No, lo que popularmente llamamos el río en València no es un río. El Plan Sur (1965-1973) desvió el cauce del Turia en su tramo final para que no atravesara la ciudad y evitar riesgo de inundaciones. Así, la lengua de agua se desplazó hacia la periferia y allí continúa, aunque en la urbe se viva ajeno a ello y se siga llamando el río a lo que no es un río.
El riu invisible es una exposición (hasta el 27 de mayo en el MuVIM) que recoge el trabajo de Francisco Llop como ganador de la beca Fragments de 2017, un proyecto de la Unió de Periodistes para poner en valor la práctica del periodismo gráfico en la Comunidad Valenciana. Y ese río visible, pero invisible a la vez, que deambula por el extrarradio deshabitado, es su protagonista.
Las fotografías de Llop reivindican ese río borrado de la memoria colectiva de los habitantes de València. Muestra su actividad, su vitalidad y la de los que se acercan a él, casi siempre ociosamente. Niños cruzando un puente camino de sus aguas, otros bañándose mientras su madre habla por el móvil, personas pescando, otras digiriendo un picnic, ancianos haciendo un alto en su paseo o un hombre que ha construido una caseta para los gatos que pululan por la zona. Un río vivo y cercano.
La muestra no solo rescata una parte de nuestra geografía olvidada, sino que se acerca a ella con respeto máximo y fidelidad, con afán documentalista, sin intención alguna de intervenir. En estos tiempos de retoques, de inmediatez, de adornos excesivos, una exposición así supone un disfrute. Por lo que descubre y cómo lo descubre, por lo que tienen de hipnotizante y salvajes las imágenes, por la mirada de su autor, porque parece que las fotografías palpiten y por la atracción y fuerza que desprenden convirtiendo en paradisíaco un espacio del que algunos nos habíamos olvidado completamente.