La pandemia ha convertido la convivencia en un campo de minas. Anna y Vicent, dos personajes entrañables, lo saben bien. Encerrados bajo el mismo techo, un simple estornudo puede desencadenar una avalancha de emociones: desde la ansiedad más profunda hasta el humor más inesperado.
Su historia, la de la ‘paranoia’ de la pandemia, es la que cuenta Todo bien, corto valenciano que estuvo nominado al premio Goya a mejor cortometraje de animación. Una ‘tragicomedia’ que nos traslada al momento del confinamiento, pero lo hace desde una óptica diferente: la del humor.
Detrás de Todo bien se encuentra Saltarinas, la productora de Rocío Benavent. La dirección corre a cargo de Diana Acién, que además de escribir el guión, coproduce el cortometraje.
Hablamos con ella sobre el corto que lanza una mirada crítica y divertida a las pequeñas miserias de la convivencia, a los miedos que nos atenazan y a la capacidad del ser humano para encontrar la risa incluso en los momentos más difíciles.
¿Cómo describirías el estilo de animación de Todo Bien?
Optamos por la técnica 3D porque es la que mejor conozco y en la que mejor me desenvuelvo. Esta técnica siempre me ha gustado por la fusión de lo escultórico y lo digital.
El mundo digital me resulta interesante por las constantes actualizaciones en las herramientas que pueden usarse, lo que amplía continuamente las posibilidades creativas. Un ejemplo claro es la textura que utilizamos en el cortometraje; para resaltar la inestabilidad emocional de los personajes, aplicamos una textura sobre la piel y la ropa que simula el movimiento de la plastilina.
Logramos este efecto escaneando huellas en diferentes posiciones y animando una secuencia en loop sobre un plano 2D, que luego se incrustó en la textura 3D.
Si hablamos de mis referentes, tengo bastantes de diversas técnicas y estilos. Uno de mis referentes sería por ejemplo el estudio Job, Joris & Marieke, tanto por su estilo distintivo como por la manera en que cuentan historias. Otro de mis referentes es Igor Kovaliov, debido al surrealismo presente en sus cortometrajes y a las diversas interpretaciones que se pueden hacer de sus obras.
El corto se gestó en un contexto complicado de producción. ¿Cómo fue el proceso?
Toda la preproducción del cortometraje se llevó a cabo durante el confinamiento, lo que significó que la mayor parte de nuestras reuniones se realizaron a través de videollamadas. El cortometraje nos llevó tres años en total, y más que atribuirlo al confinamiento, fue un desafío marcado por los escasos recursos con los que contábamos inicialmente y por la falta de experiencia.
Todo Bien es mi primera incursión profesional, con financiación y un gran equipo. Opté por asumir múltiples roles dentro de la producción junto con la dirección, lo cual no fue fácil. Hubo momentos que se me hicieron cuesta arriba, pero gracias al respaldo del equipo, que se sumaba a medida que avanzaba el cortometraje, y al esfuerzo sobrehumano de los pocos que éramos al principio, pudimos superar los obstáculos.
Por desgracia, las mascarillas volvieron no hace mucho a estar presentes en nuestras vidas. ¿Qué has sentido al ver reproducido el tema del corto de nuevo?
Lo que me motivó a escribir esta historia fue el proceso de adaptación a una ‘nueva realidad’. La pandemia fue el detonante que nos impulsó, llevados por el miedo o la ansiedad, a tomar decisiones a veces extravagantes e incluso cómicas, ya que no contábamos con las herramientas para gestionarlo de la mejor manera. Aun así, la humanidad supo salir adelante.
El hecho de que estemos reviviendo lo que experimentamos hace tan solo unos pocos años me lleva a pensar que, en esta ocasión, quizás estemos mejor preparados, al menos eso espero.
Todo Bien entró en las nominaciones al mejor cortometraje en su categoría en los Goya. ¿Qué proyectos tienes en mente tras esta nominación?
Estoy escribiendo sobre algunas ideas que me rondan la cabeza. Me encantaría montar mi propia productora y espero hacerlo este año para arrancar con otro cortometraje, y en un futuro, quién sabe, quizás también un largometraje.