Vicente Abella

Foto: Maria Mira

Me llamo Vicente Abella. Soy lector matinal y hedonista. El resto del tiempo interpreto conferencias bajo el ropaje de vatraduccion, doy clases en la universidad y traduzco textos de autores muertos. Me declaro indeciso. Compro muchos libros, si puede ser en librerías de barrio. Cuando leo, subrayo con lápiz y línea intermitente.

Gracias a Rasmia Ediciones he traducido a Poe, Kafka, Henry James, Bierce, Orne Jewert, Vernon Lee, etc. Por obra de Contraescritura he vertido al español a Kantorowic, Wiechert, Hiller, Reinhardt.

¿Somos lo que leemos?
Somos el tiempo que nos queda para leer. El mío es breve: me levanto a las seis de la mañana para hojear a solas y tomar notas hasta que mi hijo Pau se despierta. Con él soy lo que le leo.

Un libro de tu infancia

Mi madre dice que de niño me sabía los poemas-relato de Gloria Fuertes (aún podría recitar alguno), pero mi conciencia de la lectura viene con la saga de El pequeño vampiro, de Angela Sommer-Bodenburg, y un librito muy tierno que se llamaba Cuando Lotte se hizo invisible, de Thorstein Thomsen, sobre una niña que descubre que puede volverse invisible al tocarse el ombligo. Jamás he dejado de querer ser Rudiger o Lotte.

Un libro de tu adolescencia

Por algún motivo, durante la primera adolescencia perdí el gusto por la lectura y mi padre me obligaba de cuando en cuando a leer un libro y hacerle un resumen; de aquellos recuerdo Corazón, de Edmundo de Amicis, y De ratones y hombres, de Steinbeck. De la adolescencia tardía recuerdo La conquista de la felicidad de Bertrand Russell, que me regaló mi tío y marcó una etapa importante de búsqueda.

Un libro de tu juventud

En los aledaños de la universidad conocí gente culta e inteligente y quise ponerme a su altura, así que empecé a pelarme las clases para instruirme en literatura y política. Recuerdo haber visto a Galeano dar una charla y leer con avidez Las venas abiertas de América Latina, pero también envolverme de humo mientras leía en la soledad de un piso compartido Rayuela o Crimen y castigo. De poesía, tuve constantemente Agenda, de José Hierro, protegiendo de polvo y ceniza la mesita de noche.

Un libro actual

No suelo leer literatura actual (salvo ensayos); ni siquiera para traducir, pues las dos editoriales insensatas para las que traduzco solo me confían autores extintos. La última vez fue por accidente: entré en la librería Ramón Llull con ánimo de llevarme un libro de poesía y, tras un par de horas, no encontré nada que me emocionara; quise marcharme, pero me sentía mezquino por no haber comprado tras husmear tanto rato, así que cogí uno de un montón preparado para la presentación del día siguiente: Préstame tu voz, de Lola Mascarell. Me gustó su delicadeza, pero no lo habría comprado sin aquel remordimiento. Aún me quedan difuntos por exhumar.

Otro asunto sería que considerásemos las nuevas traducciones libros actuales (que lo son). Entonces diría: Ulises en la traducción de Carlos Manzano o Diario de la Guerra Civil Española, de Alfred Kantorovic, traducido por servidor.

Un libro de siempre

La gran pregunta. Moby Dick me ha acompañado en mis grandes viajes: lo leí en inglés por primera vez en los trenes de la India y, por segunda, en un cuartucho de madera en Heidelberg. El libro que más veces he releído, por lo breve y delicioso, es El caballero y la muerte, de Leonardo Sciascia, el maestro de la concisión, virtud que, con la edad, cada vez admiro más.

Un libro por leer

Finnegans Wake. He leído el Ulises en inglés y en las traducciones de Valverde y Manzano y esta última me abrió los ojos a la prosa de Joyce. Compré Finnegans Wake en la versión de Marcelo Zabaloy, pero aún no me he atrevido con esta traducción, tan controvertida. Tampoco me tortura, asumo que no voy a leer todo lo que me gustaría y que elegir un libro es dejar de leer otro, etc.

Un libro que no pudiste acabar de leer

Lo he intentado con dos de Vargas Llosa. «Hay que leer a Vargas Llosa…», me decían, pero su literatura me aburre y, para más inri, él me resulta odioso. No sé si pesa más lo primero o lo segundo.

Un libro que te gustaría haber escrito

El libro de Manuel o Los autonautas de la cosmopista. No puedo pensar en otro autor que me haya contagiado tanto su forma de mirar el mundo. Borges es infinito y uno quisiera tener su inteligencia, pero la vida me gustaría vivirla a lo Cortázar.

Un libro que te gustaría que existiera

Un poemario escrito por poetas que he leído sobre las personas y los momentos que he amado.

Tres cosas que te gustan más que leer

Me gusta sentir que lo que leo está en la vida: una velada con amigos hablando de literatura, recomendar un libro a mis alumnos, incluso colar un modismo que acabo de leer en una interpretación. También he sido muy feliz viviendo anónimo en otras ciudades o compartiendo la intimidad improvisada de una noche. Hubo una época de mi juventud en que me decía que tenía que vivir más y leer menos; ahora apenas distingo una cosa de la otra.