Duquende canta como si se rompiera por dentro. Como si cada verso, cada estrofa, fuera una bomba atómica que explota en su esternón. Su garganta arranca desde las entrañas y se amplifica en el exterior. Pero, curiosamente, su voz quebrada regala vida.

A los 8 años lo apadrinó Camarón y él le brindó fidelidad en la distancia, hasta que poco a poco fue construyendo su propio camino, un estilo que no olvida las raíces, pero que saca la cabeza con denominación de origen propia. Acompañó a Paco de Lucía durante años en una fructífera alianza, grabó discos con Manzanita o Tomatito, intervino en la película Flamenco de Carlos Saura…

Sin perder la esencia del flamenco, Duquende se adentra por otras veredas y las hace suyas, con ese aullido que duele y reconforta al mismo tiempo. Ese andar entre la tradición y los nuevos tiempos se proyecta en su día a día. Ahí está su instagram donde comparte versiones de Camarón («Yo vivo enamorao»), Los Chichos («Yo vivo navegando») o su admirado Ray Heredia («Lo bueno y lo malo»).

Duquende parece que lo ha hecho todo. Una versión que es una locura de Leonard Cohen (dicen que el canadiense lloró cuando la escuchó), un disco como Qawwali Flamenco (con Miguel Poveda y el paquistaní Faiz Ali Faiz) para el que no hay suficientes etiquetas ni adjetivos, álbumes que lo rastrean como si fuera un escáner emocional como el imprescindible Samaruco (2000) o Rompecabezas (2012). Donde va se nota, basta escuchar sus colaboraciones en Zyriab 6.7 (2021), de Juan Carmona.

En el escenario no necesita aspavientos porque su voz lo mueve todo, por dentro y por fuera. Este martes, 25 de octubre, a las 20h, en el Teatro Olympia, dentro del ciclo Panorama Flamenco, volverá a intercambiar bulerías por aplausos con su público.