Foto: Eva M. Rosúa.


Son numerosas las quejas por la sobreproducción editorial en España. Se publican muchos libros. Es cierto. No hay demanda para tanta oferta. Cierto también. Ese continuo fluir de novedades juega en contra de los fondos de las librerías. Otra verdad como un templo. Muchos están escritos por estrellas mediáticas y suponen un atentado al buen gusto. Seguimos para bingo. Nada debería, pues, justificar esta carrera loca a la que parece que sólo le falta el perro Patán con su risita, pero somos muchos los que aparcamos el raciocinio y abrazamos ese torrente de títulos porque nuestra relación con los libros supera la obsesión enfermiza. Aquí tenéis seis que celebramos que sí se hayan editado.

Miss Marjorie
«Miss Marjorie», Mayte Alvarado (El Verano del Cohete)

Miss Marjorie es una mujer tranquila, de gustos sencillos, que detesta las visitas inesperadas, pero a la que precisamente una de ellas (la de unas manos rojas) le conducirá a vivir una espídica aventura con muertos y disparos de por medio. Mayte Alvarado aúna, con precisión y brillantez, texto (maravilloso en su tono y exactitud) e ilustraciones (cada página podría tener vida propia fuera del libro) para imprimir un ritmo narrativo (no exento de una deliciosa poética), a la historia, acorde con la personalidad de su protagonista, recreándose en detalles o acelarando el tempo cuando la historia lo requiere. A la manera de las películas de cine mudo en la que los carteles iban dirigiendo (y explicando) el devenir de los sucesos.

Y es que el libro tiene mucho de ellas. Su estructura, la plasticidad de las imágenes, ciertos guiños a géneros (negro, comedia,…) o corrientes culturales (el expresionismo de «M, el vampiro de Düsseldorf») ligadas al séptimo arte, la definición de los personajes,… Todo ello se traduce en que en lecturas posteriores, al igual que ocurría con los films mencionados, funcionen también, exclusivamente con el aspecto visual. Este cuento gráfico es una de las cuatro referencias (todas irán pasando por nuestras páginas) editadas hasta el momento por El Verano del Cohete, editorial de gusto exquisito, a la que deberíais seguir desde ya.


Commando_Johnny Ramone

«Commando. Autobiografía de Johnny Ramone» (Malpaso Ediciones)

«Mientras estuvimos activos, ser los Ramones parecía incompatible con la felicidad salvo cuando estábamos en el escenario». Es una frase más de la autobiografía de Johnny Ramone, pero al mismo tiempo el mejor resumen de la misma. Que nadie busque complacencia militante o el manual del perfecto punk-rocker entre estas páginas, porque lo que va a encontrar es un desmitificador relato de lo que significaba pertenecer a la banda de los estribillos adictivos y los títulos imposibles. De hecho, Johnny se plantea su estancia en el grupo como un trabajo, como el mejor camino para conseguir un plan de pensiones, ahorrando un millón de dolares con los beneficios obtenidos. Tiene serios prejuicios a envejecer encima de los escenarios. Por eso, llegado el momento, se jubilaron. Una historia necesaria (de conocer), ni siquiera menguada por algún error clamoroso en la traducción.

Johnny Ramone nunca ha destacado, precisamente, por lo atractivo de su personalidad. Adolescente conflictivo rayando la delincuencia sinsentido, patriota en la misma exagerada proporción en que desdeñaba todo lo que oliera a Europa (y especialmente a Francia), irascible ante cualquier atisbo de intelectualidad (Talking Heads no salen muy bien parados) y encantado de haberse conocido la mayoría del tiempo. Pero todo ello no es óbice para que la lectura de esta autobiografía sea imprescindible para tener una visión completa de lo que fueron los Ramones. Y sobre todo para preguntarse mil y una vez (dado lo mal que se llevaba con Joey, entre otras cosas) cómo fue posible que aguantaran tanto tiempo juntos. Por supuesto, también hay lugar para las anécdotas curiosas (la asquerosa costumbre de Mark de comer todo lo que se le pusiera por delante, aunque se tratara de comida para gatos o cucarachas), los entresijos de algunos discos (la certeza de Johnny de que la foto que se escogió para el álbum «End of century», sin las cazadoras de cuero, cambió la trayectoria del grupo) o vivencias varias (la locura que desataron en Latinoamérica). Hacen falta más libros como éste.


Juan Bonilla

«Una manada de ñus», Juan Bonilla (Pre-Textos)

Juan Bonilla controla, como pocos, los resortes de la narración. Y por eso, cuando opta por el camino más clásico, sus relatos atrapan con tal fruición que hay que leerlos hasta que se terminan. En «Una manada de ñus» así ocurre. No importa que el argumento gire en torno a una partida de ajedrez (y sus consecuencias) con Bobby Fischer o al ascenso del Xérez a Primera División. Sin embargo, cuando entretiene a sus personajes con vanas reflexiones, el todo acaba afectado y el cuento en cuestión parece atravesar por unas turbulencias de las que, por fortuna, acaba saliendo indemne. También arriesga mucho queriendo armar una historia a partir de una simple anécdota (el olvido del número del número secreto de una tarjeta) o adentrando un punto de partida con muchas posibilidades por recovecos nada creíbles («El llanto»). Pero incluso en esos pasajes, destaca el músculo de Bonilla como escritor y no aparece la tentación de cerrar el libro sin conocer el final.

Otro punto a favor de «Una manada de ñus» y de Juan Bonilla es su respeto hacia la historia corta. Acostumbrados a que estas se coronen con un giro epatante al final (los cortometrajes son especialistas en esta modalidad), el escritor prefiere ir desarrollando esos últimos momentos sin que se produzca sorpresa alguna e, incluso, hay veces en que se decanta por un final abierto que invita al lector a imaginar las siguientes páginas no escritas. Bonilla ha declarado en muchas ocasiones su amor por la literatura y aquí adquiere presencia en los continuos juegos que establece entre los diversos cuentos, dejando, con mayor evidencia o no, la posibilidad de que algunos de ellos sean protagonizados por los mismos personajes en distintas etapas de su vida. Una muestra más de que Bonilla busca lectores activos. Normal, teniendo en cuenta que él lo es como narrador.


Vicente Marco
«Opera Magna», Vicente Marco (Almuzara)

Que con «Opera Magna», Vicente Marco ganara el XXIX Premio Jaén de Novela no deja de ser una divertida paradoja teniendo en cuenta que los concursos literarios son el eje del que parte la historia. Un toque de humor negro que no desentonaría en un libro que navega, con acierto, entre la intriga y suspense, de clara reminiscencia cinematográfica. Frases cortas, ritmo acelerado, tensión alargada, giros inesperados,… todo lo que encontramos en un buen film de género está presente aquí. Marco dota a sus personajes de marcada personalidad para que se vayan intuyendo (en la medida que le interesa al escritor) los pasos que darán y para que el lector se identifique rápidamente con el protagonista y la desazón que sufre por diversos motivos (incomprensión de su mujer, celos, miedo a protagonizar una pesadilla despierto,…).

Mando Benavides es un escritor que sobrevive gracias a los premios que gana en diversos concursos. Su tranquila existencia (sólo agitada por algunas desavenencias puntuales con su pareja) se desmorona cuando Diego Leonarte, un frustrado juntaletras que no ha conseguido jamás ningun galardón, entra (literalmente) en su vida. A partir de aquí, todo sólo puede ir a peor. Y cada paso que da, no importa que precedido por una lucha interna para que no ocurra, así lo atestigua. Con estos mimbres, Marco teje una historia de terror psicológico, con elementos reconocibles, pero muy bien barajados, para que a medida que se va cerrando la historia, el futuro del protagonista vaya cambiando de perspectiva, como cambia de bando una pelota en un partido de tenis, expuesta a recibir un revés que modifique su trayectoria totalmente. Afortunadamente.


Elisa Fuenzalida

«Buscando la felicidad de la manera equivocada», Elisa Fuenzalida (Honolulu Books)

El libro empieza con un intento de suicidio y termina con una ficha de la autora en la que aparece incluida la fecha (ficiticia) de su muerte. Podría pensarse por ambos detalles que se trata de un libro oscuro, tortuoso, angustioso y de militancia depresiva. Es justo lo contrario. Pura vitalidad. No importa que las cosas vengan mal dadas y que la protagonista tenga que afrontar penalidades y situaciones muy difíciles, siempre subyacen unas ganas tremendas de salir hacia adelante, aunque sólo sea para contar lo vivido. Sin olvidar, la presencia de un acompañante imprescindible en los malos tragos: el humor.

Hay un instante, en esta recopilación de momentos dolorosos, en el que Fuenzalida decide entregar su literatura al servicio de la narración. Su personaje queda en un segundo plano, y con una escritura sincera y brillante, comparte con el lector, la inseguridad, el miedo, el pánico a lo que puede suceder al subir en el coche de un desconocido para ir hasta Leipzig. Sólo por esas páginas, merece la pena leer el libro. Sólo por compartir con la autora esa turbación mental vale la pena adentrarse en él. Hay más. Sin ir más lejos, algo tan poco común como incorporar, al relato, con maestría, sin que chirríe ni huela a impostura, todo tipo de nuevas realidades tecnológicas. Interesante esa dicotomía entre pasado y presente, de la que se beneficia el libro.


Calatayud

«Cubiertas para la Cartelera Turia», Miguel Calatayud (Media Vaca)

«Cualquier tiempo pasado fue mejor». Una frase que parece hecha a medida para la Cartelera Turia actual. Por mucho que anden celebrando su cincuenta aniversario, nada es lo que fue. Y este magnífico libro, editado, como siempre, con mimo por Media Vaca así lo atestigua. Este verano pasado las portadas de la histórica publicación las ocupaban estrellas juveniles comerciales, muchas salidas de la factoria Disney. Nada que ver con las joyas recogidas en este volumen y realizadas entre 1976 y 1983 por Miguel Calatayud.

Una recopilación (completada con una entrevista al autor) que permite descubrir como Calatayud fue evolucionando con los años, eso sí, sin perder nunca su valentía a la hora de afrontar nuevos retos. El libro es una auténtica delicia desde el punto de vista del diseño (gloriosas las cubiertas dedicadas al jazz), pero también como termostato de la cultura en Valencia durante aquel período. Además, Calatayud no se queda sólo en el aspecto visual, y muchas de las portadas son auténticas editoriales con una demoledora apuesta por la ironía. Sin olvidar (y de ello se encarga que se hayan reproducido a tamaño real) el escaso tamaño del que disponía el artista para desarrollar su discurso estilístico como toda su apuesta argumental. Un lujo que llega en el mejor momento posible.