Soy Luci Romero, librera y poeta, en la primera de las vertientes puedes encontarme en Librería Bartleby (proyecto que llevo al alimón con mi socio David Brieva), en el barrio de Ruzafa, casi tres años ya disfrutando de lo que siempre habia sido mi sueño. Y en la segunda, acabo de publicar mi tercer libro, «Western» (Editorial Delirio), un poemario que en cierto modo homenajea al cine del oeste, y para ello planteo una especie de relato lírico sobre un género que se adentra en el desacuerdo, en los procesos de itinerancia y en la tragedia. Hablar de mitos, duelos o llanuras. Pero hoy hablamos de otra cosa bien distinta, o no, porque hablamos de espacios, en este caso para comer bien y sentirse a gusto y en mi caso, no sé si son los tres que más me gustan (enumeraría tantos en los que me siento como en casa, como los huevos benedictinos de Bluebell Coffee o mi querida Taberna Roja en Poeta Artolá) pero sí tres espacios que de un modo u otro, recientemente o no, me han aportado diversas sensaciones como serenidad, el repetir hasta no poder más o esa explosión de sabores que te hace saltar del asiento. Allá voy:
1.- La Matandeta (Carretera CV-401, Km 4. Valencia)
Es una antigua granja restaurada, pertenecía al padre y abuelo de la familia. Allí llegué gracias a mi pareja hace ya unos años y siempre que podemos, sobre todo en domingo, vamos a almorzar o a disfrutar de esos maravillosos arroces hechos en leña, y con vistas a los arrozales. Serenidad en estado puro.
2.- Fuji (C/ Justicia, 1)
Un restaurante japonés junto a la Puerta del Mar, tienen una carta libre, sirven platos pequeños y puedes pedir cuanto quieras. Tanto el sushi como otros platos a la plancha, cocidos o con otro tipo de elaboraciones están riquísimos, pero si hay algo que comería hasta límites insospechados en este lugar es el sashimi de salmón que se deshace en la boca. Y la culpable es una buena amiga, me llevó la primera vez y compartimos esta debilidad.
3.- El Bouet (C/ Puerto Rico, 36)
Mi tercera y última aportación se la debo a la acertada recomendación de unos amigos que siempre me aconsejan muy bien. No he ido muchas veces, pero en esas escasas ocasiones (la más reciente en compañía de esos amigos) he podido disfrutar de una explosión de sabores maravillosa en unos platos mediterráneos con toques asiáticos. Todo un descubrimiento, regresaré pronto, lo tengo claro.
Este artículo fue originalmente publicado en el numero veintiseis de la newsletter Paladar que, todos los jueves, llega al correo de sus suscriptores. Para apuntarse gratuitamente ir aquí.