De niño te acompañaban en la cima del buen comportamiento, su altura se elevaba en la medida en la que no hacíamos las cosas como los mayores querían. Ya de adultos algunos seguimos practicando este placer secreto que consiste en abrir una caja de galletas y de bocaditos varios. Nos asomamos al contenido de nuestras favoritas. Todas ellas se pueden adquirir en Valencia. Tricky estaría orgulloso.
1/ Abanicos con chocolate Trias
La familia Trias elabora sus adictivos ventalls (con y sin chocolate) desde 1908 cuando Joaquim Trias i Vila instala su confitería en el nº30 de la Calle del Centro en Santa Coloma de Farnés. Hoy, la fábrica alberga un museo dedicado a la galleta en el que se muestra entre otros, la primitiva maquinaria, el despacho del fundador, y la reproducción de la pastelería original.
La artesanía de estos abanicos es única: sabor, textura y oído se alían en una prodigiosa combinación. La calidad de los ingredientes se percibe desde el primer mordisco en el sabor del barquillo que junto al del chocolate hace que estos abanicos sepan y crujan como ningún otro que hemos probado.
2/ Bocaditos de fresa, Orion (fresh-pie)
El más reciente descubrimiento, y el único que no proviene de una empresa centenaria, pues hace «sólo» 50 años que el grupo Orion Confectionery se fundó en Corea del Sur. Estas tiernas galletas rellenas son una evolución de la popular galleta surcoreana de la misma fábrica: el choco-pie creado como una dulce imitación del Big Mac, y que se ha convertido en un símbolo de libertad y de lucha frente a su vecinos de Corea del Norte; a los que el pastelito llega de forma clandestina (prohibido como muchos otros productos del sur, por las autoridades de Pyonyang), y se intercambia en el mercado negro por bienes de primera necesidad. China y Rusia ya se han orionizado, y la compañía cuenta con diez canales de televisión en Corea, curiosa diversificación para una empresa que se inició en el mundo del dulce.
Los hemos bautizado como «bocaditos de fresa», porque es imposible entender el etiquetado de este deliciosa golosina coreana, que es como un macaron blandito (si nos permiten la licencia los franceses) con un ligero sirope de fresa en su interior. Por una vez, la sugerencia de presentación de la caja no desmerece el producto interior que va envasado individualmente para conservarlo lo más fresh posible.
3/ Galletas Birba
Firme competidora de las primeras, y también con una larga trayectoria. Camprodon (Girona) es la tierra de Serrat y también de unas de las galletas más sencillas y deliciosas del panorama nacional. Un mordisco a su brisalet de chocolate y es retroceder a la infancia junto al cubano, bescuit, ametllat... 25 galletas diferentes y todas con su propia receta controlada por un obrador. Ingredientes 100% naturales, es decir, si pone naranja, hay naranja. Nos gustan las empresas que conservan sus recetas centenarias. Te zamparás el primer piso y ya estarás pensando en el siguiente.
4/ Maigums, malvaviscos recubiertos de chocolate negro de Laima
El malvavisco, nube, esponjita, jamón, o marshmallow, es una experiencia única en la boca de textura y de sabor, y más todavía, cuando están elaborados sin conservantes o edulcorantes artificiales. Estos están hechos en Letonia, con aroma natural de vainilla, y recubiertos de chocolate negro (52%). La sensación cuando los muerdes es indescriptible por esa mezcla de la esponjosidad del malvavisco y la calidad del chocolate de variedad forastero (Ghana).
Laima es el nombre de la factoría que desde 1870 los elabora en Riga, junto a otras delicatessen. Y también es el nombre del reloj que desde 1929 corona una de las plazas más populares de la capital y que en 1936 adopta el nombre de la empresa de confitería. Un reloj que tras la II Guerra Mundial exhibía propaganda política, pero que hoy sólo recuerda a los transeuntes que no lleguen tarde al trabajo. Allí el chocolate se toma muy en serio.