En la novela «Un viaje de diez metros» (Richard C. Morais), sobre las vicisitudes de un joven cocinero indio que desea abrirse un hueco en un pueblecito de los Alpes, puerta con puerta con un restaurante clásico francés de alto copete, el protagonista Hassan recibe un sabio consejo culinario: «Nuncas tengas miedo de probar algo nuevo. Es muy importante. Es la sal de la vida». En el original sustituir «especia» por sal. Porque si de algo puede presumir la comida india (y tiene muchas cosas a favor) es del uso ponderado y esclarecedor de un abanico de condimentos que son un descubrimiento vital.
En Valencia contamos con restaurantes indios clásicos como Taj Mahal o Shish Majal (indo-pakistaní) y referencias no tan conocidas ocultas por la geografía de barrios y calles que a veces juegan al híbrido indio-pizzeria-kebab, menos que más recomendables. Amarinder en la Avenida de Francia, huye de la clasificación estética del indio clásico (aunque es indio, empezando por la propietaria) con una decoración ligera, y de cualquier distracción con asuntos de masas de pizza. En cuanto a su abundante oferta, solo comida tradicional. Unos entrantes que incluyen las empanadillas samosas, bharta o berenjenas asadas con sabor ahumado y perfumado por el jengibre, pakora (rebozado en harina de garbanzo, de pescado o pollo), el delicioso pan hindú, naam que es plano pero que lleva levadura, lo hay de queso, o de coco con frutos secos, y también la salsa de yogur (con pepino) para acompañar.
Toda la carta es apetecible en este típico-atípico restaurante indio, y conviene no saturarse porque estamos ante una comida que atrae en sus denominaciones y aunque en Amarinder las raciones andan algo más medidas, tocar fondo resulta más que probable cuando la mesa se puebla de los engañosos platillos alegres y las salsas de mil colores. Hay que llegar vivo al gran momento del Tandoori u horno hindú (de pollo o pescado), y al del curry clásico como el de cordero (tierno) con el profundo sabor del cilantro (que provoca la división más radical entre los comensales: o se le adora o se le odia), y de la mezcla de especias garam masala. Con el curry podemos ir de menos a más picante, hasta llegar al infierno del Vindaloo (para el que se atreva), aunque seguro que es más hoguera que pira, aquí en Valencia que en Delhi.
La oferta de postres es tan corta (no es el fuerte de la comida india que nos llega) que no hay duda con el helado de mango. El mango es el sabor refrescante más verde que en las frutas hay. No es una boutade, morder un mango es como hincar el diente a un tallo de la naturaleza.
Amarinder. Avenida de Francia, 1. Penya Roja.
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PSICOLABIS
En su punto
La combinación de sabores con el importante papel de las especias.
Recomendable para
Explorar la comida india original sin riesgos.
Que lo eviten
Aquellos estómagos cuya profundidad se asemeje a un tandoori u horno indio.
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