tardor

“Una ciutat invisible” es el segundo disco de Tardor, once descargas de rock nervioso de guitarras, con cierto aire épico y algún que otro guiño pop. ¿The Killers a la valenciana? Sería demasiado reduccionista. Canciones como “Ontàrio” o “Vint-i-set” les colocan en la pole position.

Hace ya unos meses que se publicó «Una ciutat invisible», ¿cómo lo veis con la perspectiva del tiempo que ha pasado?
Cuando publicamos ‘Una ciutat invisible’, allá por noviembre, lo primero que sentimos fue impaciencia. Ganas de que la gente escuchara las canciones, de sacar a la luz el  trabajo de meses, de empezar a cerrar fechas para defender el disco en los escenarios. Luego nos dimos cuenta de que en esta escena las cosas van muy despacio, y levantamos un poco el pie. Ahora, pasado el tiempo, creo que todos los que estábamos implicados en aquel proceso hemos cambiado la impaciencia por la satisfacción del trabajo hecho con ilusión.

Recurristeis a un verkami para poder sacarlo adelante, ¿Cómo surgió la idea? ¿Satisfechos con el resultado?
Ya utilizamos la herramienta del micromecenazgo para llevar a cabo el primer disco. Nos funcionó muy bien, no sólo por el dinero recaudado sino porque nos sirvió para fidelizar a un sector de público que ahora forma parte de nuestra historia como grupo. Es un sistema que consideramos indispensable para grupos como nosotros, que no tienen detrás un sello que apueste económicamente por ellos. Seguramente, sin la recaudación que llevamos a cabo con el Verkami nunca habríamos construido la ciudad invisible.

¿Qué diferencias creéis que se puede encontrar respecto a vuestro primer álbum?
«Una ciutat invisible» es un disco más completo en todos los sentidos. Conceptualmente, hay detrás de todas las canciones un idea común que cohesiona el conjunto. La idea de irse, de volver. A nivel musical hemos aprendido y madurado mucho en este tiempo, sentimos que ahora nuestras canciones tienen más personalidad y están trabajadas con más cariño, al detalle. Al igual que las letras, que intentamos pulir al máximo para que narren lo mejor posible la historia que queremos contar.

Por la actitud, la manera de cantar, la labor instrumental, algunas letras,… resulta un disco enfadado, aunque al mismo tiempo esperanzador, de que las cosas pueden cambiar.
Este disco habla de la distancia. De cómo digerirla y de cómo superarla. Surge del desencanto pero sin embargo es nuestra respuesta al mismo. Queríamos hacer un álbum con distintas lecturas a nivel emocional, que conmoviera pero que también elevara.

¿Cómo hacéis convivir ese rock nervioso de guitarras, con ciertos aires épicos e, incluso, con algún guiño pop sin que el resultado parezca un pastiche?
Hemos intentado componer de manera sincera y honesta. Partiendo de la música que nos gusta, de nuestras influencias, pero sin pudores ni prejuicios que nos impidieran mezclar todos estos estímulos de manera personal. Creemos que el resultado es fiel a nosotros y nos alegra comprobar que crítica y público no penséis que hemos dado vida a Frankenstein.

¿En qué medida el disco está marcado por la tríada que forman las ciudades de Valencia, Bruselas y París?
El disco nace íntegramente en este triángulo. Tres personas, tres ciudades. Es el relato de nuestro paso por ellas. Con estos retales hemos cosido la ciudad invisible que da nombre y sentido a nuestro segundo trabajo.

Habéis grabado un videoclip de una de las canciones del disco, «Ontario». ¿Qué podéis contarnos de él?
Que tuvimos que levantarnos a las cuatro de la madrugada para subir a la cima del Penyagolosa a oscuras con unas cuantas linternas y calzados con botines, por ejemplo.

¿Cómo veis la escena musical valenciana?
Fragmentada. No hay una única escena musical valenciana, hay varias y cada una tiene su público, sus medios y sus etiquetas. Sería interesante que hubiera un mayor intercambio, y que cantar en un idioma u otro, por ejemplo, no condicionara los medios que te entrevistarán y los que no y los festivales en los que tocarás y en los que no.