No por muy repetida deja de ser cierta esa figura tan típica de la música del hacedor de canciones que tiene que acostumbrarse a convivir con el respaldo de la crítica, la simpatía de cierto público muy apasionado y la espalda del éxito masivo. Tal vez Jonathan Richman sea su máximo exponente, a pesar de la fama efímera que vivió por «Algo pasa con Mary». Otros ilustres miembros del club serían Robyn Hitchcock, Bart Davenport, Jens Lekman, Ron Sexsmith o, en nuestro país, el gran Charlie Mysterio (que, por cierto, tiene nuevo y delicioso ep). Kelley Stoltz también tendría su carnet de socio .
Es costumbre, igualmente, que el último disco que sacan estos ilustres muchachos sea considerado (casi) siempre como el mejor de su carrera. En el caso de Stoltz no vamos a romper esa unanimidad. «Double Exposure» podría servir a cualquier teórico de la música pop para explicar toda su historia. Ya se anticipa en «Storms», tema con el que se abre el álbum, un encuentro imposible entre The Velvet Underground y The Beatles. Pero luego hay más: coros luminosos, palmas californianas, The Kinks, Love, The Beach Boys, esa batería new wave que da la bienvenida en algunas canciones, psicodelia peligrosamente bailable, estribillos adorables, …
Habrá quien tache su música de conservadora, cuando precisamente lo suyo conlleva un riesgo implícito que no comportan ni las guitarras distorsionadas, ni los juegos experimentales de nuevos geniecillos que gastan algunos. Seguir facturando canciones basadas en unas coordenadas clásicas, y que éstas no sean meras fotocopias de las ya plastificadas a lo largo de los años, tiene mucho más mérito que calzarse un discurso introspectivo y vender como talento el mero y puro aburrimiento.
Por si fuera poco, la biografía de Stoltz está salpicada de ese tipo de sucesos que despiertan la simpatía del aficionado a la música. Sus inicios en la oficina de Jeff Buckley, Pitchkork defenestrando su debut, la artesanía manual con que envolvió su segundo disco, su fichaje por Sub Pop, la edición de «Crockodials» en el que versioneaba enterito el «Crocodiles» de Echo & the Bunnymen, haber girado y tocado con Sonny and the Sunsets o tener en su curriculum un álbum como «To Dreamers» (2010). Kelley es uno de los nuestros. No se lo pierdan.