No es habitual que un músico lo deje todo cuando toca el éxito. Y menos si eso ocurre dentro de la escena indie de este país. Xoel López lo hizo. Saturado del ritmo de vida (personal y musical) que le imponía su estatus, metió a Deluxe en el armario, cogió la mochila y se fue de viaje a Latinoamérica, sin saber cuando volvería, ni dónde iría. De ese viaje introspectivo, pero a la vez de descubrimiento exterior, nació «Atlántico» (Esmerarte).
Un álbum que podría definirse como geográfico. Impregnado de las tierras, músicas y gentes con quién Xoel se cruzó y compartió vivencias. Predomina la influencia de un folclore latinoamericano, pero que al mismo tiempo puede sonar cercano a sus orígenes gallegos. De hecho, no sería descabellado pensar que el siguiente paso que dará el cantante será componer en la lengua de su región. Ya viró del inglés al castellano; y de este a sus raíces del otro lado del charco. Un viaje paralelo (si bien, con otros tiempos) al que realizó físicamente.
De todas formas, la querencia de Xoel por el folklore (ahora con «k», aunque podría ser con «c») no es nueva. En su aventura como Lovely Luna ya se dejaba seducir por esos ritmos y, aunque en aquellas canciones el protagonismo pertenecía más a la tradición estadounidense, ya aparecían (o al menos así se descubre ahora, oyendo aquellos temas, pasado un tiempo) algunas gotas que invitaban a pensar en su nueva identidad actual.
Ya desde el título, «Atlántico» (¿un guiño al «Mediterráneo» de Joan Manuel Serrat?), Xoel reivindica su nueva paleta sonora y la procedencia de la misma. Reposado sería un adjetivo que también cuadraría con las canciones del disco. Pero tal vez, sea consecuencia de cierta espiritualidad (bien entendida, nada que ver con experimentos mesiánicos en la línea de Bono, de U2) que recorre el conjunto y contagia al tempo del álbum. El cantante repite en la producción con Juan de Dios Martín, como si en este salto vertiginoso hacia lo desconocido, necesitara un arnés de protección.
El rumbo que tomará, a partir de ahora, la carrera de Xoel es un enigma. Si nos atenemos a lo profético que puede tener, en ocasiones, la última canción de un disco, «El asaltante de estaciones» (tema que cierra el álbum y que empieza con aires setenta en la estela de Vainica Doble; pasa por un momento tropical con ecos de la sintonía televisiva de Batman; y termina con melodías pop que conectan con su carrera anterior) le acerca más a El Guincho que a Julieta Venegas.