«Retazos» (Alba Pascual Benlloch, 2020).

En Retazos, la cineasta Alba Pascual Benlloch se vale de grabaciones antiguas en super 8 de su familia y las combina con algunas actuales, para preguntarse si se puede heredar el dolor, a raíz de las violaciones sufridas por su madre y por ella misma. El cortometraje (que participa en la Sección Oficial de Cinema Jove, 23/06, Teatre Rialto, 17h) consigue aunar imágenes y voz en off en una misma dirección narrativa, estableciendo conexiones entre lo que se nos está contando y lo que estamos viendo, aunque esto último se grabara en otro tiempo y con otra intención. Cine en esencia.

¿Cómo y cuándo surge la idea de Retazos?

Durante el primer confinamiento estuve realizando un taller de cine autobiográfico de mujeres con unas compañeras muy capas y maravillosas de Chile, aunque en el taller había mujeres de diferentes países, principamente de Latinoamérica. Durante el proceso, realizamos algunos ejercicios de autorepresentación trabajando con las sensaciones, las emociones o la voz. Este documental fue el resultado final del taller creado en un espacio donde me sentía segura, un espacio de intimidad y respeto entre todas las mujeres que allí estábamos. Aunque es cierto que hace mucho rondaba en mi cabeza el hacer algo sobre este tema, no fue hasta ese momento que sentí la fuerza para llevarlo a cabo.

No es fácil hablar sobre las cosas que nos duelen, pero esta es parte también de mi historia, y hablar sobre ello me ayuda a liberarme, a sentirme fuerte y me conecta con muchas otras mujeres que han pasado por lo mismo o lo entienden, que desgraciadamente somos todas. Llevo muchos años haciendo documentales y desde hace mucho que andaba dándole vueltas a la posibilidad de contar mi historia.

¿Cómo descubriste que con esas grabaciones de super 8 podías contar la historia?

Para mí, el documental es una manera maravillosa de expresarte, de hablar sobre el mundo que nos rodea, de tomar conciencia, de empoderarnos y reconocernos, de intentar cambiar el mundo, es la posibilidad de reivindicar las situaciones y las personas olvidadas por los sistemas tradicionales de representación, y como fanática del documental como disparador de la memoria y expresión de la subjetividad, entiendo que todo material de archivo como los videos caseros o las fotografías que almacenen recuerdos son un auténtico tesoro.

La familia de mi padre tiene cajas de super 8 de toda una vida. Esas grabaciones llegan hasta el nacimiento de mi hermano. Poco después dejaron de grabar, por eso yo no salgo en ninguna de ellas. Mi obsesión por la memoria viene quizá de esa necesidad de buscarme y entender quién soy y de donde vengo. Y fue entonces que en ese transitar de querer contar lo que me pasó con la necesidad de hacer uso de un material que también era parte de mi historia que surgió la idea de entremezclarlos para crear Retazos.

Retazos tiene una fuerza visual muy potente, pero también a nivel de texto con algunas reflexiones muy interesantes, como la pregunta que formula la voz en off: ¿Se puede heredar el dolor?

He vivido en Latinoamerica muchos años, principalmente en Perú, y en ese tiempo aprendí muchísimo de las mujeres con las que he tenido la inmensa suerte de trabajar y compartir mi vida. Las mujeres indígenas y feministas, comunitarias y territoriales tienen muy presente la necesidad de recuperar la memoria ancestral como forma de sanación, pero también la necesidad de sanar la memoria universal que compartimos las mujeres del mundo. Cómo nuestras historias están entrelazas a la de nuestras madres, abuelas, bisabuelas, etc. y los dolores y enfermedades a las raíces más profundas de nuestra memoria.

En otro momento del corto se escucha «La violación está en el corazón de nuestra cultura».

Está claro que vivimos en una sociedad que incentiva la cultura de la violación. Una sociedad que culpabiliza siempre a las víctimas, pero que también normaliza comportamientos violentos que ya son cotidianos. Vivimos en un mundo donde el despojo a la tierra, la explotación de sus recursos, viene acompañado con el despojo de nuestros cuerpos, donde muchas mujeres han llegado a sentir que sus tierras no valen nada al igual que sus cuerpos.

«Mi memoria quedó al margen de la historia construida por el imaginario de los recuerdos de mi familia», se te escucha decir.

Esto está vinculado a lo que comentaba antes, de niña me veía una y otra vez los videos de mi hermano cuando era pequeño o de mis padres de jóvenes. Aunque yo nunca salía en ninguna de esas grabaciones me encantaba verlas una y otra vez. No sé si alguna vez has tenido la sensación de nostalgia por algo aunque no lo hayas vivido o nunca hayas estado ahí, pues eso me pasaba a mí. Así que muchos de mis recuerdos de niña, están construidos por mi memoria, por las fotografías que tengo y que amaba revisar una y otra vez en los viejos álbumes familiares, pero también por lo que me han contado y los videos que he visto una y otra vez. Esto me ha obsesionado tanto que ahora con mis hijxs intento construir una historia de sus primeros años de vida, les he escrito un diario de esas primeras vivencias, tengo varios álbumes en casa donde están impresas miles de fotos de cada año de sus vidas, creo que es muy importante que las toquen, que las huelan que sientan con los dedos de sus manos las hojas donde están almacenados todos esos momentos de sus vidas. Y bueno, teniendo en cuenta que tanto su padre como yo nos dedicamos al audiovisual pues ya puedes imaginar la cantidad de grabaciones que tienen.

Alba Pascual Benlloch. Foto: Julia Reoyo (Caixa Fosca).

Aunque en el corto cuentas una historia en primera persona, sobre ti y sobre tu madre, ¿crees que por la (desgraciadamente) universalidad del tema tratado, guarda más similitudes con otros trabajos tuyos documentales que con la ficción?

Creo que toda ficción está inspirada en cosas reales. Así que aunque esta historia no nos hubiera pasado realmente a mi madre y a mi no sería algo ajeno a la realidad. ¿Sabes? Hace unos años hubo una marcha masiva en Perú que también se dio en otros muchos países incitada por el movimiento «Ni una menos» en protesta contra los feminicidios y la violencia contra las mujeres en el país. Los días previos y posteriores a la marcha se crearon muchas redes de apoyo de mujeres y grupos de acompañamiento donde cada una contaba sus historias y vivencias de violencia. Habían momentos que me quedaba sin aliento, sentía tanta rabia y tanto dolor, más incluso que lo que podía sentir por mi propia experiencia. Entonces me di cuenta que todas mis amigas, todas las compas y conocidas de mi entorno habían vivido situaciones terriblemente violentas. Se que sonará a tópico pero sin duda la realidad supera con creces a la ficción.

¿Reconoces algunas influencias (cinematográficas: peli, cineastas…) en este corto y tu trabajo en general?

Sin duda. Todo lo que hago, mi forma de trabajar, de crear, de contar historias y hasta de posicionarme en la vida está influenciada por las experiencias que he tenido a lo largo de mi trayectoria, por personas que he conocido y que me han enseñado muchísimo, por libros y autoras que he leído y admiro, por directoras y directores de cine, por películas que he visto y por conversaciones que he tenido. Podría decir que mi estadía en América Latina, principalmente en Perú, ha sido una de mis mayores influencias, mi paso por DOCUPERU y el trabajo que hacíamos en la Caravana Documental dando talleres de documental participativo por comunidades de todo el país, el paso por la Escuela de Cine de Cuba, las historias de todas las personas que he tenido la suerte de poder retratar a través de documentales, desde Palestina hasta la vida de mi abuela que siempre ha sido una inspiración para mí. Pero claro que hay documentales y documentalistas que han marcado y marcan mi manera de entender y hacer documental, Agnès Varda, Jonas Mekas, Patricio Guzmán, etc.

¿Que importancia tiene que el corto participe en Cinema Jove?

Es una fantástica oportunidad para que otras personas puedan identificarse con tu historia. Personalmente me costó varios años asumir lo que me había pasado. Después de vivir algo así lo más fácil es cerrar tu mente y hacer como que nunca pasó. Incluso llegar a culparte y hacerte responsable a ti misma. ¿Una mujer feminista y empoderada que ha sido violada? Pues sí. Un día leyendo un artículo me vi reflejada en esa historia. Todo mi mundo se me cayó al suelo, me pasé días llorando, por primera vez entendí que lo que me pasó es que me violaron y que no había sido mi culpa. Después de eso empezó el proceso de sanación, y en ese proceso está el contarlo, el compartir mi historia, igual que yo leí la historia de otra compañera, alguien a quien no conocía pero que me ayudó a liberarme, a soltar y hacerme fuerte. Y también a llorar, a sentirme vulnerable y llena de rabia. Y a enfocar esa rabia para seguir adelante y seguir luchando. Así que cualquier espacio donde se pueda visibilizar esta y otras historias que puedan ayudarnos a cambiar nuestra mirada y percepción del mundo y a ser mejores personas pues me resulta maravilloso.