Para toda una generación que creció con el indie español, la figura de Javier Aramburu es, significativamente, especial por dos motivos. Por un lado por ser el 50 % de Family, autores de “Un soplo en el corazón” (Elefant, 1993), el mejor disco pop de esa época. Una obra cumbre que no se sabe si devoró al grupo, pero que sí hizo creer que se podían escribir canciones en castellano, con una poética elegante, unas melodías exquisitas y ningún atisbo de distorsión injustificada.
Por si ya fuera poco para aquellos años en el que noise pop lo invadía todo, Aramburu también demostró que las portadas de los discos de los grupos españoles podían ser bonitas. Sus trabajos para Los Planetas, Le Mans, La Buena Vida,… entraban por los ojos, incitaban a la compra inmediata de los álbumes y a su escucha obsesiva y placentera. Eran otros tiempos y todo se apreciaba más lentamente. Y eso es lo mejor que le puede pasar a la obra de Aramburu. Tener todo el tiempo del mundo para fijarse en ella.
Lejos de estancarse en un estilo de clara influencia pop, el ilustrador dio un timonazo y como si buscara la mínima expresión artística diseñó la portada de “Una semana en el motor de un autobús” (1998), para Los Planetas, de la manera más minimal (pero al mismo tiempo expresiva e incluso visceral) posible. Un primer paso para lo que estaba por venir y que, lejos de documentar un estado de ánimo, anticipaba la ruptura (momentánea) con el pasado que establecería la carpeta de “Unidad de desplazamiento” (2000), también para el grupo granadino. Una obra inabarcable, tal vez difícil de asimilar en aquel momento y a primera vista, pero a la que el tiempo le ha sentado maravillosamente. Y que incluso parece dar pistas de la crisis interna que vivía, por entonces, la banda.
En 2007, Aramburu, con esa discreción que siempre le ha acompañado y que parece proporcional a su talento, decidió retomar el dibujo y la pintura. Seis años después, parte de ese trabajo se podrá ver en “Retratos», la exposición que Espai Rambleta acogerá del 13 al 30 de noviembre. Un total de diecisiete lienzos originales que capturan a personas cercanas al artista. Una muestra que es un canto a la contemplación. Unas obras que querremos abrazar por temor a perderlas después.