Puede sonar a risa, pero las grandes verdades suelen aparecer en la infancia. Por eso, mucha gente suele despreciarla y huye de ella y de todo lo que representa. Son aquellos que quieren que los niños sean pequeños adultos y se comporten como tales (hay quien llega a vestirlos así), seguramente por algún complejo de inferioridad. Basta escoger un ejemplo al azar, la estrofa de la canción de los Payasos de la Tele que titula este artículo, para darse cuenta de ello. El viajar es un placer que nos suele suceder. El viaje como metáfora del conocimiento, de la educación, pero al mismo tiempo de la diversión. Aspectos todos ellos que no deberíamos olvidar nunca, ni abandonar junto a la caja de juguetes y las meriendas con tebeos. No se trata del difamado espíritu de Peter Pan, sino de no perder la ilusión, la frescura y la alegría con todo aquello que se hace.
El alemán Paul Kominek es un buen ejemplo de ello. Primero cuando decidió dedicarse a la música (en un grupo o como dj) y después al editar The Travel Almanac. Nada que ver con algunas publicaciones que preconizan un hedonismo ligado a un fuerte desembolso económico y que acaban evaporándose a los pocos meses en la mesa del comedor. En su revista hay periodismo y gente con cosas que contar. David Lynch, Will Oldham, Udo Kier, Harmony Korine y Willem Dafoe han ocupado sus portadas. Dentro, charlas con Barry Gifford, Johnny Marr, Rudy Wurlitzer, Juliette Lewis o James Murphy.
El número seis, último hasta la fecha, ahonda en ese camino. El artista Matthew Barney ocupa la primera plana. Dentro, el menú es de lo más sugerente: Linder Sterling (o la innovación y la transgresión bien entendida, desde aquella portada del disco «Orgasm addict» de los Buzzcocks hasta su vestido de carne que años después fusiló Lady Gaga, pasando por sus delirantes collages); Juergen Teller (uno de los más prestigiosos e interesantes, adjetivos que no siempre van ligados, fotógrafos de moda) o Ian Schrager (copropietario de la mítica discoteca Studio 54, hoy empresario triunfador gracias al concepto de hotel boutique que él mismo creó). Son sólo unos ejemplos (hay más, Angelika Taschen, el músico Shintaro Sakamoto o la actriz, modelo y nieta de Elvis Presley, Riley Keough) de unas conversaciones que fluyen con naturalidad y cercanía (Kominek es un estupendo entrevistador), y que partiendo de la excusa de los viajes (destinos, costumbres, preferencias,…) acaban siendo protagonizadas por hábitos corrientes (andar, correr, motivos por los que se elige una cosa o zona donde vivir) y, sobre todo (y lo más interesante) profundizan en la vertiente artística de unos invitados, que acaban desnudándose atraídos por la original propuesta inicial.
Pero The Travel Almanac no sólo vive de entrevistas y, como buena revista de viajes (inusual, pero revista de viajes al fin y al cabo), también dedica espacio a otros menesteres relacionados con esa actividad. Una selección de hoteles, destinos (Hurtigruten o la reinvención de los cruceros), recomendaciones gastronómicas o una sección (en principio puntual para este número, pero que harían bien en convertir en fija) en la que acompañamos al diseñador y director de arte Beda Achermann en su ruta de footing por diversas ciudades de todo el mundo.
Todo ello envuelto en un elegante y sencillo diseño y editado (Kominek revaloriza esa figura profesional) en un cómodo formato. Y aún hay personas empeñadas en que el papel está muerto. Seguramente, muchas de ellos son de las que fiscalizan la infancia y sus recuerdos. Sean felices y lean The Travel Almanac. La revista (y otras delicias) está a la venta en la Librería Dadá.