El temps del llop (editado por Mésdemil) es el título del primer disco de Gener. Once canciones en las que combina la aridez del folk de raíces americanas con la multisonoridad del Mediterráneo. Jeff Buckley, Fleet Foxes, Elliot Smith o Arthur Caravan son algunos de los referentes que van acompañando el discurrir del mismo.
¿En qué momento y por qué Carles Chiner se convierte en Gener?
Hace exactamente un año, que es cuando me planteé la grabación del disco, y principalmente debido a dos factores: el peso de mi cartilla de parado de larga duración y la necesidad de hacer de la música algo más que un pasatiempo.
¿Qué hay en Gener de tus proyectos anteriores?
Estilísticamente no demasiado, más allá del hecho de compartir una sensiblidad compositiva. Con mis anteriores formaciones, Homefòssil y Feria de Monstruos, me acerqué más a la influencia del rock duro, el punk y el pop acelerado. Entonces componíamos tres personas para la banda, de modo que el resultado era una estimulante suma de personalidades. Gener, en cambio, es más parecido a un diario personal o un confesionario.
«El temps del llop» es un trabajo muy personal, no sólo por las canciones propías, sino porque prácticamente tocaste todos los instrumentos que suenan. ¿Cómo fue el proceso?
Absolutamente agotador. Partí de unas veinte canciones, las cuales fui cribando a partir de demos caseras de las que, poco a poco, empezó a emerger una cierta atmósfera común. Al estudio de Facundo Novo me llevé 13 y el disco acabó finalmente con 11 cortes. Aproveché las noches en vela tras el nacimiento de mi hijo Rai para terminar de dar forma a las composiciones. Decidí grabar yo todos los instrumentos (excepto la mayor parte de las baterías, que las tocó mi querido amigo Antoni Sendra), porque tenía bastante claro a dónde quería llegar. No me apetecía armar una banda y ponerme a ensayar unos temas que para mí ya estaban más que claros, y que en algunos casos había maquetado hasta tres veces.
Si hubiera habido posibilidad, ¿quiénes te hubiera gustado que te acompañaran en la grabación?
No soy propenso al arrepentimiento. Creo que el disco se grabó como se debía de grabar. Ahora bien, después de haber montado la banda para defender el directo, los temas se han hecho más robustos, más intensos e incluso algunos se han acelerado. El trabajo de Enric Alepuz, Pasqual Rodrigo, Vicent Sanguinelli y César Castillo me ha ayudado a retomar la confianza en el proyecto. Supongo que sería un disco muy diferente de haber participado también ellos en la grabación. Sería, de hecho, otro disco.
El disco es reciente, pero ¿cómo lo ves cuándo lo escuchas? ¿De alguna manera conseguiste registrar lo que tenías en mente?
Daría un meñique por poder escuchar el disco con oídos nuevos. Desgraciadamente, ahora mismo para mí es como una frase que has leído demasiadas veces. Sabes que tenía sentido la primera vez que la dijiste y confías en que siga teniéndolo. De lo que estoy seguro es de haber llegado muy muy cerca del resultado que esperaba cuando empezó a fraguarse todo.
En el álbum hay una parte más heredera de ciertos aires folk de raíces norteamericanas, que podrían emparentarte sonoramente con Jeff Buckley, Tame Impala, Fleet Foxes,… ¿te reconoces en ellos?
Me encantan las tres referencias que citas. Me gustaría, de hecho, parecerme más a ellos, pero por más que lo intento los temas se me van hacia otros sitios. De Buckley me quedo con su técnica vocal y su capacidad para el misterio. De Tame Impala, con sus texturas y sus melodías. Fleet Foxes quizás se me llegan a hacer pesados, aunque me fascinan sus harmonías vocales y el desarrollo de sus canciones. Podrías sumar muchos otros nombres, y seguramente todos a su vez citarían a músicos de los 60, que es de donde acaba bebiendo todo aquel cuya música despierta mi interés.
Pero también hay una fuerte presencia mediterránea. Imagino que uno no puede obviar de donde es. Y en esa parte aparecen las figuras de Senior, Òscar Briz o Arthur Caravan. ¿Te ves cercano a sus trabajos y actitud?
Lo cierto es que nunca he seguido con regularidad la escena valenciana. De Senior escuché aquella primera maqueta que daría lugar a su primer disco y me encantó, mucho más después de verlo en directo en el Loco, justamente en un concierto junto a Arthur Caravan, hace ya mucho. Luego le perdí la pista durante años, hasta el año pasado, que publicó su fantástico “El poder del voler”. Con Arthur Caravan fue un poco igual. Recuerdo un tema fabuloso de su primer disco, “L’amor és cec”, que se me quedó grabado a fuego. De Òscar Briz lo que he escuchado es lo más reciente, su disco “Youth”, con unas letras particularmente trabajadas. Estos nombres, a los que yo sumaría otros como el de Hugo Mas, tienen en común dos cosas: que no tienen demasiado en común y que todos ellos hacen propuestas pioneras en valenciano, que tratan de abrir caminos no transitados en la escena.
Incluso en algunas canciones (por las letras, manera de cantar e incluso instrumentación, «D’un poble del sud» sería el ejemplo más claro, pero no único) da la impresión de que practicas un tipo de blues actualizado. ¿Te interesa ese género?
Muchísimo. Aunque no soy ningún erudito, ni acostumbro a trabajar con estándares. Ni siquiera escucho demasiado blues, mucho menos si se trata de oír a guitarristas supuestamente virtuosos luciéndose en interminables solos. Lo que más disfruto es el blues clásico: Johnson, Nina Simone, esas cosas que se hacían de los 40 a los 60. En mi caso, el blues, o más bien el uso de la escala pentatónica, es un recurso estilístico. Me gusta partir del género para darle una vuelta y no caer necesariamente en las ruedas de acordes standard.
¿Cómo ves la escena musical en Valencia?
Muchas bandas. Mucha gente buena. Poco público. Nulo apoyo institucional. Y, en consecuencia, mucha endogamia. Por si fuera poco, demasiado empeño por parte de la prensa en subdividir la escena en virtud de la lengua, la estética o la pose. Como si Tortel y Senior no formasen parte de una misma cosa.
¿Qué se va a encontrar la gente que se acerque el sábado al concierto?
Una raja en el mismo centro del corazón.