Foto: Ryan McGuire (gratisography.com).

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Seis álbumes que solo tienen en común la calidad de las composiciones que en ellos se incluye. De los ritmos electrónicos de Majical Cloudtz a las raíces folklóricas de «Home Romancer», pasando por el soul de Leon Bridges o el cabaret intergaláctico de Sopas del Mundo, entre otros. Ya saben, en la variedad está el gusto.

Majical-Perro-Botifarra

El primer disco grande de los canadienses Majical Cloudtz, «Impersonator», sobrecogía por la intensidad de su propuesta, aunque en algunos tramos pareciera desorientado, dudando del camino a recorrer. Todo eso desaparece en el monumental «Are you alone?«, un álbum que combina, como pocos, el sosiego, la melancolía, la fragilidad y la tristeza. Devon Welsh y Matthew Otto ralentizan su indietronica con calculadas dosis de calma que acaban acelerando las pulsaciones, con una cadencia hipnótica que, curiosa paradoja, acerca el álbum a la felicidad perenne. Björk o Radiohead jamás grabarán algo así, es más matarían por que solo uno de sus cortes les perteneciera.

«Estudias, navajas» (Miel de Moscas), el segundo disco de Perro, mantiene y amplifica todas las virtudes de su debut. Sigue la estela de las melodías imposibles, los giros interruptus, su atracción por desgañitarse o el juego de cintura compositivo. Pero dan un paso hacia adelante ondeando una falta de prejuicios (saludable y ya presente en su ópera prima) que tan pronto les puede emparentar con Pavement o Betunizer, como con Poch o Fugazi. Siempre pasado por el tamiz personal de la banda murciana que crece progresivamente más allá de las bromas o guiños personales que contienen sus canciones.

Los romances de ciego son el eje sobre el que gravita «Home romancer» (Mésdemil), disco en el que confluyen cuatro importantes voces del folklore valenciano: Pep Gimeno «Botifarra», Naiet Cirerer, Xavier de Bétera e Hilari Alonso. Un proyecto que tiene su traslación a un espectáculo en vivo, en el que como en el trabajo que nos ocupa priman la tradición, el humor y la riqueza instrumental. Un álbum cuidadosamente editado (un digipack que incluye todas las letras e ilustraciones de Silvia Faus), que tiene mucho de recuperación, pero al mismo tiempo incorpora temas nuevos, y en el que composiciones como «Una xica de Llaurí» o «Quan jo era xicotet» alcanzan la categoría de imprescindibles.

Leon Bridges - Papaya - Sopas del Mundo

«Coming home» (Sony), el primer disco de Leon Bridges, es como los de antes. No solo por su militancia soul y el sabor añejo de la producción, sino también por contener diez canciones, no excederse en el minutado final y lucir una estupenda portada que de tan retro resulta moderna. Lo fácil sería ubicarle en la cubeta de Eli «Paperboy» Reed y demás practicantes del neosoul, pero su receta musical va más allá. Hay góspel, hay r’n’b, hay blues satén, hay swing de escándalo e, incluso, hay country. Todo bien empastado sin que suene un pastiche sonoro de recopilatorio barato. Como él mismo canta, twistin’ & groovin’.

Imaginen que el maldito destino (y sus adicciones) no nos hubiera privado de Carlos Berlanga tan pronto. Seguro que hubiera apadrinado a Papaya y su pop elegante, que tan pronto entronca con los ochenta como puede actualizar a Rafaella Carrá. «No me quiero enamorar» (Jabalina), el debut del proyecto que lidera Yanara Espinoza, no se conforma con ser fiel a un solo estilo y así cultiva tanto ritmos beat, como electrónica sensual, aromas de new wave, hip hop o cierto funky de aires easy listening, con la elegancia con la que los hermanos Reid defenderían la tradición musical latinoamericana.

Y cerramos con otro debut. Aunque Sopas del Mundo no sea precisamente un proyecto nuevo. Nacidos en la segunda mitad de los noventa ha sido ahora cuando han vuelto a reunirse para plastificar sus canciones. Antonio J. Iglesias (50% de Dwomo y en un montón de proyectos más), Nidal Kateb y Pablo Chávarri han dado a luz «El diablo baila claqué» (Granja Breat). Un álbum en el que se dan la mano, entre otros, ritmos tan adictivos como el tango, la samba o el pop menos predecible, además de una versión de The Stranglers que parece grabada en una base lunar. Cabaret de entreguerras, como les gusta apuntar a ellos mismos.