Rick Treffers

Foto: Stella Blasco Berlanga.

Rick Treffers anunció la llegada del verano con un nuevo álbum de su grupo Mist, «The loop of love», casi siete años después de su última entrega. Cuesta creer que en el título no hay un guiño implícito a esa maravillosa recopilación, «The look of love», del maestro Burt Bacharach. Ambas obras comparten una filosofía expansionista del pop. En el caso de la banda de Treffers con paradas en melodías más clásicas como las de The Beatles o The Beach Boys, en la elegancia de The Divine Comedy o Nick Drake, en la atemporalidad de Love o The Smiths, en el optimismo melancólico de Belle & Sebastian, en la riqueza compositiva de Sufjan Stevens, en roces con el tropicalismo, el Elvis Costello de los primeros años, las armonías soul y hasta el trasfondo onírico de The Cure. Y ya que estamos con nombres, nada mejor que conocer el pasado para entender el presente. Estos son los recuerdos musicales de Rick, década a década, desde que llegó a este mundo, de su puño y letra.


De 0 a 10 años (1967 – 1977):

Mi padre tocaba el piano y el acordeón, así que la música ya estaba presente -¡en el sémen!- cuando nací en 1967. La música que sonó en casa estaba sobre todo enfocada al jazz, dixieland (que no me gustaba) y canciones americanas clásicas que ahora llamaríamos easy listening («Raindrops Keep Falling on my Head» y tal). De Duke Ellington, Errol Garner, Frank Sinatra y Oscar Peterson a cosas más horteras tipo James Last y la música del amsterdamés Johnny Meyer (un virtuoso en el acordeón). Me acuerdo que teníamos un LP «Trumpet-a-go-go» con éxitos instrumentales tocados con la trompeta. En la portada aparecía una mujer con pelo de oro y un grano en su mejilla. En casa no me estimularon a tocar un instrumento musical, si no recuerdo mal, pero en primaria cantabamos canciones de The Beatles y la profesora me dijo que cantaba bien. «With a little help from my friends», «Michelle»… Supongo que quería que me oyeran los demás…. En la tele holandesa había un programa llamado Top Pop, donde descubrí canciones pop de la época por primera vez: Leo Sayer («Long Tall Glasses»), Abba («S.O.S.»), Carl Douglas («Kung Fu Fighting») y The Rubettes («Foe-Dee-Oh-Dee»), entre otros. Empecé a escuchar la radio nacional en Holanda a los ocho años y seguía el «Top 40», los 40 principales de la época. Y me enganché.

Mi padre trabajaba en los años 70 en la fábrica de EMI en la ciudad de Haarlem, al lado de mi pueblo Heemstede. Era técnico en la imprenta de los vinilos. Como había siempre discos (LPs y singles) que no se habían fabricado bien del todo, mi padre llevaba cajas llenas de vinilos de todo tipo a casa (no sé si los jefes le daban permiso para hacer eso), a veces sin portada, rayados o con un sello equivocado. Así pude pillar y escuchar decenas de discos que me gustaron con sólo 10 años. Entre otros, de Pink Floyd («Meddle», «Wish You Were Here», «Atom Heart Mother», «Animals»); Yes («The Yes Album»); Queen («A Night at the Opera», «A Day at the Races», «News of the World», muy bueno); Stevie Wonder («Songs in the Key of Life», una maravilla); Led Zeppelin (todos los LPs en Atlantic y Swan Songs, me gustaban mucho); Creedence Clearwater Revival; Deep Purple; Crosby, Stills, Nash & Young; Frank Zappa; Rod Stewart («Atlantic Crossing»); The Beach Boys («20 Summer Hits»); The Beatles («Rubber Soul», «Hey Jude» y los recopilatorios azul y rojo). La primera vez que me llevó a visitar la imprenta de EMI, un sábado por la mañana, me dio el nuevo single de Van Halen: «You Really Got Me», la versión heavy de la canción de The Kinks.

De 10 a 20 años (1977 – 1987):

El primer LP que me compré con mi propio dinero en una tienda fue «If You Want Blood, You’ve Got It», el disco de AC/DC en directo. Fue en 1979, creo. Desde entonces me enamoré del hard-rock. Esto coincidió con mi pre-adolescencia. Ya estaba harto del «jazz ese raro y soso de mis padres» y necesitaba algo más cañero para escapar y encontrar nuevos caminos. Con mi primo Edgar me fui a tiendas de discos en Ámsterdam y compramos vinilos de grupos de hard-rock oscuros y desconocidos que habíamos encontrado en una enciclopedia de música (De Muziekencyclopedie de la revista OOR): Legs Diamond, Point Blank, Moxy, Stray…. También escuché un programa de radio (por la noche, con un transistor debajo de las mantas) en la BBC que se llamaba Rock Salad y comprábamos la revista Sounds que hablaba mucho de ese estilo. Esto coincidió con The New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM) a principio de los ochenta. El primer LP de Iron Maiden, «Wheels of Steel» de Saxon, «On Through the Night» de Def Leppard, «Wiped Out» de Raven y el primer LP de Angelwitch nos gustaron mucho. Y grupos como Anvil, Y &T, Motörhead, los japoneses Loudness y «Kill ‘em All», el primer LP de Metallica poco después. Teníamos una pandilla de aficionados al hard-rock. Fuimos a ver conciertos de Iron Maiden, Black Sabbath, Judas Priest, Ozzy Osbourne, Mercyful Fate, Dio, Loudness y Accept por todo Holanda. Aunque esta música parece tener poco que ver con la música que hago ahora, creo que el hard-rock que escuchaba sí tenía la pretensión de ser melódico y harmónico, mucho más que el punk o que el trash metal que vino después.

Canté en un grupo de heavy metal un tiempo, con buenos amigos (se llamaba Niggler, y luego Elixir), pero a los 17 años mis gustos cambiaron de prisa. Dejé atrás el hard-rock, tuve unos meses de afición por música más AOR (Survivor, Orion, Boston, REO Speedwagon) y rock sinfónico y progresivo (Yes, King Crimson, Frank Zappa, Al di Meola) y descubrí el primer disco en solitario de Brian Wilson, que me gustó mucho.

También fui a los chiringuitos para bailar e intentar ligar con chicas interesantes. Allí, en las discotecas en Haarlem, en 1984/1985/1986 bailaba la música de The Cure, The Smiths, Killing Joke, Bauhaus, Japan, Talk Talk, los increíbles The Sound y Joy Division, música «depre» de aquellos años que me gustó también. En esta misma época cantaba en un grupo llamado Middle Class Heroes. Teníamos temas propios  (yo sólo cantaba y escribía las letras) e hicimos versiones de Jimi Hendrix, The Doors, Rolling Stones, Iggy Pop y Joe Jackson. El batería del grupo tenía 14 años más que yo y me enseñó mucha música que apenas conocía, como por ejemplo JJ Cale, Wishbone Ash y Velvet Underground.


De 20 a 30 años (1987 – 1997):

Tomé clases de canto para intentar entrar en el conservatorio. También me «contrataron» de barítono para un coro de música báltica (Arvo Pärt y tal) e hicimos una gira por teatros en Holanda y Francia. Me gustó mucho esta música tan serena y bonita. Pero para practicar mi técnica de voz cantaba música de todo tipo. De Schubert a Jobim, de Mel Tormé a Jacques Brel, que me sigue gustando muchísimo. Otros discos que descubrí antes de darme cuenta que, realmente, quería ser compositor fueron «Sign of the Times» de Prince, «Swordfishtrombones» de Tom Waits, «Brilliant Trees» de David Sylvian y la música de Marvin Gaye, Al Green, Astor Piazzolla, Shostakovitch y Rachmaninoff. Ya vivía en Ámsterdam desde 1986 y quería ser poeta y escritor, solía abrir una botella de vino y escuchar esta música intentando escribir poemas filosóficos y relatos cortos. Muy romántico, jejeje. Cuando no me dejaron entrar al conservatorio, me dijo un miembro del jurado que le había gustado mucho la canción que había compuesto yo y que tal vez fuera buena idea seguir una carrera de compositor en lugar de una como cantante. Así lo hice al final, me compré una máquina de cuatro pistas, un coche barato, me fui a vivir en España y acabé en Madrid, en un sótano en calle García de Paredes donde compuse muchísima música nueva. Allí empezó mi vida como compositor y productor. En Holanda, mi amigo Victor Schiferli con quien toqué en Girlfriend Misery más adelante, ya me había introducido en algunos «cantautores» interesantes como Townes van Zandt y Nick Drake. En esta época escuchaba «After the Goldrush» de Neil Young, «Over» de Peter Hammill, “Rock Bottom” de Robert Wyatt, unos discos de los neoyorquinos Bongwater, música brasileña recopilado por David Byrne (Brazil Classics) y el disco homónimo de Andy Pratt. Cuando volví a Holanda, montamos el primer grupo, Girlfriend Misery, en 1993, tomando como base las maquetas que había hecho en Madrid y las que que hicimos Victor y yo como el dúo acústico Hurting Brains. Algunos amigos me dijeron que mis maquetas les sonaba al David Bowie de los tiempos de Ziggy Stardust, aunque yo no conocía estos discos aún. Ahora me encantan…

En esta época empecé a escuchar a American Music Club (California, United Kingdom), R.E.M. y Red House Painters (el segundo cd) y teloneamos a Dan Stuart y Chris Cacavas de Green on Red. A mediados de los noventa hubo otra influencia muy grande en mi vida. A través de mi amiga madrileña Ángeles y de Isabel, mi novia de aquel entonces, descubrí música española y latina que me llenaban el corazón. Me enganché a las melodías de Silvio Rodriguez, me enamoré de «Mediterráneo» de Serrat y me impresionó mucho la copla (Antonio Molina, Concha Piquer, las canciones de Lorca), así como grupos como Triana, Veneno, Vainica Doble, El Último de la Fila, Camarón de la Isla, ¡hasta Los Chunguitos! Música cálida y con buenas melodías.

También, a veces, sustituía al cantante y guitarrista del grupo de mi padre y toqué clásicos en bodas y eventos de empresas. Música de fondo, aunque a veces se bailaba (Gilbert Bécaud, Frank Sinatra, The Beatles, Elton John y cosas más horteras tipo Boney M). Por otro lado, trabajé un tiempo en una tienda y sello de música experimental y industrial, Staalplaat. Allí escuché mucha música «difícil y rara»: Esplendor Geométrico, Nocturnal Emissions, Zoviet France, Etant Donnés, Illusion of Safety y Jorge Reyes, el músico méxicano de música «prehispanica» que luego fue mi amigo durante un tiempo (y yo su tour manager). Todo esta música experimental no era exactamente mi rollo, pero aprendí que la música es más que sólo ritmo y melodía, sino también «sonido», algo que más adelante me enseñaron grupos como Radiohead.

De 30 a 40 años (1997 – 2007):

En 1997 cambiamos el nombre y a los componentes del grupo porque Ivar Vermeulen y yo nos enganchabamos a bandas nuevas de otro estilo. Descubrimos a Pavement, dEUS, The Posies (a quien teleonamos en Amsterdam), Motorpsycho, Radiohead, Palace Brothers, Smog, Smashing Pumpkins, Nick Cave, y también The Notwist y el grupo holandés Daryll-Ann, que nos gustó mucho. Durante mis viajes a España compré vinilos de música española en La Metralleta en Madrid y me hice «fan» de Niño de Murcia, un músico que en España pocos conocen, al parecer. Solía pinchar su música en fiestas en Holanda y a la gente le encantó. ¿Ecléctico? Sí, ¡¡¡ claro!!!

Entre 1997 y 2004 trabajé de periodista musical y también fue la temporada en la que Miss Universe se convirtió en Mist, por problemas jurídicas con la organización de Miss World. En esta época salió muchísima música buena a la que tenía acceso: L’Altra, Grandaddy, Sparklehorse, Hood, Kings of Convenience, Calexico, Vic Chesnutt, Tunng, The Divine Comedy, South San Gabriel, Arto Lindsay, Air, Perry Blake, Third Eye Foundation, Francoiz Breut, The White Birch, música que seguramente me ha influido a la hora de hacer mis discos. Cuando compuse los temas de «We Should Have Been Stars» había estado escuchando muchísimo «Pet Sounds» (Beach Boys), «Songbook» (canciones de Burt Bacharach y Carole King) y «Al Final de este viaje» de Silvio Rodríguez. Un poco después, descubrí el disco «Befriended» de The Innocence Mission, que sigue pareciéndome una pasada, belleza y melancolía acústica con melodías muy fuertes. Por otro lado, me adentré en el postrock. Me moló mucho “TNT” de Tortoise y “Lift Your Skinny Fists to Heaven…” de Godspeed! You Black Emperor. A través de Astro Discos descubrí también a Manta Ray y Schwarz y me encantaron los dos.

Dicen que las personas se forman musicalmente hasta los 30 años y que después ya no se interesan tanto por cosas nuevas. Es verdad que cuando me puse a grabar y producir mis propios discos, ya tenía tanta música en mi cabeza y mis venas que apenas descubrí cosas nuevas realmente interesantes a partir del año 2006. Pero siempre hay excepciones.

De 40 años a la actualidad (2007 – …):

Uno de los pocos grandes descubrimientos que he hecho en la última década es Loney Dear, un músico sueco que ha hecho 5 discos maravillosos. Me identifico mucho con su música y su sensibilidad melódica, sus arreglos divinos, la textura. He ido a verle en directo varias veces. Transmite mucho, sobre todo en espacios pequeños. Le he enviado «The Loop of Love», a ver si me dice algo, jejeje.

Hablando de espacios pequeños, organizé muchos conciertos en casas en Holanda, Alemania y España bajo el nombre de Live in the Living, y allí he aprendido «jugar» con la acústica de los espacios, la dinámica, el poder del silencio. He aprendido a cantar más bajito, para que la gente esté más cercana aún. También, por este aspecto del silencio, me parecieron una pasada discos como “Blemish” de David Sylvian y también los últimos de Talk Talk y el de Mark Hollis en solitario. A través de un fan-amigo francés conocí también a un tipo llamado Birch Book, que hace música acústica muy bonita con instrumentos que ha construido él. Es un desconocido, relativamente, pero su música es bastante genial y totalmente auténtico. Uno de los artistas con quien colaboré en estos conciertos íntimos es Matt Elliott, de Third Eye Foundation. Se ha convertido en alguien que hace música muy intensa con una guitarra española y su voz, mientras sus discos anteriores tiraban del drum ‘n’ bass. Muy impresionante e inspirador. También auténtico, algo que en la música popular de hoy es difícil de encontrar. Muchos grupos que veo en festivales tocan, cantan y suenan de puta madre, pero a veces todo me parece demasiado perfecto. Por eso, por ejemplo, un grupo como Fleet Foxes, nunca me han podido emocionar.

Entre 2007 y 2010 hice tres discos en holandés. Aunque la música popular en holandés no me gusta mucho, hay algunos grupos más alternativos que me han encantado siempre, tanto musical como textualmente. De Kift, André Manuel y Spinvis. Tienen letras poeticas, ingeniosas, auténticas que suenan bien, algo difícil en este idioma tan «raro».

¿Y ahora? En el Spotify tengo en este momento a mano a John Grant (grande), Father John Misty, Damien Rice, Midlake, Bowerbirds, Sufjan Stevens (!), Tame Impala, Tom Zé, Morton Feldman y Philip Glass. Y me dejo arrastrar también por la música de mis compañeros de mi nueva banda Gilberto, Sergio, Javi y Remi y por la de mi amiga Ana Béjar. Nada mejor que compartir músicas entre amigos.