Leyendo los libros de Elena Medel (Córdoba, 1985) se tiene la sensación de que cada uno es un sumando de una gran operación artimética que sería su obra. Que de alguna manera el último no existiría sin los anteriores, aunque se distancie de ellos, incluso a veces con afán multiplicador. Sin relacionarse, siguiendo con el símil matemático, como lo hacen el minuendo y el sustraendo.
Con Mi primer bikini (2002) o Vacaciones (2004) rescató al verso de su sacralización y lo acercó a la cotidianidad de su generación, apostando por una poesía de querencia pop, pero que no renunciaba a la tradición. Con Tara (2006), dedicado a su abuela fallecida un año antes, se mostró más visceral ya desde su arrebatador inicio («La noche de tu muerte / Dios acribillaba a gargajos el cristal de mi ventana»). Los tres con el cuadernillo Un soplo en el corazón (2007) y con Chatterton (2014) acabaron recopilados en Un día negro en una casa de mentira (2015) reforzando esa idea del primer párrafo.
Hasta sus incursiones en el ensayo (en torno a Antonio Machado y a la poesía) forman parte de los cimientos de lo que ha llegado después y de lo que está por venir. Con su primera novela, Las maravillas (2020), Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2020, volvió a mirar a su alrededor para hablar de lo que (le) importa, de la precariedad, del dinero, de las periferias de todo tipo, de las mujeres, de querer sobrevivir … como cantaba Gloria Gaynor.
Elena Medel es la protagonista de la tertulia literaria que se celebra este jueves, 20 de enero, a partir de las 18h, en La Nau. El coloquio, que se inscribe dentro del marco del Ciclo Mujeres Creadoras, se celebrará en el Aula Magna del Centre Cultural La Nau y será presentado por Cristina García Pascual, responsable del Aula de Literatura de la Universitat de València. El coloquio, que se inscribe dentro del marco del Ciclo Mujeres Creadoras, se celebrará en el Aula Magna del Centre Cultural La Nau y será presentado por Cristina García Pascual, responsable del Aula de Literatura de la Universitat de València.
Aprovechando la cita, le hemos pedido a la escritora cordobesa que protagonice nuestra sección musical 3 en 1:
Una canción:
“Disco 2000”, de Pulp
Ante un poema, una película o una fotografía, mi primera reacción —casi física— tiene que ver con lo emocional: me gusta, no me gusta. Luego analizo los motivos, los ecos y los vínculos, en esa siguiente lectura —en esa relectura— más cercana a la reflexión. Sin embargo, mi nexo con la música lo estrechan los recuerdos: una canción me remite a algo que viví al escucharla, y me permite recrear la memoria. De hecho, hace años —muchos— que apenas oigo nueva música, ni siquiera de artistas que me gustaban y me gustan, como si mi capacidad para avanzar se hubiera congelado. Creo que eso ha terminado impregnando mis libros: mis primeros poemas dialogaban en muchos casos con las canciones que escuchaba por entonces, y en cambio lo único que se oye en mi novela es el ruido del metro y los cláxones.
En todo caso, una de mis canciones favoritas es una evidencia: “Disco 2000”, de Pulp. Me encantan Pulp y me encanta Jarvis Cocker, y me encanta el mensaje político de muchas de sus letras y por eso podría escoger también “Common people”, pero “Disco 2000” me recuerda a alguien —no diré quién— y la selecciono por eso. La memoria, la emoción. En cierto modo la letra habla sobre eso. Podría haber escogido alguna de Vainica Doble, que me hacen pensar en mi abuela, aunque ella no las escuchara.
Un disco:
Un soplo en el corazón (Family, 1993)
Si tuviera que quedarme con un solo disco, escogería Un soplo en el corazón, de Family. Cuando lo oigo se abre un paréntesis. Tiene que ver con mi adolescencia, con los primeros amores… También con las decepciones y con los años oscuros, cuando la música de los tiempos mejores me brindaba un refugio. Me gusta su música mágica, ingenuamente mágica, hondamente mágica. Y las letras, poemas delicadísimos capaces de sanar y de dañar, no sé el orden.
Un concierto:
Morrissey. Sala Razzmatazz, Barcelona, 29/04/2015
En cuanto al concierto que recuerdo con mayor intensidad, sin dudarlo Morrissey en Barcelona —fue en Razzmatazz— el 29 de abril de 2015. Yo cumplía treinta años. Mis anteriores celebraciones habían bordeado la catástrofe, así que decidí aprovechar la fecha redonda para regalarme la memoria, una vez más: el concierto de uno de mis cantantes favoritos. Al salir no encontrábamos dónde cenar y al día siguiente regresé a casa, a Madrid, sintiéndome un poco más mayor y mucho más feliz.