«La felicidad» (Agnès Varda, 1965).

Sí, lo de la joven Agnès Varda tiene algo de redundancia y epíteto. Porque su cine siempre lo fue. Viene al caso porque Cinema Jove (del 24 de junio al 2 de julio) dedica un ciclo a las películas que la cineasta francesa realizó antes de cumplir los 40 años.

Confesaba Varda es su imprescindible última película Varda por Agnés (2019) que «la pesadilla del cineasta es que no haya nadie en la sala». Así que tomad nota de la programación y reservad butaca (horarios en la web del festival)

La Pointe Courte (1955)

Ópera prima en formato largo de Agnès Varda, que ella misma reconoció haber hecho sin ninguna experiencia previa. Inspirada en la estructura narrativa de Las palmeras salvajes, de Faulkner, son como dos películas en una, alternando la vida cotidiana del pueblo pesquero de Sète (al que estaba muy ligada la cineasta) y la historia de un matrimonio en crisis que lo visita.

Du coté de la coté (1958)

En este paseo por la Riviera francesa, rodado casi al principio de su carrera, ya se vislumbran algunas de las constantes de la filmografía (y la vida) de Varda: su interés por el documental, su fascinación por los colores, la importancia de la música en momentos concretos, su libertad para contar historias sin importar la duración ni el soporte, el humor, ¡la playa!.

O saison, o chateaux (1958)

A Varda no le apetecía mucho realizar este encargo cuando lo recibió, un recorrido «por los castillos del Valle del Loira mostrados en orden cronológico de construcción con comentarios, poemas del siglo XVI y reflexiones de los jardineros». Pero una vez allí, la decadencia y melancolía del entorno y la historia le cautivaron. Como escribió Truffaut (al que le gustaba mucho el corto) en Cahiers du Cinéma, Varda se divierte rodando para que los espectadores se diviertan viendo sus películas.

L’ Opera Mouffe (1958)

A la cineasta francesa le encantaba rodar lo que tenía a su alrededor, filmar cerca de ella, donde estuviera viviendo en ese momento, sin importarle incorporar su realidad al film. Todo esto lo hace en este cortometraje en el que acompañamos a una mujer embarazada (ella lo estaba entonces de su primer hijo) por el barrio parisino de la Mouffe, capturando la crudeza de sus calles y mercado, y a sus habitantes, sin filtro alguno.

Les Fiancés du pont Mac Donald (1961)

Son solo cinco minutos. Una parodia del cine mudo en la que Godard interperta a una suerte de Buster Keaton y Anna Karina a su amada. Curiosamente, Les Fiancés du pont Mac Donald acabaría formando parte, un año después, del film de Varda Cléo de 5 a 7 (1962), en una versión un poco más reducida. «No hay ninguna enfermedad que puede impedir reírte un rato», le dice a Cléo (Corinne Marchand) el proyeccionista del cine donde se exhibe la película al tiempo que le invita a verla. Varda y sus diálogos, Varda y sus juegos.

Cléo de 5 a 7 (1962)

Dice Fernando Usión Fornés en su magnífico libro Nouvelle Vague. La ola que no cesa (Desfiladero Ediciones, 2020) que las películas más significativas de Agnès Varda son aquellas dedicadas a los retratos femeninos y pone como primer ejemplo este film. Un clásico que nació, según palabras de la cineasta, por la necesidad de tratar los miedos colectivos, en este caso el cáncer (Cléo espera los resultados de una prueba médica), y por la petición de su productor de hacer una película como las que habían hecho Godard o (su marido) Jacques Demy, pero barata. Por ello rodó en París y por ello centró la acción en solo hora y media (en principio iba a ser en un día) en la vida de la protagonista.

Hola, cubanos (1963)

Varda viajó a finales de 1962 a Cuba con su Leica. Quería vivir en primera persona los cambios que se habían producido en la isla desde la llegada de Fidel Castro al poder. Volvió con cuatro mil fotografías. Seleccionó algo menos de la mitad, las animó, creó un relato, les puso música y la voz en off de Michel Piccoli. Media hora de socialismo y chachachá como le gustaba a ella decir.

La felicidad (1965)

Un melocotón bonito de verano, pero con un gusano dentro. Así le gustaba definir La felicidad a Agnès Varda. En la mencionada Varda por Agnés explicaba que quiso hacer una película sobre la felicidad arquetípica, con tonalidades muy suaves, con la música de Mozart, jugando con los colores (esos maravillosos fundidos), una cinta que fuera como un verano, por eso la escribió y rodó muy rápido. A Varda le gustaba tanto el documental que hasta en las ficciones intentaba incluir algún rasgo. En La felicidad se nos cuenta la historia inventada de un matrimonio y sus dos hijos, pero que en la vida real sí eran familia, la del actor Jean-Claude Drouot.

Las criaturas (1966)

Este es el argumento de Las criaturas: «Un escritor y su esposa se instalan en la isla de Noirmoutier, donde viven con un contacto mínimo con la población. La mujer perdió la capacidad de hablar después de un accidente y el marido es escritor. De repente, suceden hechos inquietantes y varios habitantes de la isla parecen estar perdiendo el control de sí mismos. Un vecino ingeniero jubilado manipula a los isleños utilizando una máquina de su invención y el escritor encuentra un tema para una novela fantástica». ¿Una película de ciencia ficción dirigida por Agnès Varda? Sí, y con Catherine Deneuve y Michel Piccoli.

Black Panthers (1968)

El afán de Varda por documentar lo que ocurría a su alrededor no se circunscribía solo a, digamos, lo que podría ser su vida cotidiana. Cuando vivía en Los Ángeles, cogió un avión y una cámara y se marchó a Oakland, y haciéndose pasar por una reportera de la televisión francesa, registró las manifestaciones y protestas de los Panteras Negras por el encarcelamiento de Huey Newton por su presunta implicación en la muerte de un policía.

 

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