue meter flashbacks para hacerlo más literario.
Y desde el punto de vista creativo, ¿qué te permitía que todo ocurriera en una noche?
Me gusta que sea muy rápido. Escribo muy rápido, normalmente mareo la perdiz hasta que me siento a escribir y me doy un máximo de hora y media para escribir dos páginas. Así va todo luego. A todo meter.
Con ese ritmo narrativo trepidante cuesta imaginar que la escribieras atendiendo a un esquema previo en el que se reflejara lo que iba a ir ocurriendo.
Esquema previo lo tuvo el guión, pero luego al pasarlo a novela cambié de protagonista, de Sánchez a Nikki, me gusta su voz, cómo mira a Sánchez. Sánchez es más pasivo como prota, Nikki tira bien de él.
Los diálogos están muy cuidados, son muy vivos, incluso en algún momento abren temas que no se cierran o dejan preguntas sin responder, como en la vida misma.
No tengo ni idea de cómo escribo los diálogos, tengo la impresión de que hablo mientras los escribo, quiero decir que los voy diciendo en voz alta. Pero no estoy muy segura.
Sánchez es como una road movie urbana en la que los personajes no dejan de moverse (como en otras novelas tuyas) e, incluso, cuando no lo están haciendo trazan planes para seguir en movimiento. ¿Qué te atrae de ese movimiento continuo?
El otro día me invitaron a Barcelona Negra, el festival de novela negra, y no sabía muy bien qué hacía yo allí, pero creo que sí que me gusta el tema detectives en el sentido de buscar, buscar algo, hay detectives que saben lo que buscan y otros que no. Yo soy de los segundos. Tampoco me gusta nada estar quieta mucho tiempo.
Siguiendo con los personajes, hay una galería de secundarios a los que se les echa mucho de menos en cuanto desaparecen.
Ay, los personajes secundarios, cómo me gustan. Son fantásticos, salen solos, yo no tengo que hacer nada, son como ese figurante que sale a escena cero coma minutos y tiene que hacer todo lo posible para llamar la atención. Son lo más rápido y fácil de hacer.
¿Qué papel juega el humor en Sánchez? ¿Y literariamente hablando qué te ofrece a la hora de contar una historia?
El humor en Sánchez, bueno, tampoco te partes, en la próxima hay mucho, es sobre el humor, creo que me van a dar por todas partes. El humor para mí es fundamental, en todo. Sobre todo en la tragedia.
Cómo dejar de escribir estaba más plagada de referencias a la cultura popular que Sánchez, en la que apenas aparecen (Matrix, McDonald’s, William Hill, Tequila, Deliveroo, M&M’s….). ¿Por qué ese cambio? ¿Por qué esta novela no te lo pedía?
Imagino que porque se van mucho más a las afueras donde hay menos publicidad, pero no había caído en la cuenta.
¿Qué te interesa de ese otro Madrid que se refleja en la novela? ¿Qué parte de tu conocimiento sobre él es vivido y cuál fruto de la observación y de la imaginación?
Vivo lejos de todo. A cien metros reales de la M30, que es un territorio extraordinario, es como el lejano oeste, de imaginado hay poco. La gente habla mucho del No-lugar como si fuera algo malo y a mí me parece muy potente, siempre nuevo, no se queda nada ahí.
Has comentado antes que, en un principio, Sánchez era un guión de una película ¿qué actor te hubiera gustado que lo interpretara?
Sánchez iba a ser una película dirigida por mí, de hecho Vito Sanz iba a ser Sánchez, pero se me fundió la historia a medio camino. Además hace un par de veranos dirigí un corto, en una noche, y acabé matada. Ma.Ta.Da.
En tiempos en que parece que prima el formato XXL como sinónimo de calidad, escribes dos novelas que no llegan a las 150 páginas, ¿hay algo de reivindicación en ello?
No qué va, es que cuando voy a la mitad de algo ya tengo ideas para la siguiente y quiero acabar la que tengo entre manos. No tengo paciencia.
¿Qué puedes adelantar de la tercera parte de la Trilogía?
La tercera parte se llama Gordo de Feria y la acabé el verano pasado, es de risas y salen chinos.