«Carla Simpson», «A fuego lento», «Deborah», «Holgazaneando»… las canciones de Vamps eran (y son, para qué engañarnos) irresistibles. Esa mezcla perfecta entre punk y glam, de estribillos adictivos, se tradujo en un fantástico disco a finales de los ochenta. José Vicente Ferrando (guitarra y voz del grupo) viaja hasta entonces para recordar todo lo que envolvió a la formación de la banda y a la grabación del álbum.
«Vamps», Vamps (DRO, 1987)
Para cualquier seguidor de la música que llegaba de EEUU o de Inglaterra, desde The Velvet Underground a los Ramones, pasando por Bowie, Alice Cooper y muchos otros, uno de los lugares de referencia en Valencia en los primeros 80 era un pequeño bar con nombre evocador, Pyjamarama, en los aledaños de la calle Pelayo. Regentado por Manolo Alcalá, desgraciadamente fallecido, era uno de los pocos sitios que no sucumbió a la moda techno y donde podía escucharse todo esto y más. En ese lugar, entre canciones de Johnny Thunders o The Cramps, fue donde se gestó el germen de Vamps.
No era difícil dejarse llevar por la desvergüenza y el atrevimiento que proponía el punk para intentar emular a los ídolos, pese a no poseer ninguna pericia instrumental, con el único bagaje de infinidad de horas dedicadas a asimilar conceptos e imagen de aquellos a los que admirábamos. Como tampoco lo era encontrar iguales que, con la misma inconsciencia, fueran capaces de sumarse a la aventura de formar un grupo con, en principio, la finalidad de pasar un buen rato y en el mejor de los casos poder tocar en alguno de los escenarios que acogían entonces a los grupos que empezaban, como Gasolinera.
Tras varios cambios en la formación inicial, tanto de miembros como de nombre, básicamente por diferencias de criterio en el estilo que debíamos adoptar y en las influencias que debían servirnos de referencia, con el grupo definitivamente consolidado, el siguiente paso obvio era la grabación de una maqueta en uno de los estudios locales para darse a conocer a través de Radio Klara, donde Miguel F. Jim, con tanto entusiasmo como escasez de medios, se dedicaba a promocionar a grupos emergentes. Lo que hicieron personajes como él, Eduardo Guillot, Manolo Rock y otros, por el ambiente musical en Valencia nunca se agradecerá bastante. Pero fue la tenacidad del fan la que definitivamente nos brindó la posibilidad de grabar un disco.
La escasez del público asistente a los conciertos de Alaska y los Pegamoides, grupo con el que compartíamos muchas de nuestras influencias, facilitaba la posibilidad de acercamiento al grupo y, como no, mostrar con toda la desfachatez del mundo que nosotros también éramos capaces de hacer aquello que admirábamos en ellos haciéndoles partícipes de las grabaciones que habíamos realizado. Si la respuesta que recibimos por su parte superó nuestras expectativas iniciales, proponiéndonos que fuéramos teloneros de algunas de sus actuaciones, la sorpresa fue mayor cuando nos brindaron la posibilidad de contactar con DRO para la grabación de un LP.
Quizá influyó el hecho de que previamente habíamos grabado en un estudio en condiciones dos temas que sonaban francamente bien, y por esa parte el coste que nos supuso mereció la pena, para que la acogida por parte de DRO fuera satisfactoria, dejándonos además libertad de elección para el resto de los temas. La producción corrió a cargo de Servando Carballar que, si bien añadió brillantez al sonido, le restó parte de la frescura y fuerza que tenían nuestras maquetas. No obstante, para cualquier oyente avezado no es difícil descubrir en cada uno de los nueve temas del disco guiños, cuando no influencias notables, de todos aquellos a los que intentábamos emular, desde The Jesus & Mary Chain o Sigue Sigue Sputnik a los antes citados.
El hecho de que Olvido Gara participara a la voz de un par de temas incluidos, no fue suficiente para que las ventas pudieran satisfacer las expectativas de la compañía ni las nuestras propias, con lo que la aventura no tuvo continuidad. No pasamos de ser un grupo de culto, o eso dicen, pero nadie nos puede quitar la satisfacción de habernos sentido Marc Bolan o Joey Ramone en algún momento de nuestras vidas, y eso no tiene precio.