La mili, que tantos grupos deshizo en los ochenta, fue la «culpable» de que hace 30 años naciera uno. 1986, Mallorca. Cisco Fran y Spagnolo Ferocce hacen allí el servicio militar. Se conocen de Valencia, donde ambos tocan en Inhibidos Quizás? Las largas tardes lejos de su ciudad y, en la medida de lo posible, del cuartel, necesitan de un acicate que despeje la sombra del aburrimiento. Así surge La Gran Esperanza Blanca, como la estupenda película de Martin Ritt ambientada en el mundo del boxeo. Una banda que en su etapa isleña aprenderá muy pronto que su futuro debe ser algo más que un anecdótico entretenimiento. Cuenta Fernando Merino, en su libro «Cabello de ángel. El pop rock en Baleares 1977-1996», que reforzados por el músico local Pepo Granero (París Lanuit, Pasos Perdidos, Goodfellows) se presentaron al IV Concurso Pop-Rock Ajuntament de Palma. «Era una formación similar a los planteamientos de La Búsqueda, y a punto estuvo de arrebatarle el liderazgo a La Granja en la preliminar de Rosales». No se sabe lo que hubiera ocurrido en la final en la que ambos volvieron a coincidir y que acabó ganando el grupo mallorquín. La Gran Esperanza Blanca no compareció. Cisco y Fede estaban de permiso en Valencia y decidieron no sacrificar ninguno de sus días libres por ello.
Ya licenciados en Valencia, se les unen Chuso Al y Chiti Chitez, que sustituyen a Granero y a un violinista, también soldado, de nombre Manel, que había completado la primera formación. Llegan los conciertos y los discos. Debutan con tres inspirados ep’s en los que se cimentan las primeras señas de identidad del grupo: melodías blues-country-folk radiantes y contagiosas, iconografía religiosa, historias de perdedores, cultura popular (o no) estadounidense, trenes y Bob Dylan. Algunas de aquellas canciones serían recuperadas en 1992 en el primer disco grande de la banda, «Hay folk, blues y también rock ‘n’roll», editado en vinilo, y seis años después en el cd «Medicine Show», que recogía un total de veintiun temas. Entre ellos, «Parejas», la única canción del repertorio de La Gran Esperanza Blanca que Cisco Fran firma en compañía, concretamente en la del músico y poeta Fernando Garcín. También en aquel álbum incluyen «En algo acerté», la primera vez que explicitamente el compositor habla de su vida, de algo cercano (en este caso su hijo Víctor), un cambio que será más evidente en la última etapa del grupo y que, seguramente, ha sido crucial en esa segunda juventud que viven hoy en día.
El año 2002 todo se detiene. Editan «Harry Dean» (cd de siete canciones) y se despiden con un doble concierto en Valencia. Serán diez años como esos desiertos a los que alguna vez cantaron. Solo «Dylanita» (de la que se llegó a lanzar una segunda edición ampliada en 2008), una recopilación de versiones del cantautor de Minnesota, evitará la anestesia final. El primer atisbo de que todo no había acabado es un cd-ep, de 2012, en el que el factor de proximidad al que antes se hacía mención resultará decisivo. Lo comparten (2 cortes por banda) con Los Radiadores, grupo valenciano liderado por Raúl Tamarit y rinde tributo al Valencia C.F., equipo del que Cisco Fran es declarado aficionado. Los dos temas que aporta La Gran Esperanza Blanca son un maravilloso homenaje a Mario Kempes («Nostalgia de Bell Ville») que debería sonar en Mestalla en los prolegómenos de todos los partidos y «Más allá de la colina» (en el que suena el banjo de otro músico local, Néstor Mir), de nuevo dedicada al hijo del compositor, aunque ahora desde el prisma del padre que entiende que su hijo ya empieza a vivir su propia vida.
Dos canciones que estarán en el disco del retorno, «Derrota», ya en 2013. «Cuando paramos fue porque no nos apetecía demasiado. Pero, claro, luego en casa tienes las guitarras y te pones… Y en mi caso particular ha sido mi hijo, que a él le gusta también la música y toca, el que me ha removido las ganas de hacer cosas», contaba el propio Cisco en estas páginas. Dos detalles más confirman la apuesta del grupo por seguir dando protagonismo a su entorno vital. Por un lado, toman prestado el término «Valenciana» (Americana hecha en Valencia) de Micalet Landete (Senior) y en el libreto del cd afirman que se trata de un álbum perteneciente a ese género. Por otro, la canción «A este lado del cristal», es un homenaje a Elvira Roda, aquejada de SQM (Sensibilidad Química Múltiple), conocida como «La mujer burbuja» por las condiciones de aislamiento en las que tiene que vivir. No habrá que volver a esperar diez años para escuchar canciones nuevas, porque en el 2015 llegaba «Tren fantasma». Un álbum en el que sin perder su militancia en el folk más impoluto, rico en melodías, apuesta más por el rock and roll y por historias menos épicas («La última copa», «Payaso», «Azúcar y miel») y más costumbristas (esa joya titulada «Los años de felicidad» en la que se citan Nino Bravo, los veranos de la niñez o Charlot). Porque a Cisco Fran le hubiera encantado nacer y vivir en Nueva York, pero nunca podría dejar Valencia.