Son muchas las frases hechas sobre la música. Una de ellas es la que indica que te puede trasladar a cualquier lugar del planeta. Como siempre pasa con estas cosas, lo mejor es no tomárselo al pie de la letra por aquello de no desgastar el significado. Sin embargo, cuando ocurre, justo es reconocerlo. Así que abran las orejas, facturen mentalmente el equipaje y viajen con nosotros.
1.- Mr. Good Horse (Junior Mackenzie)
Sin duda, el 2014 ha sido un buen año para Junior Mackenzie. Fue finalista del Concurso Vinilo Valencia (el 30 de enero se verá las caras con Chloe’s Clue y We Used To Pray en La Rambleta), puso en marcha The Mackenzie Sessions (conciertos en pequeño formato en salas íntimas) y, sobre todo, publicó el ep «Mr. Good Horse». Un trabajo que desde la fantástica portada ya reclama una atención merecida.
Si hace dos años nos meció con sus melodías para el final del mundo, en esta ocasión ha diversificado sonoramente su propuesta. Cuatro canciones que basculan entre la evocadora instrumentación de aires desérticos que da título al disco y el country de raíces norteamericanas de «Log way to walk» que lo cierra. Entre ellas, una buena ración de hard setentero («Citizen of the world») y otra («The Devil’s song») de blues-rock en la mejor tradición alquimista de The Doors. Un viaje por la tradición musical estadounidense sin salir de casa.
2.- ready! (Josep Lluís Galiana + Carlos D. Perales)
No deja de resultar curioso que cuando alguien se cruza con música improvisada o experimental, el primer pensamiento que le viene a la cabeza es la dificultad para entenderla. La obligatoriedad de un esfuerzo extra para su comprensión. Cuando precisamente lo ideal es dejarse llevar, sacudirse los prejuicios y buscar, cada uno, su propia historia, su propio viaje, mientras la escucha. Lo mismo que con cualquier otro tipo de sonido.
Josep Lluís Galiana es una de las voces más autorizadas al respecto y, también uno de los músicos más representativos de este, llamemosle, género. Junto al pianista Carlos D. Perales ha grabado «ready!», siete piezas que hablan desde esa minúscula del título hasta los pasajes que recorre, sin olvidar lo esclarecedores, o no, que resultan los títulos de cada tema. Apretar el «play» del reproductor es como iniciar una nueva excursión en la que las experiencias anteriores acaban abriendo nuevas sendas por explorar. Tan adictivo, como el texto del percusionista y saxofonista Chefa Alonso que se incluye en el cd y que podría haber ocupado todo el espacio de esta reseña, no sólo por su lírica, sino por lo bien que transmite la música de Galiana y Perales: «Reunión de pájaros en el desierto/ Un baile en miniatura/ Andar de puntillas/ Un remolino que crece arrastrando pequeñas cosas/ Silencio/ Golpes en los viejos armarios. Monedas antiguas./ Melodías finas como alambres, lenguaje de gatos / Restañar en el fondo del cubo / Una nube de polvo esconde sus alas / Mientras tú saltas entre las brasas».
3.- Chanson du voyage (Stéphanie Cadel et La Caravane)
Cualquiera que haya visto en directo a Stéphanie Cadel et La Caravane se frotaría las manos pensando en ver reflejado ese clímax que alcanzan encima de un escenario en una grabación. No es el caso, pero lejos de caer en la decepción, nos permite otra visión del grupo, igual de interesante e, incluso, complementaria. Menos preocupados en la inmediatez a la que obliga un concierto o en la interactividad con el público, el multicultural grupo adorna, mima y alimenta sus canciones de los condimentos necesarios para una carrera de largo recorrido.
No pierde, eso sí, ningún atisbo de la luminosidad y frescura de la que hacen gala en su show. Hay chanson clásica, pop juguetón, swing imparable, algún aire reggae, bossa nova melosa… melodías hipnóticas que atrapan e incitan al juego de piernas y las palmas acompasadas. Una colección de canciones (en francés, inglés y castellano) para paladear sin prisas y con dos relecturas de Paraíso y Calexico que superan, con creces, el simple guiño de fan.
4.- Processionària (Gent del Desert)
Empezar un disco musicando un fragmento del maravilloso poema «L’amant de tota la vida», de Vicent Andrés Estellés, es toda una declaración de intenciones y de buen gusto. También es atrevimiento, por si el resto del álbum no está a la altura. Pero los retos nunca han sido un problema para Jesús Barranco. Figura importante de la escena musical valenciana (Sade en los ochenta o Rubber en la década siguiente), se reinventó a finales de los noventa cuando llegó a Ontinyent a trabajar de profesor de literatura y acabó montando Gent del Desert. Con el presente son ya cuatro los trabajos publicados. Un proyecto que se consolida con cada nueva entrega.
«Processionària» es un disco que exhala raíces valencianas, que entronca con la mediterraneidad de Pep Laguarda, pero que a su vez se asoma al exterior. Hay lugar para la tradición oral o para las historias que han ido pasando de generación en generación, pero también para versionear a The Rolling Stones (en otros álbumes fueron Dire Straits o Franco Battiato) o hacer suyo el vals de Matilda que popularizaron The Pogues. Reducir la música de Gent del Desert a folk-rock sería tan absurdo como hacerlo con la de Botifarra, Miquel Gil o Julio Bustamante. Hay ocasiones en las que las palabras sobran y tienen que ceder el paso a las canciones. Y este es uno de esos momentos.
5.- De aquí para allá (Pepe Cantó)
El currículum de Pepe Cantó es casi tan extenso como las Páginas Amarillas. A su pertenencia a Terminal Sur, hay que añadir colaboraciones con músicos y artistas tan diversos como Ovidi Montllor, Paco Muñoz, Julio Galcerá, Rocío Jurado, Ángela Carrasco, Ximo Tébar o La Gran Esperanza Blanca, por nombrar sólo a algunos. Era de récibo que, algún día, viera la luz un disco firmado con su nombre y apellido.
Once canciones instrumentales (aunque se escucha algún tarareo) que emulan once trayectos por todo el mundo. Itinerarios que viene marcados por los propios títulos de las composiciones y que nos trasladan desde Londres, Chera o Ceuta hasta Tabarca, Lisboa o Tánger. La variedad estilística elevada a la máxima potencia en un álbum que, sin embargo, no adolece de incoherencia. Desde melodías más cosmopolitas a otras de raigambre africana, sin olvidar la luz del Mediterráneo, la pausa sureña, el funk ardiente, la dulzura de la habanera o el jazz desbocado. Un pequeño tesoro que, esperemos, tenga continuidad.