Ona nua es Josep Pérez y Josep Pérez es Ona nua. El proyecto personal de un músico que toca con Òscar Briz, Aljub o Néstor Mont. “Un gat i l’home al seu costat” (Mésdemil) es su debut discográfico. Un álbum en el que el pop, el folk, los sonidos mediterráneos, las melodías íntimas, … insuflan vida a las trece canciones que lo componen. Una versión de Elliot Smith, dos adaptaciones de Estellés, una oda al olor de los tomates, una reivindicación de la vida en el campo, … una ópera prima para disfrutar de principio a fin.
Después de tanto tiempo colaborando con otros músicos, ¿qué te lleva a emprender un proyecto más personal? ¿Por qué has optado por un nombre artístico y no lo has grabado con tu nombre y apellido?
Hay dos motivos principales. En Plastic Smile, el último proyecto de grupo que tuve, ya empecé a darme cuenta de lo complicado de tener un grupo aquí en España, nadie quiere pagar por contratar una banda y así es casi imposible que subsista el proyecto. Prácticamente sobrevive a base de ilusión en común. Y eso no es suficiente, ha de haber un rédito económico, aunque sea mínimo. Si no, al final, las preferencias caen por su propio peso. De esta manera empecé a hacer conciertos durante casi dos años con estas canciones, sin pretender siquiera grabar nada. Solo disfrutar cantando. Un espacio de libertad total. Y el otro motivo viene provocado por un cambio de vida gradual hacia una vida más relajada en el campo y posiblemente más introspectiva. Son impulsos, ha sido poco premeditado. El seudónimo lo tenía reservado hace unos 10 años también y he elegido hacerlo así porque todavía existen bastantes prejuicios acerca del mundo de los cantautores. Y no me siento muy identificado con ese concepto que connota en general el adjetivo. Y también porque yo disfruto haciendo muchos otros estilos musicales y quería sentirme libre de decidir en un futuro próximo otros estilos sin tener que estar pensando si es coherente o no con la idea que otros se hacen de mi música. Simplemente Ona nua es mi faceta más íntima y acústica. Creo que está bien separar la parte privada de la artística.
¿Cómo llevas que ahora el peso de la responsabilidad recaiga sobre ti?
Por una parte es ventajoso porqué puedo defender el disco yo solo con la guitarra y un bombo, y entonces me da mucha libertad a la hora de cuadrar una agenda de bolos. Puedo tocar en sitios donde paguen poco o la acústica del lugar no se adapte a una banda. También intento improvisar bastante en los conciertos a nivel de repertorio y en solitario es fácil. Aun así siempre me he sentido muy responsable en los proyectos de grupo que tenía anteriormente. Evidentemente me gustaría hacer muchos conciertos con la banda que tengo para el directo, son grandes amigos y excelentes músicos y quisiera mostrar el disco en su plenitud. Me acompañan Luis Besa a la batería y coros, Xavi Alamán al bajo y coros y Abraham Rivas a los teclados y coros. Todos ellos ya estaban conmigo en Plastic Smile y es un absoluto placer dejar mis canciones en sus manos. Pero cualquiera que tenga una banda entenderá rápidamente la dificultad que supone tener buena continuidad en este formato. Vivimos un momento dulce en cuanto a música en directo, pero esto no se traduce en hacerlo en condiciones mínimamente dignas. Aun así los cuatro estamos muy ilusionados.
Todo ese trabajo, de estos años, con otros músicos, ¿cómo se ha traducido y en qué en tu disco?
He tenido muchísima suerte en poder compartir estos años musicales con artistas como Óscar Briz, Néstor Mont, Aljub o dELADO. Todos ellos en su conjunto supongo que me han hecho profesionalizarme y también han hecho que mi visión de la música se convierta, progresivamente, en un oficio, como un electricista, un panadero o cualquier otro. Somos artistas, pero también trabajadores. Este tema es interesante que se vaya tratando. Vivimos una realidad laboral y fiscal desastrosa. A nivel del disco las producciones que he realizado en estos 10 años me han servido para entender mejor el proceso y los elementos que lo conforman. Me interesa más la economía y la simplificación que el relleno excesivo.
Es un álbum con cierta querencia por el folk americano, pero con una presencia mediterránea muy palpable. ¿Ha sido intencionado? ¿Te costó encontrar ese equilibrio?
Creo que eres el primero que matiza este hecho. Sí, es intencionado. El disco bascula entre el peso de la batería y el peso de los panderos orientales y mediterráneos. Así como un ligero acercamiento a la música africana (arpegios y finales de canción libres y repetitivos) De toda la música que he ido escuchando estos años me doy cuenta que me interesa cada vez más la calidez del sonido. Los panderos y las cuerdas en general tienen esta característica. Músicos como Avishai Cohen o Dhafer Youssef utilizan estas sonoridades, cada uno en su estilo. Es una cuestión de texturas. Quiero pensar que sí que he conseguido ese equilibrio. Era consciente, tanto yo como Tony García, y estamos muy contentos con el resultado. Si se ha conseguido o no lo han de decidir los que escuchen el disco. Buscábamos un sonido común entre todas las canciones aun sabiendo la heterogeneidad entre ellas. Queríamos que fuera un disco exento de los patrones de la moda. Que sonara bien, que apeteciera escucharlo repetidamente y no cansara. Las modas de producción han hecho mucho daño respecto a las tendencias en el sonido y en multitud de casos se sacrifica la calidad por la extrema compresión y la sobre-excitación en frecuencias. No queríamos eso.
Al margen de tus letras, en las que has puesto especial atención en cuidarlas, pones música, en dos ocasiones («Llàgrimes», «D’un any») a Vicent Andrés Estellés y cantas una letra de Marcel.la Payà. ¿Por qué despertaron tu interés? ¿Trabajaste estas canciones de manera diferente a las otras?
Es mucho más fácil trabajar sobre letras ya existentes que tener que construirlo todo de cero. Al menos en lo que a mí respecta. Las dos letras de Estellés cayeron muy rápidamente. «D’un any» me cautivó por el costumbrismo que rezuma e intenté darle un punto de melodía poco cómoda para sacarla de ese contexto de fallas, quería un ambiente lejos del pop. Y «La Collita» es una poesía dura y directa que sintetiza una sensación de violencia que yo comparto y siento proveniente de los estamentos del poder en general. La letra de Marcel.la es una historia más casual. Yo hice esa canción para la boda de su hermano, al tiempo quise recuperarla con una letra más personal y vi conveniente que ella se encargara de ello. Tengo una sintonía muy especial con ella de siempre y sabía que cualquier cosa que ella escribiera sobre música mía iba a compartirla, y así ha sido.
En el disco incluyes una versión de Elliot Smith y en «Viure en el camp» recreas un fragmento del «What’s going on» de Marvin Gaye. ¿Por qué elegiste el tema de Smith y por qué ese guiño/homenaje en la última canción del álbum?
(Risas)… eso lo suelo hacer en directo. También recreo el «All along the watchtower» al final de «Llàgrimes» en los conciertos. Elliott Smith me gusta mucho, tengo cierta atracción por los artistas atormentados, escritores músicos, pintores, da igual. Me apetecía un reto así con una canción directa, de 2 minutos y pico e intentar conservar su ambiente nocturno, de alcohol y sinceridad. En el caso de Marvin Gaye pues resultaba atractivo acabar el disco con esta letra tan potente que se pregunta «¿Qué pasa que no hay más amor en el mundo?». Es un canto antibelicista y de liberación. Aun así nació de mis interpretaciones en directo y lo he mantenido. Me gusta hacerlo de vez en cuando para aligerar mis canciones y regalar un momento suave a las escuchas.
¿Qué otros musicos y grupos te interesan al margen de Smith y Gaye?
Pues muy variado la verdad. Me gusta Ballaké Sissoko, Rokia Traoré, Joan as pólice woman, Lucinda Williams, P.J Harvey, Enrique Granados, Chet Baker, Ferran Palau, Albéniz, Satie, Silvio Rodriguez… muchos, infinitos, (risas). Todos los que aporten un poco de belleza en general.
¿Que papel han desempeñado los músicos que han grabado contigo en el resultado final del disco? ¿Son simples ejecutores o les dejas aportar cosas?
Esta pregunta también me parece interesante. Pues verás, no les he marcado nada en absoluto. Esto también era una prioridad para mí, quería estos músicos por quienes eran, no tanto por el instrumento que tocan. Abraham y Xavi son dos músicos tremendamente intuitivos. Con Abraham hicimos un par de sesiones con guitarra y piano, íbamos viendo qué tipo de arpegios eran más idóneos para arropar la voz y ya. Cada acorde y cada nota la decidió él mismo, si confías en un músico has de dejarle disfrutar y si él disfruta la música crecerá. Con Xavi esto se llevó al extremo. Me pidió que le pasara previamente los audios para mirarse cosas en casa y le dije que era mejor que no. Vino a casa tocó sobre ellos y en una sesión siguiente los grabó. Quería líneas frescas poco pensadas. En el caso de Mouni también fue igual. Fui a Santa Pola una tarde, en su casa, le puse los temas y le dije que tocara lo que quisiera. Son grandes músicos. Yo quería su visión musical de mis canciones, no que fueran ideas de Josep trasladadas a otro instrumento. Estoy muy contento de su trabajo, muchísimo.
¿Cómo ves la escena musical en Valencia?
Muy viva. Más que nunca. Hay grupos muy diversos haciendo gran calidad. Desde el folk y lo tradicional, al pop, al indie, hip-hop, rock… los músicos valencianos se han librado de los complejos ahora falta que les suceda lo mismo a los programadores de eventos.
Hay una intención (desde el título del disco pasando por tu forma de cantar, o las letras, las melodías,…) por transmitir cierta cercanía, intimidad, … ¿eso cómo lo vas a traducir en los directos?
Así es como hay que defender las canciones, con esa intimidad. Pero a la vez hay momentos de intensidad relativa en cada canción. Esto lo potencio en directo e intento que el concierto vaya de menos a más y tenga vida y cierta dosis de rock. Veremos cómo va creciendo la banda.