Kiki Morente.

Las sombras cuanto más alargadas mejor, sobre todo cuando se empieza en algo. Kiki Morente y David Carmona siempre lo han tenido claro. También que, poco a poco, deberán volar solos, soltando manos sin dejar de mirar de reojo de donde vienen y buscando escribir su propia historia en el flamenco.

La sombra que ilumina a Kiki Morente es la de su padre Enrique, fallecido hace ya 7 años pero muy presente en su debut discográfico, Albaycin (Universal, 2017), cocinado a fuego muy lento y en el que el respeto por el flamenco más clásico es evidente y se supone que un punto de partida sobre el que empezar a construir un estilo más propio. Aunque producido por su hermana Estrella y Juan Carmona Camborio, el álbum (como el propio Kiki ha confesado en algunas entrevistas) sigue las pautas que marcó su padre sobre cómo debería ser ese trabajo. Hay granaínas, soleas, tangos, fandangos, bulerías, una voz que disfruta recorriendo todos lo palos y la presencia de varios miembros de Los Habichuela dando lustre y esplendor.

Manolo Sanlúcar es la sombra alargada de David Carmona. Con él lo aprendió todo de la guitarra. El maestro, que lo ha reconocido como su único heredero, le produjo su álbum Un sueño de locura (Nuevos Medios, 2017). Ocho canciones en las que la guitarra circula sin prisas, acaricia las notas, impregna al oyente de atmósferas con sentío, mientras acompaña en algunos cortes las privilegiadas voces de la mencionada Estrella Morente, Carmen Molina y Arcángel. Un disco que mira y gira alrededor de las raíces flamencas reivindicando, además, el modo mixolidio griego hermanándolo con los palos flamencos que toca y desarrolla.