Chechu García-Berlanga es sobrino-nieto del cineasta con el que comparte apellido. Su abuelo era hermano del director. El primero ha realizado un documental sobre el segundo, El joven Berlanga, que como se puede deducir de su título se centra «sobre todo en los primeros 25 años de Luis, desde 1921 que nace hasta 1947 que decide irse de València a Madrid y de alguna forma ya no vuelve a la ciudad, aunque sí regresa para visitar a la familia y porque tiene siempre una relación muy fuerte con València», nos explica su autor en conversación telefónica.
El origen del documental hay que buscarlo en la presentación del libro Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente, de Miguel Ángel Villena. Allí, Chechu coincide con Rosana Pastor, comisionada del Año García-Berlanga. «Le propuse hacer una película sobre la juventud de Luis y su relación con València, dónde nació, dónde vivió, el Hotel Londres…Y cómo la ciudad y su familia le pudieron influenciar. A ella le gustó la idea y me dijo que le presentase el proyecto».
Chechu se puso a trabajar en ello. Lo primero fue desechar la idea primigenia de que fuera una pelicula de ficción, «lo descarté por una cuestión de producción y quizás de dificultad a la hora de que la gente lo pudiera llegar a entender. Y al final hice lo que sé hacer, un documental, en el cual yo salgo un poco hablando como si fuera un reportaje también y mezclado con entrevistas a la familia, amigos, compañeros, profesionales del cine…». El resultado son 61 minutos de pura esencia berlanguiana.
Y es que la vida de Berlanga, valga la redundancia, fue muy berlanguiana. Empezando por las circunstancias que provocaron que el apellido perdurara en su familia hasta nuestros días, cuando todo apuntaba que Crispina Berlanga Ibáñez (bisabuela del cineasta) sería la última en llevarlo. «Esa mujer del siglo XVIII nunca pudo imaginar que su apellido iba a perdurar hasta nuestros días y daría nombre a un adjetivo recogido en la RAE». Cierto que ella no tuvo nada que ver. Fue más bien cosa del Partido Liberal donde militaba su hijo (abuelo del director), pero este no es lugar para spoilers.
El joven Berlanga, además de contarnos las vivencias y aventuras de Luis García-Berlanga durante aquellos años, también ofrece un relato paralelo sobre la València de aquella época. «Yo quería hablar de la transformación que vive la ciudad y equipararla a la transformación del propio Luis. En el documental, por ejemplo, se habla de arquitectura porque a él le interesaba mucho, es más, quiso ser arquitecto. Le gustaba la arquitectura racionalista, pero también el modernismo valenciano. Por eso al principio sale mucho modernismo valenciano en todo lo que es el barrio del Ensanche, que es donde nace».
Revisitar aquellos años de juventud de Berlanga permite descubrir el origen de algunos momentos posteriores en su filmografía como que el personaje de Luis Ciges se llamara Segundo en La escopeta nacional e hiciera referencia a la Sanjuanada; la peculiar colección de pelos de pubis del Marqués de Leguineche; o la cura que bajo amenaza de muerte hace un inexperto soldado republicano a un mando nacional en La vaquilla.
La cinta, para su director, tiene la base del famoso pensat i fet valenciano. «Luis siempre decía que sus películas estaban hechas sobre la base del pensat i fet y de la improvisación, y eso es cierto en una última etapa en la cual ya tiene un dominio increíble de la técnica cinematográfica, pero al principio lo pensaba todo al milímetro, como bien explican en las entrevistas del final del documental. Pero vamos, no me quiero equiparar para nada a él».
El joven Berlanga es un documental «hecho con mucho cariño, con mucho trabajo y, también, con poco presupuesto, contamos eso sí con una pequeña subvención que nos dio la Generalitat Valenciana. Con el dinero que hemos tenido hay quien no abriría ni el ordenador. Es un proyecto realizado prácticamente por tres personas: Fran JSC, José Luis García y yo».
Uno de los principales obstáculos a los que se tuvo que enfrentar Chechu fue la dificultad para encontrar testimonios de aquellos años, «me centro en una época de la que prácticamente no queda nadie vivo. De hecho, mi abuela, que es la primera que sale en el documental falleció la semana pasada y era un poco la que más se podía acercar a ese momento». Aún así, por la pantalla aparecen Miguel Ángel Villena, Fernando Colomo, Kepa Sojo, Rafael Solaz, Vicente Muñoz Puelles o Andrés Goerlich Lledó (revelando una curiosa anécdota que puede ser el germen de la fascinación de Berlanga por lo austrohúngaro). «Siempre digo que he llegado tarde y pronto al mismo tiempo. Tarde porque toda la generación de mi abuelo y todos los amigos de Luis han fallecido. Y pronto, y esto puede que esté mal que lo diga, porque todos los recuerdos, todas las cartas, todas las cosas de Luis se donaron hace poco a la Filmoteca a la espera de ser catalogadas, material al que no he tenido acceso».
A lo largo del documental, la voz en off de Óscar Pellicer narra recuerdos del cineasta en primera persona. La elección de Pellicer no fue casual, más allá de sus aptitudes profesionales, hay una bonita historia de reencuentro detrás. «Óscar y yo nos pusimos a vivir juntos en Gandía cuando yo tenía 17 años, que me fui allí a estudiar Ingeniería Forestal. No nos conocíamos de antes. A las dos o tres semanas me preguntó si por mi apellido tenía algo que ver con el director de cine. Casi le da algo cuando le dije que éramos familia (ríe). Para él, Luis García-Berlanga era lo máximo, es un admirador absoluto de su obra». Así que cuando para paliar las limitaciones para encontrar testimonios y reducir su propia presencia en cámara, Chechu decidió incluir fragmentos en los que el propio Berlanga hablaba de su vida, supo enseguida quien se encargaría de ello. «Óscar es locutor y técnico de radio, lleva toda la vida trabajando de ello, ahora en À Punt, y su voz siempre me ha encantado. Pero sobre todo estaba eso de devolverle, después de 25 ó 30 años, su admiración por Luis, que fuera la voz de Luis, que resucitara en él, porque hay un punto que hasta te crees que es Luis quien habla».
No es la única intrahistoria que esconde la película. Tampoco es casual que suene la música del grupo valenciano Sva-ters. «Hace unos quince años, iba un día por El Carmen y me encontré con alguien que llevaba una camiseta de Sva-ters y por detrás ponía Berlangastyle 42. Le pregunté y era Enric, guitarrista de la banda, que me contó que habían publicado un disco en el que como todo era muy berlanguiano y surrealista lo habían titulado Berlangastyle«. Desde Sva-ters escribieron, incluso, a Berlanga para preguntarle si apoyaba el nombre de disco y este les contestó que sí, que estaba encantado. El 42 hacía referencia a la graduación de la cazalla. «Nos acabamos cambiando las camisetas allí mismo, en la calle, y la amistad continuó. Desde el primer momento en que supe que haría el documental tenía claro que incluiría el primer tema del álbum».
En la música, también, aparece otro García-Berlanga. «Es mi hermano Pablo. Incluyo la interpretación increíble que hace de «A ninguna parte», de la película de París-Tombuctú. Con motivo del Año Berlanga, publicó un disco muy bonito, La música de Berlanga, donde se recogen algunos de los temas de sus películas».
Luis García Berlanga nunca vio un corto de Chechu García-Berlanga. «El primero que hice fue una cosa súper poética, el anti cine de Luis. Una cosa muy buñueliana, pero muy pastelona. Se lo conté y me dijo hasta que no hiciera comedia, nada, no los vería. Casi que se lo agradezco (ríe). Luego cuando ya empecé a hacer comedia e hice cortos como El indefinido o El Capitán Clítoris, que era un ser que venía a las fallas y provocaba orgasmos en las mujeres solo con rozarla y que creo que le habría encantado, ya estaba malito y no los vio».
¿Le habría gustado a Berlanga el documental? «Supongo que no le habría hecho gracia. Pero de alguna forma sí que le habría gustado, porque además es que estamos tirando mucho de lo que él contó sobre su vida. Es como él quiso que se le recordara. Hablándolo con su hijo José Luis, le pregunté directamente si a su padre le hubiera gustado que hiciera un documental. Respondió rotundamente ¡No! (ríe). Pero creo que no le habría importado porque nos llevábamos muy bien y me quería mucho, seguramente me habría dado algún consejo».
¿Qué te gustaría reivindicar de Berlanga con este documental? «Su carácter, su imparcialidad, ese alejarse de cualquier partido político, asociación o grupo y mantener siempre la independencia y pensar de una forma biológica, en el sentido de poder llegar a entender a todo el mundo, sea de la ideología que sea. Esa humanidad que luego impregna a sus personajes y se ve reflejada en sus películas».