Kreas

Ilustración: Eva M. Rosúa.

Hay gastronomías que divierten, las hay que directamente alimentan, y unas cuantas podríamos definirlas como del bienestar. La griega es una de ellas. Una sencilla ensalada de queso feta con D.O., tomate, pepino y aceitunas de kalamata sabe bien y te lleva al olimpo de la digestión. Nos faltaría un buen aderezo de hierbas (indispensable el orégano), y aquí es donde los griegos llevan ventaja en el condimento. Las nuevas generaciones atenienses siguen entendiendo el valor de que por ejemplo, tu tío valenciano pero nacido en Madrid (por emplear un localismo y basarnos en hechos reales), te traiga un botecito con su pertinente etiqueta manuscrita con el exótico título de «orégano de la Sierra de Gredos». Daphnis and Chloe así lo han hecho, y envasan hierbas directamente traídas del campo griego. Tu ensalada agradecerá siempre el toque salvaje, ya que un orégano en estado puro puede contener más de un 30% de aceites esenciales que el que habitualmente compramos en el supermercado.

En Valencia aún resiste (cual columna dórica) un griego que pareciera centenario por el tiempo que lleva en la misma esquina. La calle donde está es preciosa (Conde de Montornés), pero el par de veces que lo he visitado, su cocina me ha dejado más fría que el pasillo de los lácteos. En cambio, al otro lado del río, el joven restaurante Kreas ha venido para desentumecer el panorama con un sirtaki basado en una carta de deliciosas pitas y ensaladas. La pita de ternera picada con hierbas y salsa satziki es un equilibrio de sutiles sabores, mezclados con tino y mano izquierda (un exceso de toque podría arruinarlas). Acompañadas de patatas caseras, lo cual siempre es un excelente síntoma del estado anímico de un restaurante: si pelan y cortan las patatas, el resto lo harán también con alegría.

El menú diario ofrece además, recetas caseras griegas como sutzukakia (albóndigas en forma de croqueta), hirino frikase con spanaki (pollo con espinacas y selino, región de la provincia de Creta que da nombre al apio), y postres como el Galaktoboureko o pastel de leche de toques cítricos. Y mención especial para un vino que amas u odias (en Paladar somos de los primeros). El blanco de las interminables tertulias bajo la parra griega: Retsina. Un vino que no se parece a ninguno que hayas probado, con un fuerte sabor a resina de pino que se mantiene desde su origen ancestral, dado que se guardaba en ánforas selladas con esta sustancia natural. En Kreas ofrecen el de la marca Malamatina, pero os aseguro que nada augura un mal despertar tras compartir una botella.

Restaurante Kreas. C/ Luis Bolinches, 6, Valencia.

Este artículo fue originalmente publicado en el numero veinticinco de la newsletter Paladar que, todos los jueves, llega al correo de sus suscriptores. Para apuntarse gratuitamente ir aquí.