¿Qué?

La definición oficial es esta: «Femmella no es artista. Le gustaría saber hacer estanterías en diez minutos, como aquel vasco de la tele. Femmella hace bricollage. Bri-co-lla-ge. Y se emborracha con Eugenia Loli, Rosa Desalvo, Isabel Chiara, Julia Geiser y Beth Hoeckel. A veces, merienda con Jindřich Štyrský, Sammy Slabbinck, Julien Pacaud y Scorpion Dagger, o lanza piedras al río con Grete Stern, Hannah Höch y Martha Rosler. Pero sus principales influencias son su saturado inconsciente y el humor negro que la posee cuando está de mala leche.

A Femmella no le gusta hacer exposiciones, pero suele ceder a chantajes a cambio de un juego de gubias, un destornillador y un paquete de bridas. Con lo que recauda de sus encargos proyecta irse de vacaciones a un collage animado de Terry Gilliam».

La prosaica: Una afición secreta que se me fue de las manos.

¿Quién?

Durante un tiempo, intenté que solo fuera una mujer con un pasamontañas. No pensaba llegar muy lejos con mis collages y me daba corte dar la cara (llámale inseguridad o pereza). Pero el anonimato resulta mucho más costoso cuando no hay una estrategia de mercado detrás. Ahora entrego los encargos en persona y, a veces, me tomo una cerveza con el cliente. Podría acudir a la cita con pasamontañas, pero el misterio no es mi fuerte y con la mascarilla ya tengo bastante.

Detrás de Femmella se esconde la misma que se escuda en Afán de Plan para contar cosas. Al final, lo importante es lo que una cuenta y cómo lo cuenta, no su notoriedad personal.

¿Lo próximo?

Gracias a Abraham Rivas, el año pasado, durante el confinamiento, di el salto a las portadas de discos. Ilustré su sencillo Aforisme y, pocos meses después, me encargó el diseño de su EP Les capitals, la son, la bena. Un reto que disfruté muchísimo: escuchar atentamente los temas; llenarme la cabeza de imágenes, colores y texturas; dar con la esencia e intentar plasmarla con pocos elementos… Le agradezco mucho haberme despertado este gusanillo, abriendo una vía profesional que nunca había contemplado.

El collage y la música hacen una pareja estupenda, de esas que se dan espacio mutuo y, a la vez, se retroalimentan y sacan lo mejor del otro. Abraham dice que cuando escucha sus canciones mirando mis portadas, todo toma otra dimensión. A mí me pasa lo mismo, pero a la inversa. Con el collage —da igual que te inclines por el minimalismo, la poesía visual, el humor o la denuncia social—, puedes crear universos paralelos muy ricos. Como dijo Max Ernst: «El collage es una tarea lúdica capaz de burlar el falso absolutismo de las cosas, porque al yuxtaponer realidades dispares estas se relativizan de manera poética y subversiva». Me parece una definición acertadísima.

En esta línea, mi próximo proyecto es la portada y el libreto del nuevo disco de Besarabia, “Animal Republic”, todavía en proceso de grabación.

Paralelamente, seguiré estudiando y haciendo acopio artístico (últimamente, he realizado cursos online con Randy Mora, Joseba Elorza, Israel García Vargas o Goster, entre otros), diseñando algún cartel de teatro, creando nuevos “prints” para la venta, y animando visualmente la revista Afán de Plan.