Sempere. Foto: Sonia Díez.

El amor. El desamor. Valencia. Las historias cercanas. La ironía. Las palabras como avispas. El primer LP de Sempere (Polonio, LeChuck, Pequeño Animal,…), de título homónimo, se edifica en torno a ello y a muchos más cimientos. Ajeno a las canciones inmediatas, apostando por las melodías de largo recorrido. Exprimiendo esa primera conjugación que tan bien representan los verbos paladear, degustar y saborear.

En tu anterior trabajo, el EP El hijo pequeño, te encargaste prácticamente de todo, mientras que en Sempere contaste con muchas más colaboraciones, ¿por qué se produjo ese cambio? ¿Compusiste las canciones pensando en ello?

No compuse las canciones pensando en ello. Pero un disco siempre es, de alguna manera, la respuesta al anterior. Además de subsanar algunos errores que creo que cometí en ese EP, me apetecía que entrara algo de aire fresco en las nuevas canciones, ensimismarme menos. Por otro lado en este disco ya tenía una banda con la que solía tocar en vivo, así que era muy natural hacerles partícipes.

Otra de las diferencias entre ambos trabajos es que el concepto disco parece más presente en Sempere.

Sí, la gran mayoría (hay un par que tienen más tiempo) de las canciones las escribí durante los dos años anteriores a la grabación del disco. Cuando acabé el EP ya empecé a escribir nuevas cosas.
 El hijo pequeño eran canciones que tenía pendientes en un cajón y que había escrito mucho tiempo atrás, cuando yo tenía 26 ó 27 años.
 Sempere es un disco que refleja mejor su momento. Pertenecen a un ciclo concreto y la fase de composición y la de grabación están muy cerca. Eso hace que sea una colección más coherente. También tenía claro el concepto global en cuanto al sonido: el cuerpo me pedía algo más orgánico, a diferencia de en El hijo pequeño. Pensaba siempre en la palabra «madera»: guitarra acústica y voz en primer plano.
Por otro lado, y esto es un poco circunstancial, todas la canciones hablan de amor o de sus derivados menos nobles.

Entre ambos discos grabaste Canción de amor a Russian Red, un tema que puede entenderse como puente entre aquel EP y el disco grande, y que curiosamente es la canción más instantánea de tu repertorio.

Canción de amor a Russian Red es un tema que iba a entrar en El hijo pequeño pero me di cuenta al terminarlo que poco tenía que ver con aquel EP. Es una canción folkie (a la vez que un intento de parodia de cierto folk) y deliberadamente pop. De vez en cuando me gusta tratar de hacer este tipo de temas más directos.

¿Por qué tuviste la necesidad de publicarla en tu bandcamp?

Me parece bonito el concepto «single», lanzar una canción sin ningún contexto.

¿Por qué no la recuperaste luego en Sempere?

No entró en el LP porque la sentía ya lejana, y porque había escrito otras nuevas que tenían prioridad. Pertenecía a otro momento.

Sempere es un disco de largo recorrido, de esos que se van descubriendo con cada escucha, prolífico en detalles, matices, arreglos.

Mmm, me lo tomo como un cumplido. Mis discos favoritos suelen ser los que necesitan tres escuchas como mínimo para que se produzca el «flechazo». Luego esos discos se quedan mucho tiempo (algunos para siempre). Ojalá a alguien le pase lo mismo con el mío.

¿Cómo evitabas que la composición de esas canciones no se eternizase dada esa naturaleza detallista?

Es difícil dar por terminada la producción y arreglos de un tema cuando tienes un estudio en casa y puedes modificar las veces que quieras… Esto puede llevarte al hartazgo y la confusión. Ese es el peligro. Es bueno tener límites económicos o temporales. Generalmente lo primero que tiene que pasar es que el tema «funcione». Que camine solo. Que no necesite nada más. Por otro lado el camino recorrido en Sempere ha sido a la inversa de lo que suele pasar.
 He trabajado, en todo caso, para simplificar. Para quitar en vez de añadir. No creo que haya muchos arreglos en este disco, lo que ocurre es que los arreglos y detalles que hay están porque sentía que tenían que estar, porque los oía en mi cabeza cada vez que me ponía la base de la canción.

¿En ese proceso de composición y hasta la grabación misma estás abierto a aportaciones de los músicos que participan o el proceso compositivo es exclusivamente algo tuyo?

Sempere es un vehículo para dar salida a mis canciones. Llevo haciéndolas toda la vida y con 38 años necesito que tengan un lugar. He publicado muy poco. 
Pero estoy abierto a opiniones y aportaciones de otros músicos amigos en los que confío. Entre ellos los músicos que tocan conmigo y que conformamos una verdadera banda en directo. Rafa Estrela y Lourdes Casany, por ejemplo, me dieron puntos de vista muy valiosos cuando les iba enseñando las canciones.
También tengo muy en cuenta el feedback de algunos familiares y amigos. Luego, claro, tienes que seguir tu instinto. La canciones no, pero la producción o la parte más técnica pueden ser modificadas hasta el minuto antes de ser mezcladas (a veces incluso un minuto antes de ser masterizadas….

Las letras tienen mucho de costumbrismo, de cotidianidad, de situaciones reconocibles, ¿no tienes miedo que por eso mismo algunas puedan perder su significado dentro de un tiempo?

Es interesante esto. Se ha subrayado lo del costumbrismo. Yo creo que es un disco de contrastes.
 Si me pongo a analizarlo creo que hay una serie de canciones con un lenguaje más narrativo, costumbrista, que son en las que me pongo en la piel de un personaje. Estoy pensado en Ruzafa, Entrañable o Periódicos antiguos. Estas canciones están inspiradas en parte en mí y en parte en gente que conozco, historias que me han contado o que simplemente me imagino. Por otro lado no diría que Blanco, Cae la Noche, El pan de los ángeles o Valencia sea canciones costumbristas o que traten esa cotidianeidad más pop a la que te refieres. Creo que tienen un tono más poético, alegórico o romántico. Imagino que muchas veces mezclo las dos cosas.
En cuanto a lo de si tengo miedo, sí se me ha pasado por la cabeza la caducidad de esos guiños tan del contexto actual, pero realmente pienso que si la canción es buena las cosas se sobreentienden y pasan ese filtro sin problemas. Ya veremos como las trata el tiempo.

Es un disco pop, que por el trabajado desarrollo de las canciones y su impecable resultado final, parece que sea al mismo tiempo una reivindicación de un estilo de música al que desgraciadamente, hoy en día, se le sigue tachando de simple, accesible o blando.

El pop es algo tremendamente amplio. Pop es St Vincent o XTC, pero también Parchís o Taylor Swift.
 Antes si me preguntaban qué música hacía siempre decía «pop». Precisamente porque cabe todo y discrimina poco. Ahora me sale menos natural decirlo. En mi música hay claramente mucha influencia del pop: la importancia de la melodía, el intento de hacer algo bien «construido» en 3 minutos. Pero por otro lado creo que, al menos en este primer disco, hay también algo de canción de autor (pienso en Serrat, Drexler o el primer Ramón Muntaner, por ejemplo) y una pizca de muchas otras cosas. Por ejemplo, mi manera de utilizar la armonía tiene, a veces, más que ver con ciertos giros propios del jazz o la bossa que con lo que se suele entender como pop en el mundo más o menos indie. 
No digo que yo haga jazz, ni de coña. No vengo de ahí ni tengo esa formación. Pero sí creo que me han influido muchos compositores de pop o folk que a su vez se han inspirado en el jazz o en otras músicas: Joni Mitchell, Elvis Costello, Spinetta, o el propio Serrat, por decir algunos.
No trato de reivindicar nada realmente, no creo que yo haga música de género. Sólo trato de hacer canciones que me emocionen. Que digan algo honesto de mi, musicalmente y líricamente, con la esperanza de que también digan algo de algún oyente.

Vuelves a encargarte de la grabación, la producción y las mezclas. ¿Has pensado alguna vez en que alguien más participe en ese trabajo (o lo asuma) para tener un punto de vista externo o tienes tan claro cómo quieres que sean las canciones que no lo necesitas?

Sí que lo he pensado. De hecho ése era el plan para Sempere. Lo que ocurre es que este disco me atropelló un poco. Cuando ya tenía un repertorio listo empecé a hacer canciones nuevas que no esperaba hacer, y las iba grabando en mi estudio. En principio eran demos pero me las acabé currando hasta llegar al sonido del disco.
Yo me considero, además de compositor, productor, así que suelo tener una visión en cuanto al sonido de las canciones que escribo, pero sí me gustaría en futuros trabajos delegar y centrarme en la interpretación y algunos arreglos. Todo depende también del dinero del que dispongas, los estudios son caros. Me gustaría trabajar, por ejemplo, con Carlos Soler, que ha masterizado el disco y con el que tengo buen feeling. Es muy fino todo lo que hace.

Muchos músicos optan por refugiarse bajo un nombre artístico, pero tú has elegido tu apellido para ello.

Me canso fácilmente de los nombres artísticos. Pensé en varios pero no daba con ninguno que me hiciera «click». Así que publiqué bajo mi nombre, del cual, aunque me canse, no me puedo desprender.
 Podría haber sido Jordi Sempere, pero Sempere era una sola palabra,
suena más directo y además muchos amigos me han llamado así muchas veces.

¿En qué medida tus anteriores aventuras musicales crees que se reflejan en el disco?

De todo se aprende, por supuesto. Llevo tocando desde que era, literalmente, un niño. Con 13 años me metí en mi primera banda… Y la música es un camino de aprendizaje continuo.
 En Polonio, por ejemplo, aprendí mucho sobre estar en un escenario y disfrutarlo. Y he aprendido, y sigo haciéndolo, de amigos músicos con los que he tocado mucho y admiro. Toda la banda que me acompaña actualmente (Sandra Ferrer, Ximo Carbonell, Ana Agustí, Rafa, Lourdes… ) y otros como Fernando Guirao, Ezequiel García, Mar Casany, mi propio hermano y un largo etcétera que no cabría aquí.
También llevo 10 años componiendo música para publicidad y diferentes proyectos audiovisuales y eso es un máster permanente en producción porque cada trabajo es un mundo y te metes en camisas de once varas, musicalmente hablando, que siempre son un reto.

La portada es de Patricia Bolinches, ¿por qué la elegiste a ella?

Sandra Ferrer, amiga y violinista en este disco, me pasó el Instagram de Patricia pensando que me gustaría. Efectivamente en seguida me encantó su mundo y pensé que sería una buena opción para la portada. Sólo tenía claro que no quería aparecer yo (ya lo había hecho en el anterior EP, un gran trabajo de María Gómez-Senent y Patricia Gázquez) y tampoco quería la típica ilustración… Sus collages me parecieron preciosos y evocadores. Y muy bien hechos, técnicamente. Simplemente contacté con ella, sin conocerla de antes. Le pasé mi música, le gustó y se puso a ello con total libertad.
 Me hizo tres propuestas gráficas y con una de ellas sentí una conexión inmediata.

¿Le diste alguna indicación?

Solo le dije unos cuantos conceptos básicos sobre el disco, pero al ver la portada me pareció que Patricia sabía mucho más de lo que le había contado…
 Fue un acierto y una suerte contar con ella.

Publicaste una lista en spotify de 34 canciones titulada «La música detrás de Sempere» en la que convivían Beck, Serrat, Fleet Foxes, Paul McCartney, Caetano Veloso, Elvis Costello, Ron Sexsmith, Fiona Apple o Bruce Springsteen. ¿En qué medida crees que todas esas canciones están presentes en el disco?

Sí, publiqué esa lista porque era mucha de la música que estaba escuchando cuando componía las canciones de mi primer LP, o bien cuando las producía. Todos esos discos están presentes pero por razones diferentes. Por ejemplo, del Morning Phase de Beck me gustaba mucho el tratamiento de la voz y el tipo de reverberación que utiliza. Eso es algo más técnico. Hasta la raíz o Mujer divina, de Natalia LaFourcade son discos que tenía presentes mientras componía. Algunos discos de Camille, Richard Hawley, Blake Mills o Paul Simon, lo mismo.
 A mí me gusta mucho saber qué escuchan mis artistas favoritos, las bambalinas de la música, así que pensé que podría ser de interés para los que siguen mi trabajo.