Jimena Amarillo llega al Café Sant Jaume escuchando a Goa, pide un cortado, sí un cafeliko. Hace cinco días que se ha publicado su primer disco Cómo decirte, mi amor (Mushroom Pillow, 2021) , hace dos que actuó en La Pérgola ante un buen puñado de fans que ya se sabían las letras y le regalaron calabazas y mandarinas, al día siguiente presentará su álbum en Madrid. Su debut es una magnífica colección de canciones pop en el sentido más amplio del término y sin complejos absurdos. Su futuro se antoja inagotable. Bienvenidos al siglo XXI.
¿Cuál fue tu primer contacto con la música?
Mis padres me apuntaron a violín con cinco años, mi hermano, que es mayor, ya tocaba el piano en el Conservatorio, pero vieron que aquel método no nos gustaba y me apuntaron en una academia. Empecé así, con Beethoven y muy bien. Me flipa tocar el violín. De hecho, lo he retomado este año.
¿Y lo de componer y cantar?
En mi vida había pensado en cantar. Empecé a hacerlo porque tuve una novia hace como seis años con la que tocaba la guitarra y ella cantaba de locura. Lo dejamos y ¿qué iba a hacer yo? ¿Tocar la guitarra sin cantar? Pues no. Y me puse a cantar versiones. A componer empecé hará unos tres años. Pero lo hacía de manera muy distinta a ahora. Era un rollo más Carmen Boza, que me encanta, pero que no me pega nada. Y escribía sobre el amor, las chicas… Mi vida siempre ha estado rodeada de música la verdad. Hasta hacía ballet de pequeña, aunque eso no tiene nada que ver.
¿Sigues algún hábito a la hora de hacer canciones?
Siempre me grabo primero la base, que la hago yo, y a partir de ahí escribo las letras. Llámalo base llámalo guitarra, pero últimamente empiezo más con las bases. Luego vienen las letras. A mí no me gusta decir que escribo, yo canto letras y encajo, hago métrica en plan rapera. El disco lo escribí, literalmente, de camino a clase (ríe). O en clase. Qué mal alumna (ríe).
En Ni se nota dices “Mami, yo no escribo trap”.
Es que soy una payasa (ríe).
¿Dirías que tu música es, principalmente pop, con algunas formas propias del rap?
En todas las entrevistas me hablan de pop moñas y la verdad es que le he pillado un poco de manía. Lo dije yo una vez y ya lo han repetido todos los medios. Si escuchas mi último disco verás que cada canción es de su padre y de su madre. Estaba esperando a sacar el disco para cuando alguien me preguntara por lo que hacía decirle que se escuchara el disco y me lo dijera, porque no lo sé ni yo. Es pop, pero rap también.
Sueles decir que haces canciones de amor y de desamor, pero sobre todo abundan las segundas. Es más, en una canción sobre una relación estable, «Cuando ya no me quieras», te imaginas cómo será cuando ya no estés con esa persona.
La gente decía que iba a escuchar a Jimena Amarillo para llorar (ríe) y yo en plan pensando que era superalegre y claro me pongo a analizar las letras y, vale, vale. Pero también hablo de amor en este disco. Me he dado cuenta de que se ve que soy muy sentimental. No lo expreso nunca y lo debo expresar así, en las canciones.
¿Te condiciona tu estado anímico a la hora de escribir?
Sí, totalmente. Este disco es una relación muy intensa, que me ha ayudado, me ha dolido, pero me ha ayudado mucho. Yo estoy 24 horas pensando en música, en a ver este sonido… en esa época estaba como más a full que nunca y escribía todos los días.
Tus letras son muy directas, cotidianas, cuentan historias, sin metáforas…
Huyo de enmascarar las palabras y decir frases que no entienda la gente a la primera. Escuchar, no sé, a Silvia Pérez Cruz diciendo mil cosas que tienes que descifrar me flipa, pero yo no, me gusta decir las cosas claras. Y si me tomo un café aquí contigo lo escribo. Y esa es mi manera, contar las cosas tal y como son.
En tus canciones aparecen muchas referencias o guiños a la cotidianeidad o a la cultura popular como al Mercado Central en «Cuando ya no me quieras», a Rosalía en «Cafeliko», a la Plaça del Ajuntament o el Panaria en «Solo quiero más», a los cuadernillos Rubio en «Tu cepillo de dientes», a los Sims en «Jugando a los Sims», a Instagram, Whatsapp, Twitter…
Ostias, cuantas cosas (ríe). Qué bonito el Mercado Central. No hago nada intencionado porque realmente no me sale, es como que no pienso lo que voy a hacer y lo hago. Es como cuando me propusieron hacer un disco, yo les dije ok, pero no me puse a pensar que tenía que hacer un disco porque si lo hago me voy a volver loca. Cada día iba escribiendo. Me pasaba algo, lo escribía. Pensaba algo, lo escribía. Hasta que me di cuenta de que ya tenía el disco y ¡ole! ¡Fiesta! Y ya está. Es que no he cambiado mi forma de hacer las cosas, no me puse a pensar una idea para el disco, no. Y estoy muy contenta con el resultado.
El disco incluye todo temas nuevos, quedando fuera algunos como «Quítame la pena», «Ni se nota» o «Solo quiero más», que además son muy celebrados en directo.
Quería hacer todo nuevo. Me dijeron que las incluyera, pero no me apetecía. No significa que esas otras canciones las deje atrás porque me siguen gustando curiosamente, porque podrían ya no gustarme porque soy muy cambiante. Pero pienso que pertenecen a una época de mi vida que ya ha pasado y prefiero cosas nuevas. Las podría haber incluido perfectamente porque no he cambiado mi estilo, pero no lo hice por renovar.
Hablando del disco, ¿cómo te enfrentas a su concepto, e incluso al soporte en el que se publica, siendo algo que te queda tan lejos generacionalmente?
Antes cuando hacía una canción la subía al día siguiente, no me podía aguantar, era una desesperada. Imagina lo que fue esperar el disco, no podía.
Y lo del vinilo es muy fuerte. Queríamos alguna diferencia respecto a toda esa nueva ola, new wave, de música moderna, que me flipa, pero en la que no me veo encasillada. Me preguntaron si creía que mi público compraría vinilos y les dije que, sinceramente, no (ríe), pero si me dejáis los hacemos … y los hemos hecho (ríe).
Creo que no soy consciente de las cosas. Es como que tengo que pensarlo internamente para decirme, Jimena has hecho un disco, cosa que es muy fuerte. Mis padres le dan mucha bola a esto, que si es muy fuerte lo que estoy haciendo…y yo, también flipo claro, pero estoy en mi casa viviéndolo tranquila. Igual cambia todo cuando empiece a hacer conciertos.
Has contado con varios colaboradores en el álbum Entre ellos, Pau Roca y Marc Greenwood, de La Habitación Roja.
El disco ha salido como ha salido gracias a que me he juntado con ellos y no tenían nada que ver con los sonidos actuales. Que, a veces, yo me ponía nerviosa, pero eso es lo guay. Toda la música de ahora de gente como yo trabaja con las mismas personas y se nota, a mí me gusta, pero se nota en el sonido, en las bases… Y a mí me ves trabajando con el guitarrista de La Habitación Roja y te quedas loca.
A Pau lo conocí por casualidad, a través del novio de la madre de una amiga en un bar de aquí en El Carmen. Y fue todo rodadísimo. Me dijo que me fuera a su casa a producir. Yo hacía mis demos, íbamos a su casa, él metía guitarras, algunas cosas no me gustaban pero otras al ser tan distintos salían cosas muy diferentes. De hecho, hubo un momento en el que me rayé porque me parecía demasiado raro. Pero luego pensé qué coño. Fue muy divertido, me lo pasé muy bien con él.
Fue Pau el que me dijo que iba a hablarle a Marcos (Collantes, de Mushroom Pillow), de su anterior sello, de mis canciones, que igual me llamaba. Al día siguiente hicimos videollamada, yo agobiada de no saber donde me estaba metiendo, pero livin’ la vida. Me mandaron los contratos y firmamos. Me están dando mucho apoyo, estoy muy contenta.
Y con Marc fue el toque más profesional, de editarlo bien.
También ha participado en el disco Chris Carmichael.
Fue muy fuerte. Me llevaba el violín a casa de Pau y a él le flipaba, no paraba de tocar notas largas, quería añadirlo a algunas canciones porque soy la más chula y punto. Me dijo Pau que tenía un amigo que podía meter cuerdas y obviamente, a por ello. Me pasaron las pistas, las pusimos y era una locura. Y una vez ha salido soy consciente de que mi disco tiene unas cuerdas de alguien que le ha hecho una canción a Taylor Swift (ríe). Pau es que es como yo, no aprecia las cosas en plan como tochas, no se sube a la nube, es como yo, es un chico muy en la tierra.
Seguimos con más nombres del disco, Manu Belice.
Fue como el toque moderno que le faltaba al disco, a sonidos más actuales diferentes a lo que ya tenía. Ya le conocía, pero no mucho. Quedamos e hicimos una canción en diez minutos y dijimos aquí está pasando algo. Esa misma semana hicimos dos más y así se acabó el disco. Fue increíble. La última fue “Cositas». Tenía nueve canciones y necesitaba una más. Me senté en el suelo de mi casa de antes con una base de Manu que me gustaba mucho y decidí decir cosas sin sentido. Estoy desmantelando todo mi proyecto, pero es que realmente fue así (ríe).
Y Alex Ferrer.
Pau me preguntó si quería que me hiciera él el máster. Claro, chico, le contesté. Obviamente, qué voy a decir. Yo sí sabía quién era Alex porque le hace máster a gente muy potente como Nathy Peluso, Morat… y suenan muy bien. Cuando oí el resultado flipaba, estaba acostumbrada a hacerlo todo yo, primero en un móvil y luego en un ipad.
El disco tiene una portada muy colorista, ¿Te representa?
Es de mi amigo Villoro, que lo tengo tatuado en el tobillo (lo enseña). Lo conocí hace 4 ó 5 años, siempre me ha gustado lo que hacía, sus camisetas, su ropa…, lo hace de puta madre pero no se deja ver mucho, lo hace todo como para él. Empezamos haciendo portadas de los singles anteriores. Fue quien me fue creando la imagen que tengo ahora en spotify que queda tan guapa con todos esos colores. Y obviamente tenía que ser él el que hiciera la de mi disco. No podía ser otro. Ha sido algo muy especial para los dos. Solo tiene 20 años como yo, pero es superprofesional. Ha quedado increíble. Lo que mola es que él me conoce. Yo solo le dije que quería una portada cargada con colores pastel y que fuera yo.
¿Qué relación guardas con el autotune?
La gente le tiene mucho odio. Me flipa. A mí me encanta el trap, el reguetón, la Bad Gyal y toda esa gente. No utilizo el autotune porque lo necesite, no soy la reina del mambo, pero joder he estudiado música y afino. Utilizar esos medios me parece lo más. Me gusta por cómo suena, el efecto que da… en algunas canciones le hace falta y punto. Y lo hacía aposta. Esta canción va a tener autotune y se lo subía al máximo, está medio, esta seca total… y me gustó jugar con eso. Me encanta, quiero hablar con autotune en la vida (ríe).
Planteas tus conciertos como una fiesta, animando todo el rato al público a participar.
Me gusta mucho interactuar con la gente en los conciertos, son cosa de dos. Si no me dan feedback no puedo darles a ellos. No lo concibo sin hablar con el público. Por ejemplo, Sen Sendra me encanta, lo amo, estoy enamorada, pero habla algo, di un gracias, chico, lo que sea. Necesito explicar cada cosa, decirle a alguien que se mueva si está sin bailar, al final soy como soy en realidad.
En el escenario te acompañan Manu Belice e Irene Ricart.
En los directos quiero jugar a ser rapera. No me veo con una banda en el escenario. Mis canciones no está hechas para ser tocadas por una banda con batería, guitarras, bajo…
Manu me pincha las bases como si fuera una rapera y me lanza sonidos. Es como lo que hace Bad Gyal sin ser Bad Gyal, siendo una chica que toca indie. Me encanta el contraste.
Irene es mi amiga. Empecé a cantar con ella y vernos juntas en el escenario es muy especial y muy loco. Canta, me hace coros y toca el piano muy bien.
¿Qué importancia le das a la imagen?
Me encanta. Siempre digo que mi música se relacione con mi persona, no con un personaje, porque no lo soy, qué cansancio sería ser un personaje todo el rato. Mucha gente cuando me descubre me dice que no tengo nada de pinta de hacer la música que hago y es algo que me encanta. ¿Qué te creías que hacía punk, loca? No cuido mi imagen, soy así, quiero que la gente me vea y relacione a la persona con la música.
¿Cómo ves la escena musical en València?
No soy la más indicada para contestar esta pregunta porque contactos así musicales de conocer a este o a aquella no tengo ninguno. Empecé a hacer este tipo de música sola y me daba cierta cosa no conocer a nadie, pero dejé de darle vueltas. Me gusta, por ejemplo, Carlota, que me inspiró a hacer esta música. Iba a mi instituto y le sigo desde el principio. También están Margarita Quebrada, Xenia que es lo más, Amor Butano. No los conozco, pero los escucho y sé que son de aquí.