Paco Ibáñez es el profesor que todos hubiéramos querido tener en el instituto. El lunes pasado llenó el Teatro Olympia. De blanco (el pelo) y negro (zapatos, pantalón y camisa). Apoyando una pierna en el asiento de una silla y la guitarra en una de sus rodillas. Estuvo parlanchín, recordando pasajes de su vida, anécdotas, trazando un buen perfil de Casado, Rivera y Abascal. Pidiendo a los valencianos que no dejen nunca de ser iconoclastas. Y cantó desde el corazón y el estómago. Rafael Alberti, José Agustín Goytisolo, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, Antonio Machado, León Felipe, Alfonsina Storni, Pablo Neruda,… Más de dos horas con descanso incluido. El público en pie. ¡Paco! ¡Paco! Se pedía un bis. Unos querían La mala reputación, otros A galopar. Ni una ni la otra, volvió a salir a saludar, pero no hubo bis.
El sábado, por la mañana, Vancouvers en la Pérgola de La Marina no se dejaron ninguno de sus clásicos. King Disaster cerró el concierto en todo lo alto. Un punto final perfecto para una refrescante descarga de rock and roll, tan enérgico como melódico. Entre aquello que se llamó sonido Malasaña y ese concepto tan difuso del indie. Perfectamente engrasados, con mucha actitud y disfrutando de estar encima de un escenario. Un viaje en el tiempo con un grupo que nunca tuvo la suerte que mereció y al que le salían las buenas canciones por las orejas. Hasta el mal tiempo que parecía amenazar la jornada tuvo que rendirse ante el despliegue sónico. Una impecable lección que ningún músico debería haberse perdido. Una reunión que supo driblar los aires nostálgicos. Antes, Luis Prado mezcló con habilidad y su maestría habitual un setlist con Dire Straits, Blondie a ritmo de ragtime o temas de Señor Mostaza y de su primer disco con su nombre.
Por la tarde, el Magazine se llenó para ver la puesta de largo de Chaval, el trío formado por José Guerrero, Jussi Folch y Marcos Junquera. Dos terceras partes de lo que fue Betunizer con un Aullido Atómico/Retraseres completando la formación. Precisamente, el título de un tema de la extinta banda, El ritmo que tú tienes, sería la mejor forma de definir la propuesta. Ritmo. Ritmo a partir del cual se van articulando las canciones. Una suerte de funk sincopado, con mucho groove, que rápidamente contagió al público que se puso a bailar hipnotizado por lo que parecía magia tribal. Porque algo de ancestral y de dejarse llevar tenían las canciones. Lo bueno de Chaval no es solo lo que ya ofrecen, sino lo que apuntan que van a hacer. Con la libertad creativa de Za!, la elegancia espasmódica de Gang Of Four, el músculo de Girls Against Boys o avanzadillas de aires africanos o tropicales que buscan grietas por las que colarse.