Jorge López, Rosa Santos, Amalio Vanaclocha y Pablo Vindel.

Reparo, apuro, respeto, vergüenza. Mucha gente no ha entrado nunca en una galería o se prodiga poco por ellas, el motivo hay que buscarlo en la primera frase. Es una realidad más allá del ecosistema propio del mundo del arte. Desde las galerías son conscientes de ello. Trabajan para que no sea así. Al fin y al cabo son espacios gratuitos, culturales, donde no hay obligación de comprar. En definitiva, en las galerías de arte no se comen a nadie.

Quedamos una mañana de junio, muy calurosa, en Jorge López Galería, que ha abierto sus puertas no hace mucho. El propio Jorge López hace de anfitrión en una charla a cuatro que completan Rosa Santos (Galería Rosa Santos), Pablo Vindel (The Liminal) y Amalio Vanaclocha (Galería Vangar). Perfiles distintos, un encuentro intergeneracional, para hablar de lo expuesto en el primer párrafo, pero también de muchos otros temas.

Imagen de «…de la crisis al riesgo… 2017 – 2022», exposición de Mira Bernabeu en la Galería Rosa Santos. Foto: Guillermo Etchemendi.

¿Qué es una galería de arte?

Rosa Santos: Yo he ido descubriendo lo que era una galería de arte a lo largo de mi vida, según he ido trabajando. Empecé siendo un espacio alternativo cuando era más joven y con el tiempo fui profesionalizándome a la vez que España, y la ciudad de València en concreto, que es donde siempre he trabajado, creció culturalmente dentro del mundo del arte contemporáneo. En estos momentos podría decir que una galería de arte es ese espacio donde tú como galerista presentas lo que crees que está sucediendo dentro del arte contemporáneo en estos momentos. A la vez que presentas lo más actual, porque continuamente estás revisando, investigando e informándote, también continúas con todos esos artistas que te han acompañado en tu trayectoria. Desde mi galería, además de presentar artistas de 26, 27, 28 años, también tengo artistas de generaciones que vienen de los 80 que empezaron conmigo y que ya tienen casi 60 años. Por lo tanto, tener una galería de arte contemporáneo es un proyecto muy personal. Un proyecto muy personal que te acompaña a lo largo de toda tu vida. Tu labor básica es la de creer en lo que haces, creer en los artistas a los que apoyas y darlos a conocer, difundirlos de la manera más legal, correcta y verdadera, con autenticidad y desde tus conocimientos.

Jorge López: Coincido bastante en lo que dice Rosa. Yo comienzo mi transición, digamos así, en la gestión con una galería al llegar aquí a España. Empecé a trabajar en una muy conocida, Luis Adelantado, como asistente de Luis y ahí descubro realmente lo que es una galería. Había conocido la galería desde mi función como artista, no como gestor. Empiezo a ver que en una galería todo funciona de una manera mucho más rápida y además mucho más inmediata, estás trabajando con lo que está sucediendo en ese momento. Como dice Rosa, estás trabajando con el pensamiento fresco, con el principio de la idea, con la proyección de esa idea. Al pasar mucho tiempo conociendo y trabajando en otras galerías, incluso dirigiendo algunas, al final llego a esta etapa que es la de tener mi propia galería. Por eso también las galerías finalmente, cuando las vemos terminan teniendo nombres personales que vinculan directamente al proyecto con la persona. También coincido en que es una galería intergeneracional con artistas muy jóvenes y otros ya consagrados o de media carrera. El problema que tenemos es que somos un sector muy frágil, somos muy silenciosos. La gente no sabe la cantidad de trabajo que estamos haciendo detrás para que ese artista sea conocido, para que ese artista llegue a la colección que queremos ver, para que esa obra se enseñe internacionalmente, para que esa obra se conozca.

Pablo Vindel: Yo tengo menos experiencia que Rosa, Jorge o Amalio, pero por lo que he visto estos dos años, claramente hay tantos modelos de galería como galeristas. Cada uno es un mundo. Pero el hilo conductor del proyecto personal, la honestidad con uno mismo y la apertura de ese aprendizaje en ese acompañamiento constante con los artistas y la idea de la pasión por lo que uno hace me parece básico. Hay que creer en lo que uno está haciendo, porque como decía Jorge, hay mucho trabajo invisible detrás, hay una serie de estructuras invisibles que de nuevo, por ser tan personales y por ser cada modelo único, las vas aprendiendo conforme vas creciendo dentro de la propia galería, dentro del propio proyecto. Yo también comencé conociendo el mundo de las galerías desde la posición de artista visual. Además, estuve trabajando como investigador para la Galería Senda, en Barcelona, un tiempo y fue después de esto que decidí lanzar mi propio proyecto galerista. Mi planteamiento siempre fue que fuese galería de arte contemporáneo, pero también productora. En ese sentido, quería rescatar toda esa cuestión de la estructura creativa dentro de la propia galería, que sirviese no solo para proyectar a los artistas, sino también para crear obra dentro de la misma. Así, hemos planteado desde una colección de libros de artista a través de la cual hemos comenzado a publicar nuestras propias ediciones o también de un programa de residencia que permite que artistas que no están en la cartera puedan convivir con las exposiciones de artistas que sí lo están. Y hablando de la línea de trabajo más concreta, quise proponer una galería con una máxima o esencial representación de mujeres, que comenzó siendo mujeres en el inicio de su carrera artística, para pasar después a diversificar un poco más y trabajar con mujeres a media carrera o con carreras más establecidas, y también en apoyo de las prácticas queer dentro del arte contemporáneo.

Amalio Vanaclocha: Creo que coincidimos todos un poco con la misma idea de galería. Coincido en que es algo que vas descubriendo, aunque a mí en la carrera de Historia del Arte ya me llamaba mucho la atención la profesión del galerista y la función de una galería. Me gusta mucho la idea de que la galería sea una extensión de mí mismo, de mi gusto, de mi idea de lo que está pasando. Sé lo que quiero que sea la galería, pero también me parece importante saber lo que no quieres que sea. No es una tienda. La galería no puede ser una tienda, sin menospreciar a los comercios por supuesto. Hay un trabajo detrás que no es solo llegar, montar la colección, vender, desmontar, hay mucho más, hay que acompañar al artista. En mi caso son artistas bastante jóvenes. A lo mejor es la primera vez que exponen en una galería o es el primer contacto que tienen con el mercado del arte. Me encanta acompañarles en ese proceso, el darlos a conocer. Creo en un trabajo honesto. La primera apuesta por un artista surge de la galería, luego ya salta a museos o instituciones, pero los que primero apostamos por una persona joven para que exponga por primera vez somos nosotros. Y muchas veces eso no se valora porque se entiende solo como un lugar de venta y hay mucho más detrás. A mí me contagia mucho el artista. Cuando voy a empezar la exposición hay ilusiones pero también hay muchos miedos y verlo ilusionado, verlo a él produciendo, viendo cómo nace la idea de la exposición, cómo se transforma hasta llegar a la sala, es genial. No somos meramente un intermediario que vende, somos algo más.

¿Cómo es vuestra relación con los artistas?

Amalio Vanaclocha: A mí me gusta conocer hasta el entorno del artista, la pareja, la familia… Me encanta que vengan a la inauguración. Que estén tranquilos porque normalmente suelen ser artistas jóvenes y los padres están un poco a ver qué pasa aquí, a ver qué haces con mi hijo o con mi hija (ríe). Siempre les digo que la profesionalización en el mundo del arte empieza por ellos y por cómo se valoren, por cómo me traten a mí y cómo les trate yo a ellos. Me encanta que sea una relación muy cercana y cuando incorporo un artista a la galería me gusta conocer un poco su entorno, que sea algo más que una transacción, que sea una relación más personal. No tenemos que ser amigos, pero si podemos llevarnos bien mucho mejor, porque la relación no solo es cuando tienen una exposición. Todas las semanas hablo con los artistas de la galería, estoy encima, no guiándoles, pero sí siguiendo un trabajo y viendo por dónde van. Me interesa mucho que esa relación de contacto no sea que me sueltan la obra y ya está. De hecho, me molesta cuando, a veces, llama a la galería un artista con el que no trabajo y me pregunta cuanto cuesta alquilar el espacio. No cuesta nada, pero no se lo preguntes a nadie porque nunca tienes que pagar por exponer en ningún sitio, eso es una mala práctica, ahí siempre vas a salir perdiendo, es menospreciarte, ya estás quitando profesionalización y estás dándote de menos. Una galería no debe de ser un espacio que alquilas y haces lo que te dé la gana.

Rosa Santos: Hay muchos modelos de galerías. Los cuatro que estamos aquí hoy somos el mismo modelo, pero sí que es verdad que hay galerías que también funcionan simplemente cediendo el espacio para que un artista haga una exposición y luego ya está. No hay un desarrollo después de eso. No hay una continuidad del trabajo por ninguna de las dos partes. Pero todos somos galerías. Sí que es verdad que los que estamos aquí creemos que una galería de arte contemporáneo principalmente se debe al trabajo de investigación, desarrollo y producción junto con una idea crítica que hay detrás de todo lo que es el arte contemporáneo y una visibilidad a la sociedad. Porque consideramos que el arte contemporáneo es bueno para generar buenas normas de conducta y valores dentro de nuestra sociedad.

Pablo Vindel: En una galería no solo tenemos una labor de representación, al final son relaciones de colaboración con los artistas y en esas colaboraciones se generan vínculos más o menos estrechos. A veces se generan amistades, pero creo que lo que tiene de interesante es lo que entraña una colaboración, que se potencian muchas posibilidades, aunque se generan también fricciones. En esas fricciones uno aprende mucho, aprende el artista y aprende el galerista. Aprendo mucho trabajando muy cerca con los artistas, dentro de todo el proceso, desde antes de la generación de la primera idea vinculada a la exposición que van a generar en la galería hasta la exposición final. En los propios montajes aprendes muchísimo también. Yo creo que al final la colaboración es el vínculo.

Jorge López: Lo primero que le pido a los artistas es cierta cautela, pero sobre todo lealtad, porque nosotros estamos apostando mucho, no solamente económicamente, sino también es una cuestión de energías, de ilusiones, para que salga adelante. Y los primeros que creemos en ese proyecto, los que lo estamos avalando son las galerías. Se establecen relaciones personales y, como decía Pablo, puede que surjan fricciones en algún momento, pero la lealtad es algo que forma parte de una estructura de vida. Ser leal con el artista, que él lo sea con la galería, y también tener esa misma lealtad con el coleccionista, el cliente, la fundación… que viene y apuesta porque eso nos da la credibilidad que estamos buscando. Es todo como una cadena y en la cadena se tiene que ser claro, las cosas no pueden ser medio claras. Trabajo una representación territorial. Mis artistas no podrían vivir solamente de lo que yo puedo llegar a darles. Si tenemos diez artistas y el año tiene doce meses, cada dos años me tocaría exponer a uno. Y pasan muchas cosas en dos años y hay que vivir de eso. Entonces, cuantas más galerías, más representaciones internacionales puedan tener, para mí mejor, muchísimo mejor. Eso implica que el artista tendrá que ser cada vez más profesional y tener un discurso mucho más elaborado, mucho más sólido. La sensación más agradable que tengo es cuando vas a algún museo, alguna fundación, y ves que esa obra que está ahí estuvo en tu galería antes, esa satisfacción es tremenda.

Imagen de la exposición «Desobediencia», de Natuka Honrubia en The Liminal, cedida por la galería. Foto: David Zarzoso

¿Sois conscientes del reparo, respeto o vergüenza que tiene la gente a la hora de entrar en una galería?

Amalio Vanaclocha: Cuando abrí la galería sí que era consciente de esa percepción que existe de las galerías, porque muchas veces estás tan dentro de este mundo que te aíslas de lo que pasa fuera, que pierdes un poco la opinión general. Cuando abrí el espacio tuve muy claro que la puerta tenía que estar siempre abierta, porque notaba que la gente se asomaba e incluso evitaban que yo les viese. Así que, aunque tenga que estar barriendo todas las semanas (ríe), la puerta la quiero tener abierta. Una vez la persona entra en la galería ya le puedes explicar lo que sucede en ella. Es un espacio gratuito, un espacio en el que necesariamente no tienes porque entrar a comprar, donde hay una persona dispuesta a explicarte lo que quieras, a mí me encanta esa labor divulgativa de la galería. No quiero que quede como es lo que más me gusta, porque tengo que vivir de ello, pero disfruto un montón cuando la gente conoce el funcionamiento de la galería, conoce a un artista, conoce su trabajo y todo gratis. No sabemos transmitirlo bien, quizás es fallo nuestro y hay que hacer autocrítica. Veo mucha gente que pasa por la puerta y quiere entrar, pero hay algo, hay una puerta invisible que no le deja, hay incluso quien sube la rampa y se queda a mitad, ostras, aquí pasa algo. Pero bueno, imagino que conlleva tiempo el romper esos prejuicios y el que no tengan miedo. Yo, además, cuando alguien entra en la galería no le abordo. Espero que pase el tiempo, que ellos vean la exposición, tú percibes cuando esa persona quiere que le expliques qué está pasando. Y es muy satisfactorio, aunque no compre, que entienda que lo que estás haciendo es muy interesante.

Pablo Vindel: Esa mediación es fundamental y es verdad que hace que cambie totalmente la actitud de la gente, sobre todo cuando alguien se presenta en la puerta y nunca ha entrado antes en una galería, o no suele entrar o van con miedo. Tienes que salir e invitarlos a entrar. Esa mediación es una buena estrategia de acercamiento. Y, coincido con Amalio, que ser autocríticos con esto es importante. En la galería estamos trabajando desde hace un tiempo con una amiga artista, Leire Jusue, que además es especialista en experiencia y usuarios y está generando una estrategia para hacer ciertas cuestiones más vinculadas al barrio, a los vecinos, al tejido local. Hizo una serie de entrevistas abiertas, una muestra en torno a 300 personas de diferentes generaciones, sobre todo entre los 25 y los 40 años. Y fue muy, muy chocante. La percepción en general del arte contemporáneo, no hay que olvidar que era una percepción de gente que no estaba vinculada al sector, era de algo que no comprendían a veces, pero que les suscitaba suficiente curiosidad e interés, algo a lo que no sabían cómo acercarse, pero en el fondo deseaban acercarse. La percepción que tenían de las galerías de arte estaba muy separada de las expresiones del arte contemporáneo y las percibían muy desvinculadas de la propia materia prima. Por eso percibía más distancia, más dificultad para entrar. Pero soy optimista porque con esta muestra, lo que quedaba claro es que tenemos la materia prima para poder acercarnos mejor y más a la gente y buscar estrategias más específicas que creo que son necesarias porque aún se perciben las galerías con cierta distancia por parte quizá no de un público especializado, pero sí de un público más amplio. Es simplemente una invitación a pensar, tratar de encontrar ese punto medio donde nuestro trabajo sea valorado, pero también podamos transmitir hacia fuera.

Jorge López: Tienen razón en lo que dicen Pablo y Amalio. Vivimos esa percepción de la gente hacia las galerías, pero a su vez también es cierto que venimos trabajando sobre ello. Este año se cumplen diez años de Abierto València, que es la apertura de la temporada de las galerías de LAVAC (Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de la Comunidad Valenciana). Hacemos rutas guiadas, las galerías están abiertas en un periodo de tiempo muchísimo más amplio, todas abiertas a la vez, incluso dando a la gente algún tipo de invitación o algún extra cuando vienen a visitar las exposiciones. Llevamos diez años repitiendo en cada uno de los Abierto Valencia que las galería son espacios gratuitos, espacios de conocimiento, espacios de pensamiento…Nosotros estamos continuamente tratando de hacerlo. Coincido con la autocrítica que tenemos que hacer, pero también es necesaria una crítica hacia ciertos medios de comunicación que nos han tratado de una manera muy incomprensible. Por ejemplo, cuando se va a una feria como ARCO no te preguntan lo que está sucediendo, qué es lo que estás enseñando, no, directamente van a hablar de cuánto vale la obra como si fuera una mercantilización de un objeto y no un objeto que forma parte de un pensamiento. O incluso peor, esa trampa típica de intentar hacer pasar una obra de un niño por una obra de arte contemporánea, todos los años pasa, y son los propios medios de comunicación los que le bajan el nivel.

Rosa Santos: Estoy de acuerdo con todos los comentarios que han hecho mis compañeros. Solo podría añadir que esta manera de percibir las galerías, este miedo a entrar en ellas viene sucediendo desde el inicio de las galerías, desde los años 80 que empezaron a surgir las primeras. Realmente siempre ha sido así. Las inauguraciones en aquel momento eran masivas, pero porque tenían interés como punto de encuentro de la modernidad, más que por el interés que proporcionaba, o el conocimiento que podría haber detrás de lo que se presentaba o de la propia galería. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que eso había que cambiarlo, de que nuestra postura era la de difusión también, y de acercar lo que presentábamos en la galería a los ciudadanos. Y de ahí surgieron estas rutas que venimos haciendo de manera conjunta. Incluso encuentros, guías con los artistas, talleres y demás. Es una manera de difundir que no solo desarrollamos nosotros a lo largo de estos últimos años, sino que los museos también se han puesto las pilas y lo vienen haciendo. Y sobre ese reparo a acercarse a las galerías me gustaría añadir un apunte más, algo que nos interesa muchísimo desde la asociación. No solamente estamos potenciando esa aproximación hacia la gente, sino también hacia el mundo empresarial, el apoyo de los empresarios valencianos sería fundamental para las galerías. Ese miedo de los empresarios de entrar a una galería, de abrir las puertas a ese mundo desconocido es una distancia que no sabemos cómo resolver muchas veces y siempre estamos buscando recursos para llegar hasta ellos.

En ese miedo a entrar en las galerías, ¿cuánto creéis que pesa la sensación que puede tener la gente de que se trata de algo demasiado intelectual que no van a entender? En ese sentido, ¿qué papel juegan determinadas hojas de sala que en lugar de ayudar a entender la obra expuesta se convierten en jeroglíficos imposibles de descifrar?

Amalio Vanaclocha: Hoy en día el mundo va muy rápido, hay mucha prisa y la galería es un espacio más lento. Entiendo lo que planteas del texto, de que sea un lenguaje confuso, de que para personas sin conocimientos artísticos les pueda parecer infumable, pero no conozco a nadie que habiendo entrado y explicándole lo que está viendo haya salido por la puerta diciendo que se ha quedado igual. Produce mucha satisfacción que alguien que entra sin saber nada de lo que está pasando dentro se vaya con algo. Como digo, la galería es un lugar de reposo, de pensamiento, donde quizá muchas veces el vocabulario es elevado para la hora de explicar algo, pero bien explicado y con tiempo…Quizás hay que parar un poco, ir a la galería pero no a una visita de diez minutos, estar media hora, y seguro que se sale entendiendo lo que pasa y entendiendo lo que ha querido decir el artista a través del galerista.

Jorge López: Nosotros estamos trabajando con el pensamiento contemporáneo inmediato. A muchos artistas del pasado no se les entendió en su día, sin embargo, ahora ese tipo de expresiones y ese tipo de obras las entienden, pero no entienden las actuales. Ahora hablamos de entender las obras del siglo XX. Ahora todo el mundo entiende a Picasso. Ahora todo el mundo entiende a Miró. Sí, pero estamos hablando de principios del siglo pasado. Han pasado cien años y a veces dicen que no entienden el arte contemporáneo. Es que tal vez el arte contemporáneo es lo que deberíamos entender. Estar un poco más dedicados a ver, a educar el ojo, a educar la mirada, sobre todo, recalco esto, en una época donde estamos bombardeados continuamente de imágenes. Claro que a veces hay pensamientos crípticos que ni yo entiendo y necesito un diccionario. Pero, también es cierto que después de haber pasado por el diccionario, acabo de aprender una palabra nueva. Tampoco está mal. Tiene que haber curiosidad, un poquito también de actitud, que la gente tenga ganas, no es fácil. Pero pensar tampoco es fácil. Es más fácil no pensar y encender Telecinco. Seguro. Pero estamos hablando de cuestiones que están relacionadas con el pensamiento.

Pablo Vindel: Estamos todos un poco en la misma línea. Pero sí que creo que, por ejemplo, pensando en la idea de la hoja de sala, como cualquier otra herramienta que nos dan en mano, si no nos dicen cómo utilizarla uno se ve perdido. Es cierto que el lenguaje de una hoja de sala puede ser complicado para alguien que no sabe aproximarse porque quizá no ha aprendido a mirar o ha aprendido a mirar de una determinada manera que es quizá rápida, superficial. Creo, además, que se vive como una imposición, como si esta fuera la única lectura que puedes tener. No es lo que nosotros le decimos al público, pero muchas veces sí que se recibe de esta manera. Y esa imposición del lenguaje escrito en la hoja lo que hace es poner una distancia todavía más grande de lo que uno está mirando, porque quieres comprenderlo intelectualmente, cuando a veces no hace falta comprenderlo intelectualmente. Ahí entra la importancia de lo físico, del intercambio, de la cercanía, de lo local, de las emociones, también de la memoria del cuerpo. La memoria del cuerpo tiene un impacto mucho más directo, mucho más espontáneo que una memoria intelectual que viene a posteriori, esa racionalización de lo que uno está viendo. También creo que por la identidad de la galería, al no estar claro para muchas personas qué es una galería, hace que haya gente que se aproxime sin saber y de repente se encuentra un texto en un lenguaje muy elevado y académico, en un contexto que no preveía.

Rosa Santos: Y claro, cuando te enfrentas a eso no quieres enfrentarte porque tienes la sensación de que eres tonto. Ante esa sensación uno no quiere aproximarse. Efectivamente mucha gente no se acerca a una galería porque tiene miedo a que se quiebre su mundo intelectual, a romperlo, cuando no es así o no tiene porque suceder así por todo lo que han dicho mis compañeros. Pero esa realidad existe.

Jorge López: La gente, por ejemplo, viene y dice que no entiendo nada de arte, yo les digo que eso es muy raro porque nuestro primer código de lenguaje fue el arte. La expresión gráfica es nuestro primer código de lenguaje para comunicarnos. No sabemos ni hablar pero ya estamos haciendo una serie de garabatos que nos están comunicando y expresándonos frente a los demás, tanto lo que vemos como lo que pensamos. Pero después dice la gente que no entiende nada de arte ¿Cuánto tiempo le has dedicado a aprenderlo? Porque, por ejemplo, para escribir ¿cuánto años estuviste aprendiendo? ¿Y cuánto has dedicado al arte?  Pero como un proceso de pensamiento, como un lenguaje. No estamos hablando de que la gente lo hace para pasarlo bien. No conozco ningún artista que lo está haciendo para pasárselo bien. Y no conozco a ningún artista contemporáneo que sea un bohemio, ni sea marginal, ni esté relacionado con la locura, ni tampoco esté en el mundo de las drogas. Son profesionales que han elegido una profesión y una carrera, y cada vez más, y necesitan dedicarles la totalidad de su tiempo a ello, porque encima no descansan. Hay una parte de respeto. Tal vez tenemos que abrirnos un poquito y dejar que nos ayuden.

Rosa Santos: Conocemos como mínimo lo suficiente para poder disfrutar de una exposición, aunque no la entiendas, y sentir emociones. Con eso basta. Solo con que tengas un primer enganche es posible que tengas más a lo largo de los años. Tampoco hace falta entender más.

Amalio Vanaclocha: Así es, cuando eso pasa en la galería les digo que con eso basta. Que digas que te guste y no sepas porqué. Ya está, no busques, no busques el motivo.

Imagen de la exposición «En Repetición», de Pol Pintó, en la Galería Vangar. Foto: Nacho López Ortíz.

En un mundo tan globalizado y tan tecnológico como el que vivimos, ¿qué importancia tiene el espacio físico de una galería?

Pablo Vindel: Habiendo investigado mucho sobre la experiencia digital y cómo llevarla a la galería, al final siempre volvemos a lo físico y eso creo que es insustituible. La experiencia física de estar frente a una pieza artística, de estar en el contexto de una exposición, de tener una mediación, un tú a tú con el propio artista, con el galerista… Es fundamental, además, la relación local, la relación con otros galeristas en esa fisicidad y en ese acercamiento para avanzar de una manera que deje un poso más sólido.

Rosa Santos: Al final todos miramos en la pantalla, todos nos conocemos y nos descubrimos en las pantallas. Pero eso es una visión muy rápida. De la misma manera que te entra muchas veces se te va, lo que no se te olvida es la propia experiencia. Si tú sientes emociones, eso lo tendrás toda tu vida. Y eso sólo lo tienes desde el contacto directo, o con las piezas, o con el artista, o con el galerista.

Jorge López: La experiencia estética. Las pantallas son una sociedad líquida donde pasa todo tan, tan, tan rápido, que es como la arena entre los dedos. Y la opción de poder contemplar, de mirar y de aproximarse de otra manera y desde otra profundidad a las cosas es mucho mejor. Incluso podemos pensar que ahora todo es en Instagram, o donde sea, sí, pero siempre vas a estar mirando un recorte de una realidad. Alguien ha elegido qué porción de la realidad te va a enseñar. Sin embargo, si tú visitas una galería, un espacio cultural, la elección de mirar la haces tú, no lo hace alguien por ti, ahí la experiencia es propia y es mucho más personal y mucho más fuerte, porque están todos tus sentidos vinculados a la experiencia. En el caso de una pantalla, los sentidos están más limitados.

Amalio Vanaclocha: Coincido plenamente con mis compañeros y añadiría algo sobre el acercamiento con la ciudad. Cuando decidí abrir el espacio aquí, había vivido fuera y se me ocurrió abrir en València sabiendo que tenía que ir con cuidado, pero al final estamos haciendo una apuesta nosotros por la ciudad y los cuatro que estamos aquí tenemos artistas o bien valencianos o bien que desarrollan su trabajo aquí. Está todo conectado para promocionarlos, para darnos a conocer, para notar ese arraigo con la ciudad y tener un espacio abierto al público. Sabemos que València no está en la liga de las grandes ciudades del arte, pero te hace ilusión darle a la ciudad un espacio, abrir un lugar en el que pasan más cosas de las que la gente cree y encima apoyando a gente de aquí o gente que reside aquí. Muchas veces se echa en falta el reconocimiento porque tener una galería abierta conlleva gastos, una inversión, tiempo, todos estamos aquí horas y horas al día, en un espacio hablando de lo que pasa hoy y contado por gente de aquí. Lo veo muy interesante como para que no se valore lo suficiente.

Rosa Santos: En ese sentido, no hay que olvidar a las galerías que ya desaparecieron. Yo agradezco a Tomás March, a Pep, a Punto…,a  muchas galerías que estuvieron y que ya han desaparecido. También es oportuno que tengamos en cuenta el salto generacional que existe, sin ir más lejos aquí entre nosotros cuatro. Saber que va a haber continuidad después de que tú no estés. Muchas veces lo pienso porque llevo tantos años que dices, bueno, no pasa nada Rosa, hay futuro, hay futuro.

Formáis parte de la agenda cultural aunque a veces no lo parezca, porque programáis no solo para vender. Abrimos el capítulo de reclamaciones.

Pablo Vindel: No tengo la respuesta a lo que apuntas sobre la agenda cultural, pero sí que entiendo lo que sucede. Volvería a la primera pregunta de qué es una galería. Hay miles de tipologías, no hay una. Pero creo que hay una identidad muy dual en una galería, por supuesto, está la cuestión comercial, pero está todo de lo que hemos hablado, el programar culturalmente, la reflexión, el espacio, la invitación a la gente, el ir generando tejido. Creo que ahí está un poco la clave. Precisamente cuando uno no sabe nombrar algo o no sabe qué es o que identidad lo define. Una sala de conciertos a cualquier persona que le preguntes sabe en qué consiste más o menos, cómo funciona o cómo se imagina que funcionan, con una galería no pasa esto. A lo mejor una estrategia a seguir sería el plantear este tipo de conversaciones en prensa con más frecuencia y con más alcance para que la gente vaya entendiendo en qué consiste una galería, qué hace, qué no hace, qué puede llegar a hacer, cuántas diferencias hay entre ellas, cuántas similitudes.

Amalio Vanaclocha: A mí me pasa mucho. Yo tengo dos colegios detrás de la galería y la pregunta más común que hacen cuando pasan es ¿esto qué es? Pasan un montón de niños por delante y preguntan y sus padres les dicen que una galería de arte. Creo que hay que empezar desde abajo, quien mejor ve y quien mejor entiende el arte son los niños y quizás cuando crecemos perdemos esa inocencia a la hora de mirar las cosas, cuando eres mayor se te va viciando. Sí que percibo al estar en contacto con la calle, que no se sabe muy bien qué es una galería. Las llamadas en Vangar son muy locas, la verdad. La semana pasada me preguntaron por el precio de la entrada. A ver si estoy perdiendo una oportunidad de hacer dinero (ríen). Cuando pasa algo así me quedo pensando si no estoy comunicando bien que esto es gratuito, que no hace falta que vengas a comprar. Pero es que es eso que dice Pablo, preguntas a un nano qué es una sala de conciertos y te lo sabe decir, preguntas qué es una galería y es como todo muy disperso, como entre un museo y un comercio.

Rosa Santos: Lo que dicen ellos es así, sin ninguna duda. Lo que tendríamos que hacer por nuestra parte es lo que ya estamos haciendo, difundir todo lo que podamos de la manera más amplia y buscando apoyos de todo el mundo y por todas partes. Por ejemplo, de las instituciones, que al final siempre nos parece poco todo el apoyo que tenemos porque es así, porque creemos que debe ser mayor, porque hay otras ciudades que tienen apoyos mayores a sus galerías. Hablo de España porque fuera de España el apoyo es incondicional, cuidan a sus galerías por encima de todo. Las potencian con dinero, sin más. Al año, programas tanto, te doy tanto para que ayudes a tus artistas a hacer producciones o para que tengas la puerta abierta de tal hora a tal hora de manera gratuita. Somos espacios abiertos al público gratuitamente que mostramos arte contemporáneo de nuestra ciudad. Necesitamos esos apoyos, y por supuesto lo que he dicho antes de los empresarios también.

Jorge López: Sí, necesitamos al mundo empresarial cada día más. Los empresarios en otros lugares enseñan sus colecciones como un valor de cómo han ido apoyando a la propia ciudad y al tejido cultural en sus exposiciones. El arte contemporáneo es tangible, no es una publicidad, no es el deporte que hoy está y mañana no está. Es algo además que le da un valor a la propia sociedad y a la propia empresa. La sitúa en otro plano. Estás devolviendo en lo mejor, en educación, en cultura, en valores que siempre van a hacer crecer a la sociedad. Imaginad ahora, por ejemplo València, si le quitamos todas las iglesias, los museos…, si la dejáramos absolutamente sin cultura, ¿cómo se vería València? ¿Qué sería de València? Pues ahí es donde nosotros estamos apostando.

Foto: Débora Barriga.

¿Cómo veis la situación del arte en València?

Rosa Santos: Creo que la Comunidad Valenciana está siendo referente a nivel nacional, sin duda. Referente en todos los sentidos, desde las galerías de arte contemporáneo que tenemos; desde los artistas que están generando sus trabajos, que están iniciando su profesión, trabajando desde aquí; desde la facultad de Bellas Artes que tenemos que es magnífica y tenemos unos profesionales estupendos. También tenemos grandes fundaciones que se están generando dentro de nuestra propia ciudad, que son fundaciones ejemplo a nivel nacional. Ahora mismo somos referentes y como referentes que somos sí que notamos esa carencia del interés del propio ciudadano valenciano, porque somos referentes dentro de nuestro propio universo, sabemos de qué estamos hablando, pero a nivel ciudadano creemos que el ciudadano no es consciente de lo que se está viviendo en nuestro entorno.

Jorge López: València es una ciudad semillero de artistas. Las galerías le están dando valor a la producción artística de València y darle valor es posicionarnos en el mercado. De València ha salido Manuel Borja-Villel, el director del Reina Sofía. Los directores valencianos se han exportado por el mundo, los que han pasado por el IVAM por ejemplo.  Han dirigido museos de todos los lugares del mundo, desde la Tate a museos en Estados Unidos, en Irlanda… La vitamina que se necesita tiene que venir del empresariado, como ya hemos dicho, tiene que venir de quien está generando capital. El esfuerzo lo ponemos nosotros, pero la vitamina tiene que venir de ellos y la ayuda y la estructura tiene que venir de la administración pública. Si tenemos eso, sin duda las posibilidades de València serían aún mayores, València es una huerta de artistas.

Pablo Vindel: En València percibo una efervescencia muy interesante y hay mucha yuxtaposición y mucha mezcla. A través del programa de residencias de la galería tenemos bastante vínculo con artistas internacionales que han migrado a València recientemente, que llevan aquí unos años, sobre todo emergentes, y hay muchas colaboraciones con artistas locales y eso es una cosa que está cada vez más presente. Eso es un buen síntoma. Es un buen síntoma de que, como decía Jorge, es un semillero, es un lugar donde germinan muchas ideas y donde se está abriendo, poco a poco, también, un espacio para cuestiones más experimentales.

Jorge López: Solo verificando cuantos Premios Nacionales hay valencianos ya te está diciendo si es o no es una ciudad que tiene un buen tejido para que los artistas produzcan y se den a conocer. Falta lo otro, el apoyo real a eso. No apoyarlos cuando llegan al Premio Nacional, hay que apoyarlo desde abajo.

Amalio Vanaclocha: Siempre hay cierto pesimismo alrededor del arte en València, no sé si a raíz de la crisis y lo que pasó. Pero yo tiendo a ser positivo y no siendo una ciudad como Madrid o como alguna capital europea, sí que tenemos un número significante de galerías, se han creado nuevas, en las mejores ferias siempre hay una galería valenciana, hay directores valencianos. Y es verdad que siempre quieres más y quieres más apoyo de las instituciones, más fundaciones, más coleccionismo, pero el trabajo es bastante bueno. Muchas veces se hace hincapié en el pesimismo que nos rodea, cuando no es la crisis es la pandemia la excusa para decir que todo va mal, para hablar de un nuevo cierre de una galería valenciana… pero ¿y lo que se está haciendo?, habrá que hablar de eso también ¿no?, por ejemplo, Rosa en ARCO, o las nuevas galerías como la de Pablo o la mía que han aguantado siendo jóvenes la pandemia… se tendría que poner en valor todo lo que está pasando en lugar del discurso pesimista del enésimo cambio o cierre. Lo que está pasando es mucho más interesante que lo que no está pasando.

Jorge López: Hace poco me preguntaron sobre cómo veía el coleccionismo en la ciudad de València. Les dije que era como un poco lo que yo he vivido con mis hijas cuando crecían. Los niños cuando están creciendo tienen un montón de dolores, dolores propios del crecimiento, pero si alguien les ayuda con un poco de vitaminas el crecimiento es mucho más fuerte. Si tuviéramos nosotros un coleccionismo fuerte, como pasa en otras ciudades, incluso que no fuera tan silencioso como también pasa aquí, dolería menos el crecimiento. Aquí no se conocen las colecciones privadas, son muy pocas las que se conocen. Si se conocieran más, eso generaría un pequeño impacto frente a otros de que está bien coleccionar, de que es bonito coleccionar, de que hay una devolución que se le hace a la sociedad. Finalmente dejaría de ser esto un espacio de ocio donde se conoce a València por el sol, las paellas y la playa y se empezaría a conocer por el tejido o la trama cultural que tienen, que es enorme. En eso necesitamos la ayuda y el compromiso de un tejido empresarial, como pasa en otros países como Holanda, Alemania, Dinamarca, Bélgica… Están orgullosos de ayudar a sus galerías y al final terminan siendo ciudades que cuando uno va tienen un tejido cultural increíble y hay incluso muchas más actividades y más interesantes en el plano cultural que en el plano de la acción. Si esto sucediese, creo que el valor que tendría la ciudad sería mucho mayor que el que tiene.

¿El arte es caro? ¿Comparado con qué?

Amalio Vanaclocha: Depende de las prioridades de cada uno. Conozco gente que se gasta miles de euros en un pase de Valencia. Ostras, te estás gastando ese dinero y estás criticando lo que pasa aquí, en las galerías. Son cuestiones de prioridades de cada uno en la vida. No critico lo otro. Respeto que todo el mundo se gaste el dinero en lo que crea conveniente. Pero no te quedes en la cifra. Lo ves cuando estás en una feria y te preguntan el precio de una obra y ves que se echan las manos a la cabeza, hacen la típica broma, se tapan la cara. Siéntate un rato conmigo y vas a ver que no es tan caro como tú piensas. Si quieres que hablemos ya solo de dinero o materialmente, vamos a dividir tu compra, es una compra para toda la vida, en todos los años de tu vida el iPhone te va a costar más porque cada cinco años lo cambias. No sé porque hay ese prejuicio con el arte cuando un iphone y muchas otras cosas, un viaje por ejemplo, te cuestan más. Volvemos al tema de la educación. ¿Qué es lo que de verdad importa en esta vida? Que no tiene que ser todo tan rápido ni todo tan inmediato como nos hace creer, sino que lo que estás comprando es algo especial, no te quedes con el precio, quédate con lo que de verdad importa, pero es complicado.

Pablo Vindel: Es una cuestión educativa. También depende de a que público te diriges porque al final, precisamente para sostener en el futuro estas entidades, las galerías y las prácticas de los artistas a través de las galerías, necesitamos que surjan igual que nuevas generaciones de galeristas, nuevas generaciones de coleccionistas. Eso hay que hacerlo muy poco a poco. En The Liminal también tratamos de ofrecer piezas mucho más asequibles, porque siendo realistas, el poder adquisitivo de un grupo de entre 25 y 40 años, por norma general, es muy bajo en España, hay que adaptarse a ese poder adquisitivo. Porque claro que una pieza de 1.500€ la comparas con un iPhone y no es caro, pero para una persona con un sueldo de 900€ al mes… Estoy hablando de llegar a ese público, a los nuevos coleccionistas potenciales que vayan poco a poco entendiendo que hoy pueden comprar una edición de 100€ y en el futuro quizá vayan desarrollando ese deseo, sentir esa necesidad de tener, de poseer, de disfrutar de algo a lo largo del tiempo.

Amalio Vanaclocha: La galería siempre te va a dar facilidades para que te introduzcas en este mundo. Nunca te lo va a poner difícil, siempre te va a ayudar para que te inicies en esto y poco a poco vayas creciendo y vayas adquiriendo más piezas. Es algo que ha pasado siempre. Siempre conoces a alguien que te dice que la primera obra que compró la pagó a plazos.

Jorge López: Hay que diferenciar también lo que es un coleccionista de lo que es una persona que le gusta vivir con arte. Te aseguro que con arte se vive mejor que sin él. Si uno vive con objetos que le han producido emociones, sin duda va a vivir mejor que con espacios vacíos. Entonces es la forma también que queramos vivir. Y no hay que confundir. El coleccionista no es una persona que viene y compra una obra de arte. No. Un coleccionista es alguien que ordena una cantidad de obras que tiene con un sentido. Eso es un coleccionista. Incluso hay personas que compran muchas obras, que no se sienten coleccionistas, viven con eso, pero el orden de esas obras aún no está. Entonces tampoco hay colección.

Rosa Santos: No hace falta ser coleccionista. Puedes comprar cuatro piezas a lo largo de tu vida y dejarle dos en herencia a cada uno de tus hijos y ya está. Que ese sea el legado que tú dejas, eso sería un buen legado, no solamente lo es un Rolex.