Joan Miquel Oliver tiene nuevo disco, el tercero (de estudio) en solitario, «Pegasus» (Sony, 2015), en el que vuelve a ejercer de cantautor galáctico, más mediterráneo que nunca, pero al mismo tiempo efusivamente expansivo llegando hasta tierras andinas. Intencionadamente personal (toca todos los intrumentos del álbum), con las letras más certeras de su carrera, hipnótico en su desarrollo y enternecedoramente arrollador. La psicodelia cósmica nació para ser libre.
En casi todos los medios de comunicación al hablar de “Pegasus” hacen referencia a que es tu primer disco después de la disolución de Antònia Font. En realidad eso parece más un hecho casual que musical, porque el álbum no dista tanto de tus anteriores.
Cuando trabajaba con “Pegasus” tenía la misma sensación que con mis anteriores discos en solitario. Realmente, no era muy consciente de si Antònia Font existían o no. Pero es cierto, que una vez el disco acabado y publicado sí que puede que tenga otro calado más evidente, más solvente,… no sé cómo explicarlo, que puede que tenga que ver con Antònia Font y puede que no. Tampoco hay que olvidar que mi primer disco salió hace más de diez años, y el segundo unos siete, y por lo tanto eso que dicen algunos periodistas si existiera, podría estar causado por una evolución normal y corriente mía, sin tener que ver con Antònia Font.
Es el disco en el que mejor cantas de toda tu carrera.
Cierto. Me metí en la cabeza la idea de que podía cantar mejor. No me quería limitar a explicar las letras, sino que quería interpretarlas. Dejar a un lado esa sensación de que como las he compuesto y escrito yo, no hace falta que añada nada más. Esa era la actitud de los dos primeros discos, sobre todo de “Bombón Mallorquín” (2009), porque “Surfistes en càmera lenta” (2005) aunque está cantado muy flojito, sí que tenía cierta carga interpretativa.
¿Te gusta cantar o te sientes más cómodo con la parte instrumental?
Me gusta mucho cantar. Una guitarra no eres tú. Es un instrumento que tocas y al que le puedes imprimir mucha personalidad, pero tu voz es como tu cara. Es algo muy personal. Tiene su parte, digamos, negativa, porque es algo muy difícil de controlar, arriesgado, pero los conciertos los vives más. No tiene nada que ver salir a cantar que salir a tocar la guitarra. Son dos mundos diferentes.
Las letras de “Pegasus” se pueden leer en clave mallorquina, pero al mismo tiempo se pueden extrapolar a otros lugares. ¿Cómo consigues partiendo de lo personal o local, que se universalicen?
La clave está en que hablan de cosas muy humanas. El paisaje de las mismas es Mallorca, pero si viviese en el Polo Sur serían de allí, aunque seguiría hablando de las mismas cosas. Imágenes, sensaciones que tengo, … es todo muy personal, muy íntimo. Cuando escribes una canción te sientes solo y es normal que en casi todas ellas haya un punto de reflexión por ello. Que, después, es el mismo estado de soledad en el que se escucha el disco, algo también muy íntimo. Un disco es el resultado de un cúmulo de horas en soledad cuyo destino es que los escuche gente en ese mismo estado. Y eso es universal.
Las canciones de este álbum son más largas que en trabajos tuyos anteriores.
Ahora te contestaría, aunque tiene muchas objeciones y es muy fácil de rebatir, que componer música para un disco pop es como si tuvieras que ilustrar unas letras. Y muchas veces yo tenía la sensación de que cuando la letra se había acabado, todo lo que se necesitaba explicar ya se había hecho. Sin embargo, el espacio instrumental es el momento en que cada uno interpreta esas letras, se necesita un tiempo para entenderlas porque hay un lenguaje poético muy denso. Por eso en “Pegasus” son más extensas, para que cuando alguien lo escuche se pueda recrear en las palabras.
¿Qué papel ha jugado Quimi Portet en la elaboración del disco?
“Pegasus” lo he producido yo y Quimi se ha encargado de las mezclas. Normalmente es una parte puramente técnica cuyo objetivo es que suene lo mejor posible, pero aquí no ha sido así. Quimi ha aportado mucho, ha sumado al resultado final.
El álbum sale publicado por Sony. Es tu primera experiencia con una multinacional, ¿has notado algún cambio significativo?
Hoy en día, estar en una discográfica u otra no supone ninguna diferencia. Ni siquiera a nivel internacional. Se puede pensar que Sony es una multinacional y el disco podría tener difusión en Francia, por ejemplo, pero no funciona así, no deja de ser un sucursal. En realidad es una discográfica a nivel estatal.
¿Crees que tu experiencia en el Col.lectiu Eternity (proyecto compartido con Sisa y el mencionado Quimi Portet) se ha reflejado, de algún modo, en “Pegasus”?
Me sirvió para experimentar mucho, sobre todo con diferentes sonoridades. Y volviendo a lo que hablábamos antes de la importancia de cantar, aquí yo me encargaba de la voz en seis canciones y eso sí tengo la sensación de que se ha reflejado en el disco.