Todo comenzó en el Centauros, «un lugar muy siniestro, con unas escaleras que bajaban, aquello era como una catacumba. Ese sitio se caracterizaba porque actuaban travestidos», explica el cineasta Antonio Giménez-Rico. Es la Madrid de finales de los años setenta y por aquel local se dejaban caer los profesionales del cine y el teatro a tomar una copa y a presenciar el espectáculo. Estaba en una esquina de la calle Santa Bárbara, lo que hoy en día es el Sideral, a mitad camino de la tienda Loreak y la Churrería Madrid 1883, todo un guiño del destino.
Allí, Giménez-Rico empezó a imaginar cómo sería la vida de esos artistas que se subían al escenario a imitar a Lola Flores, Juanita Reina o Sara Montiel. Aquella idea en la cabeza se convirtió poco después en Vestida de azul. En un principio, el propósito era realizar una película de ficción, pero afortunadamente se acabó rodando un documental, que contó, además, con la producción de Teo Escamilla y Jaime de Armiñán. Seis mujeres transexuales fueron las protagonistas del film y de que aquella España que se despertaba del largo y tortuoso franquismo descubriera una realidad invisible.
Todo ello (y mucho más) se recoge en el excelente (e imprescindible) libro Vestidas de azul (Dos Bigotes, 2019), de la periodista y escritora valenciana Valeria Vegas. Un volumen que cuenta con el subtítulo de Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la transición española. Casi 300 páginas que cubren un hueco imperdonable no solo en la bilbiografía del cine español, sino de la historia reciente de este país.
Vestidas de azul es, en realidad, dos libros en uno. Por un lado un documentadísimo y pormenorizado recorrido por el tratamiento de la transexualidad en el cine y la televisión nacional, como necesario contexto de la cinta en cuestión. El trabajo de Vegas en ese sentido es encomiable, minucioso, persiguiendo hasta el último dato y revisando casi cada fotograma. Y demostrando la burla que solía acompañar cualquier referencia hacia este colectivo o similar.
Por otro lado, también es una exhaustiva guía de la película, pero de una manera generosamente amplia. Porque nos habla de sus protagonistas y de lo que cuentan en el film; hay también entrevistas con Giménez-Rico y una de las dos supervivientes del grupo; pero sobre todo destaca un lucidísimo análisis (De las leyes opresoras a la exclusión social) dividido en seis capítulos, en los que a partir de cada una de las seis mujeres transexuales de la cinta, se saca los colores no solo a la sociedad, sino especialmente a algunos medios de comunicación y periodistas.
«Yo presentaba una situación sin pretender moralizar sobre esas personas que habían decidido su vida. Quería retratar sus trabajos, sus familias, pero sin moraleja de ningún tipo ni tan siquiera juzgarles», le cuenta Giménez-Rico, en el libro, a Valeria Vegas, quien ya avisa al principio del prólogo que «Vestida de azul no es una obra maestra». Y es que su valor traspasa los límites cinematográficos y queda marcado por una frase de Loren, una de las seis protagonistas: «Siempre el delito para el pobre».