Un día nos despertamos y la televisión moderna se había zampado a la de toda la vida. Fue el último mordisco de una comilona lenta, pero constante. Los culebrones fueron el primer plato y la frivolización de la política el postre. En esta hecatombe catódica las entrevistas saltaron por los aires. Este verano, en el Telediario del mediodía anunciaban en los titulares una entrevista en exclusiva con Raphael. Fueron cuatro preguntas y con las respuestas troceadas, no fuera que se cansaran los espectadores. A eso ha quedado relegado uno de los géneros periodísticos más interesantes. A las migajas.
No hay entrevistas en televisión. Cuando hay algo que se les parece, mejor cambiar de canal. Ahí están esos puntuales monólogos huecos en los que un profesional petrificado habla con el político de turno. O esas tentativas de programas que provocan el bostezo con sus idénticos entrevistados (Pau Gasol, Antonio Banderas, Alejandro Sanz, Rafa Nadal,…). De vez en cuando alguna autonómica ensaya fórmulas alternativas y funciona un tiempo. Y siempre queda Iñaki Gabilondo en la tele de pago con sus invitados excesivamente especializados.
Hay miedo a la palabra. Por eso proliferan esas disparatadas tertulias donde se chillan e interrumpen unos a otros y el moderador informa de supuestas exclusivas como quien canta un gol en La Rosaleda en la radio. Preguntar y escuchar las respuestas ha acabado convertido en una costumbre de hace dos siglos. Sin cabida en unas programaciones que no tienen paciencia ni para aguantar cinco segundos los títulos de crédito de las películas.
«Papel pintado» (sábados, 15:30, en Paramount Channel), con guiño a Rafael Azcona en el título, no viene a tapar ese agujero, pero sí lo disimula. La fórmula es bien sencilla. Actores y actrices españolas (José Sacristán, Antonio Resines, Loles León, Michelle Jenner, Najwa Nimri, Juan Echanove, Verónica Sánchez, Javier Cámara, Elvira Mínguez, Fernando Cayo,…) contestan cuestiones relacionadas con su profesión y su vida personal. Lo hacen con un fondo empapelado de colores vivos (como la cabecera del programa) y leyendo ellos mismos las preguntas que les formulan. Ambas circunstancias provoca que se relajen y bajen la guardia, dando lugar a respuestas que seguramente no se conseguirían de otra manera. El estupendo montaje, intercalando intervenciones, hace el resto. Que la duración total no exceda la media hora, en contra de los mastodónticos formatos actuales, también suma.
No hay más. Gente hablando. Compartiendo experiencias, sueños y recuerdos. Una oportunidad de escuchar a los actores sin la atadura de la promoción. Ahora que se cometen crímenes audiovisuales en nombre del entretenimiento, resulta necesario recuperar el verdadero significado de la palabra. En «Papel pintado» lo hacen. Detras del programa, Toni Garrido a la dirección (y cada vez más afianzado en labores al otro lado de la cámara) y Elvira Lindo a los guiones. Por fin la tdt justifica su existencia. Ojalá cundiera el ejemplo.