La Filmoteca recupera una colección de películas amateurs que, en su sencillez, capturan la esencia de la ciudad de València tras la Guerra Civil.

Entre las paredes silenciosas de la Basílica de los Desamparados, descansaban olvidadas, a la sombra de la historia, cinco bobinas de 16 milímetros. Rodadas en blanco y negro, con la sutileza de las películas mudas, estas imágenes han sido recuperadas por la Filmoteca Valenciana, dejando entrever una València distinta, la de aquellos días difíciles tras la Guerra Civil, marcada por la escasez. A través de ellas, descubrimos una ciudad que, sin muchas palabras, hablaba con el lenguaje de sus gestos cotidianos y sus historias privadas.

La primera bobina nos ofrece una visión de la ciudad en plena restauración, como un lienzo que se rehace tras la destrucción. Vemos a una comisión de técnicos y arquitectos observando los daños en la Iglesia de los Santos Juanes, con sus muros agrietados y sus vigas apuntaladas. En este escenario de reconstrucción, se inscribe la fecha de 1946, un recordatorio de los esfuerzos por devolverle a la ciudad su estructura. También aparecen artesanos, dibujantes y restauradores, como Luis Roig d’Alós, cuya figura se perfila como un símbolo de la recuperación cultural de València.

La segunda película nos lleva a las calles de la ciudad. Paseos familiares por la Alameda, las Torres de Serranos, el cauce del Turia y los Jardines de Viveros, donde los niños corren, ajenos a la sombra del pasado reciente. En estos momentos de calma y belleza cotidiana, se asoman figuras como la de Pilar Picazo, pintora, y Luis Roig d’Alós, cuyo matrimonio es parte de esta memoria visual que se entrelaza con la ciudad misma. Es un reflejo de la València del momento: una ciudad que, aunque marcada por la huella de la guerra, sigue adelante en la construcción de su vida social.

La tercera película ahonda en lo más íntimo. Un banquete de comunión se convierte en la excusa para retratar momentos familiares: niños recibiendo diplomas en un colegio, vestidos de falleros mientras pasean cerca de las Torres de Quart. Imágenes que evocan el pulso de una sociedad que, poco a poco, va sanando sus heridas. La playa de Nazaret y la regata en el balneario Benimar cierran este cuadro de la vida cotidiana, marcado por la cercanía de las familias que, en su día a día, trataban de encontrar un refugio en lo simple.

La cuarta bobina ofrece una visión más pública, en la que la ciudad se muestra en todo su esplendor colectivo. En 1948, València celebraba el 25 aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen de los Desamparados. Las calles se llenaron de procesiones y manifestaciones populares, con agrupaciones falleras y vecinos de localidades cercanas como Gandia y Burjassot, que unían sus pasos en una expresión de fe, pero también de resiliencia. La ciudad, aún bajo un régimen opresivo, se encontraba en plena reconstrucción, no solo física, sino también en términos de identidad social.

Estas cinco bobinas, depositadas en el Archivo de la Filmoteca por Álvaro Almenar Picallo y José Luis Albiach Esteban, no son solo un testimonio de una época difícil, sino una ventana a las vivencias de una ciudad que, entre penurias y sacrificios, mantuvo viva su esencia. En cada fotograma se revela la historia de València: una ciudad que no solo se reconstruye en sus edificios, sino también en los corazones de quienes la habitan.