1.- Como bien recordaba Luis Lapuente, hace veinte años, en su imprescindible «Historia – Guía del soul», las cosas han cambiado mucho y el soul ya se ha incorporado a nuestra rutina, estando presente, incluso, como banda sonora de anuncios de televisión y muy lejano de «su primitivo papel como hermoso catalizador de la lucha y el orgullo de una raza que pugnaba por reivindicar su papel en la sociedad». Asumido esto, tal vez haya llegado el momento de no ponerse pesado con el color de la piel de cada nueva voz talentosa que surja. De igual manera que (sin por ello tener que olvidar su origen seminal) tampoco viene a cuenta echarle en cara a estos nuevos valores su posición social acomodaticia (en caso de que así sea) respecto a los pioneros. Vamos, que ha llegado la hora de hablar de música.
2.- Cuando Eli «Paperboy» Reed asomó la garganta fueron muchos los que se asombraron por su soul de aroma clásico. Algo parecido a lo que ocurrió, casi un lustro después, con Jake Bug y el rock and roll. Curiosa paradoja porque eso sería lo normal y no dejarse embaucar por el último hype despeinado. 2008 fue un buen año para la música. Bueno y variopinto. Portishead entregaron su obra cumbre («Thrid»), Nick Cave regresaba a la crudeza con sus Bad Seeds («Dig, Lazarus, Dig!!!»), TV on the Radio demostraban que había margen de excelsa mejora en cada una de sus grabaciones («Dear Sciencie») y unos cuantos debuts (Vampire Weekend, Fleet Foxes, Bon Iver, Vivian Girls, She & Him o Kitty, Daisy & Lewis) acapararon aplausos de crítica y público. Eli «Paperboy» Reed & The True Lovers publicaban «Roll with you», un partido de tenis entre Otis Redding y James Brown que no dejaba corazón sano ni pies quietos y que no desentonaba entre tanto buen disco.
3.- Dos años tardó en desprenderse de los True Lovers, fichar por una multinacional, combinar su ardiente soul con el radiante y pegajoso pop de The Jackson Five y grabar su mejor trabajo hasta la fecha, «Come and get in», doce canciones como doce singles, que lo catapultaron a la primera fila del género, sin añadidos «neos» que valieran, tan rotundo e incontestable como en directo. El año pasado resbaló con «Nights like this», un cuarto álbum que no sabía hacía donde caminaba, con una producción tan predecible que hasta Britney Spears hubiera despedido al responsable. Música para llenar carpetas, canciones para momentos intrascendentes de películas taquilleras, dance-pop para fans de One Direction, un disparo en sus cuerdas vocales y en nuestros tímpanos. Y como si de un arrebato bipolar se tratara, justo cuando más lejos se encontraba del soul, decide rebuscar en su pasado y celebrar los diez años del que fue su (casi) desconocido debut «Wakin’ and talkin’ (and other smash hits)», reeditándolo en un lujoso vinilo (que habrá hecho palidecer a más de un especulador), juntando a la formación que lo grabó y saliendo de gira. Confiemos en que como cantaba Curtis Mayfield, sea su «Regreso al mundo».