El segundo disco de Samuel Reina, Simulacros de naufragio (Primavera d’Hivern, 2019), es como un triple salto de los que se ven en las competiciones de atletismo. Una continua expansión de su manera de entender el pop, que marca diferencias con su debut, Alarms (Globo Records, 2016), más allá de que ahora cante en castellano y no en inglés y no esté tan presente su vena folk. Se trata de un álbum que reescribe su manera de componer y de cantar y, por ello, ideal para esta sección, Una a una, en la que los músicos explican sus creaciones sin intermediarios.
1- Tiembla
Buscaba un tema que me sirviera de transición entre este y el anterior disco. Tiembla es una canción que creo me define en su totalidad. Hay en ella una pretendida intención de huir de lo obvio como de la peste, su producción es sucia y su significado es estrictamente simbólico. Es un terreno en el que me siento realmente a gusto.
2- Simulacros de naufragio
Tono Hurtado (bajista y productor del disco) apostó por darle un carácter más enérgico y subrayar, de ese modo, el cambio de registro entre ambas canciones. Vivimos conformados por simulacros. Esa es la impresión o idea recurrente que gira en torno al disco. En un mundo en que se valora el éxito por encima de todo, entendí el poder seductor del fracaso, la necesidad de vivir en la pérdida. Encontré un sentido de la dignidad en mis experiencias más estériles, más duras.
3- Túmbate
Es una especie de guiño a mi primer trabajo. En Alarms también existe un tema titulado Lay Down. Buscaba que la cadencia del bajo y la guitarra entraran en discurso con la capacidad evocadora de la letra. Habla de la inmediatez del deseo y la inevitable tarea de ir eliminando las certezas.
4- Diazepam
En un mundo enloquecido, determinadas sustancias como esta pueden tender a ser la opción más sensata. La gente las toma para casi cualquier cosa y eso hace nuestra vida algo menos insatisfactoria. Creo que es el tema más pop en su sentido estricto, hay vértigo e ironía en ella y creo que una marcada misantropía socarrona. No estaría muy espléndido cuando la escribí, a saber.
5- Extenuación
Habla de mí, visitándome a mí mismo en una especie de viaje astral. La canción se mueve como en la lógica de un sueño. Intenté imitar a Kafka en la manera de situar la acción del relato, creo que fracasé pero la canción es exactamente como deseaba que fuera. Somos lo que nos despierta del letargo, creo que esa era la idea principal.
6- De la misa la mitad
Tenía una frase que decía «La quema de la siega del arroz de Sueca nos trajo aquí un día». A partir de ahí desarrollé una canción de corte clásico que me servía para relativizar un poco la carga dramática de las anteriores. Mención especial para el Lap Steel que Toni Carrillo grabó en ella.
7- Herida de Espejos
Es una canción a la que le tengo una estima especial. En un principio, iba a ser un tema de planteamiento muy desnudo, pero enseguida nos dimos cuenta que era demasiado difícil resistirse a producirla un poco más. Vuelvo a los paisajes simbólicos en los que tan a gusto me encuentro y entono unas frases a modo de rara letanía. Me gusta mucho esta canción.
8- Odio y Amor
Fue la primera canción que escribí y quizás la de temática más explícita. Creo que no necesita demasiada explicación. Siempre pensé que cuanto más ocultas quedan las intenciones del autor, mejor es la obra. Sin embargo aquí quise exorcizar las sombras que cierto día me atenazaron. Es como mi primera canción exorcista.
9- Qué Quedará
Algo así como un poema al que intenté darle la atmósfera adecuada con diferentes texturas que se van incorporando poco a poco. Viene a decir que, también, somos el contenido de nuestras sombras, aquello que no publicamos, por ejemplo.
10- Verbo errante
Es, quizás, la canción más complicada. A pesar de su línea marcadamente pop está llena de recovecos por donde intenta tensarse y escaparse. Queríamos que todo sonase grande en ella, la batería y el bajo están casi al borde de la saturación y eso produce una sensación muy poderosa cuando se une a los textos.
11- Nuestro Hambre
Había un Roland Juno en el estudio y empecé a trastear con algunos colchones armónicos. Luego le añadí una guitarra reiterativa a ritmo de milonga y allí estaba. La letra la escribí de madrugada, como casi todas. El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es lo primero que aprendemos. Escribir es un modo de localizar mi hambre, y el hambre no es sino un vacío.