El año pasado, Daniela Cajías se convertía en la primera mujer en ganar el Goya a la Mejor Dirección de Fotografía por su trabajo en Las niñas (Pilar Palomero) desde que en 1987 se empezaron a entregar los galardones. ¡34 años tuvieron que pasar!
En esta edición, aspiran a llevarse el premio a casa, Gris Jordana (por Libertad), Pau Esteve Birba (El buen patrón), José Luis Alcaine (Madres paralelas) y Kiko de la Rica (Mediterráneo). Hablamos con Gris y Pau de sus trabajos nominados:
Gris Jordana (Libertad)
«Llevo trabajando con Clara Roquet desde su primer corto, tenemos una manera de ver el cine y un background muy similar, unos referentes muy parecidos…me sentí con mucha libertad para desarrollar mi visión que, además, era básicamente la misma que la de la directora o muy parecida. Y esto da muchas alas a colaborar entre ambas, a que pueda ayudar a su narrativa ya su manera de contar la historia.
Libertad es una película que está muy pensada, con una apuesta narrativa dentro del realismo, sin grandes artificios, bastante sofisticada de punto de vista y trabajo de cámara y la luz tenía que acompañar todo esto sin ser un obstáculo. En general, yo siempre he usado la luz natural para iluminar y en Libertad la base de todo también lo es, nosotras solo le acompañamos marcando las intenciones, puntualizando direcciones, texturas… y con alguna luz artificial».
Pau Esteve Birba (El buen patrón)
«Estoy muy contento de la narrativa que construimos para la película con Fernando. Quizás es la película que he hecho en la que la cámara mejor apoya a la historia.
Fernando pidió tener la fábrica lista para ensayar con actores semanas antes de rodar. Así que ellos podían ensayar ya en el sitio real. Nosotros hacíamos una propuesta de puesta en escena, Fernando la compartía con ellos y si les encajaba nosotros planificábamos a partir de esos ensayos… ¡así es muy fácil! Fue un proceso muy chulo que disfruté y en el que aprendí mucho.
El equilibrio fue el punto de partida desde el que Fernando y yo abordamos la puesta en escena de la película. Hay un orden, una rutina, cierta repetitividad que queríamos contar con la cámara. Los principios de día casi siempre son iguales. Llega a la fábrica, saluda a Román, entra a la oficina, le recibe Rubio… de modo que el reto era intentar contar esa monotonía de acciones casi idénticas día a día con una narrativa que apoyara esa idea de repetición pero que a la vez no aburriera al espectador. Luego a medida que la película va avanzando, Blanco va perdiendo el control y la cámara también va “desequilibrándose» hasta llegar a la discusión cara a cara con José. Es una de las secuencias mas frenéticas de cámara en mano de toda la película. Y quizás el momento más potente para mí en rodaje fue la secuencia inmediatamente posterior a esta, en la que Blanco pierde los papeles y toma “la decisión”. Es una secuencia de Javier solo en el baño. Fue medio improvisada. Yo llevaba la cámara y me divertí mucho bailando a su compás».