«Todos queríamos matar al presidente».

El Presidente del Gobierno fallece después de asistir a la inauguración de una exposición. ¿Un accidente fortuito? Su perfil corrupto y vicioso, y que todos los que pulularon a su alrededor horas antes de su muerte la desearan, hace pensar lo contrario.

Ese es, a grandes rasgos, el argumento de la multipremiada serie Todos queríamos matar al presidente. Dirigida y escrita por la valenciana Ana Ramón Rubio, está interpretada por los mismos actores con los que ya rodó dos temporadas de la ficción Sin vida propia. Hablamos con ella.

¿Cómo surgió la idea de Todos queríamos matar al presidente?

Surgió al revés de como suelen surgir la mayoría de ideas. Me apetecía mucho volver a juntar al equipo de Sin Vida Propia, pero no quería rodar una tercera temporada de la serie, así que comencé a imaginarme la historia empezando por el reparto. Creí que Fede Rey estaría genial interpretando a una prostituta transexual, que Ana Caldas sería una loca depresiva con un punto maravilloso, que Joan Manuel Gurillo podría ser un excelente presidente corrupto…. De hecho, no descarto volver a hacerlo de aquí unos años y volver a reunir a muchos de ellos. Son esas pequeñas cosas que se hacen por placer.

¿Qué te atraía, creativamente, de la pregunta del título y de su desarrollo?

Todos queríamos matar al presidente juega con el concepto de «cuidado con lo que deseas». Un grupo de gente que bromea con matar a un presidente para, al día siguiente, descubrir que éste ha fallecido en extrañas circunstancias. Así, además de contar una historia de misterio alrededor de ese fallecimiento, jugábamos con el dilema moral de asesinar a alguien que, aparentemente, lo merece. Como es obvio, nadie merece la muerte, pero todos nos creemos que podemos juzgar a determinadas personas. Y por supuesto, me llamaban mucho la atención todos los personajes que pueden girar en torno a la vida de un presidente mujeriego, borracho y corrupto… Una esposa que lo detesta, una hija consentida y caprichosa que apenas habla con él, una prostituta transexual a la que le debe un servicio, una camarera en crisis existencial, un grupo de trabajadores de catering indignados…

¿Por qué llamarlo webserie si en realidad, y sobre todo dadas las costumbres actuales de visualización, es una serie?

Lo llamamos webserie porque es una serie pensada para emitirse a través de internet y así se han llamado desde que se comenzaron a producir. Ahora ya es un término que tiene poco sentido, pues la mayoría de series se consumen a través de internet. Sin embargo, lo que entendemos por «webserie» sí suele diferenciarse de la televisión en cuestiones como la duración, algunas fórmulas narrativas, cuestiones de realización…

¿Crees que al final la etiqueta webserie ha podido acabar siendo perjudicial para las mismas sobre todo a la hora de intentar buscar su rentabilidad económica?

El peor problema del prefijo «web» es que en la mentalidad colectiva se suele relacionar con un producto menor. Es un debate que hemos tenido muchas veces con distintos realizadores y nunca hemos llegado a un punto en común, hay mucha diversidad de opinión al respecto. Mi apuesta de futuro es que la división entre series y webseries será la misma que hay actualmente entre cortometrajes y largometrajes: la duración. Del mismo modo que hay cortometrajes profesionales y no profesionales, lo habrá (y lo hay) con las webseries y las series. El prefijo «web» ya no generará en el espectador ese estigma de la poca calidad sino de la menor duración. O eso espero…

¿En qué medida (y más allá de que repita parte del equipo artístico y técnico) la experiencia de Sin Vida Propia se ha reflejado en Todos queríamos matar al presidente?

Ahora sabemos mucho más sobre el formato de lo que sabíamos en 2013 y hemos tratado de no repetir los mismos errores. Por ejemplo, hemos planteado una estrategia de distribución distinta. Con Sin Vida Propia, subimos los episodios a Youtube y cuando funcionó en festivales, las ofertas que nos hacían eran malas porque el producto ya estaba en internet y no era exclusivo. Ahora, estamos lanzándola por festivales primero y la distribución en plataformas vendrá después. Quizás no consigamos nada interesante, pero a tiempo de subirla a Youtube siempre estaremos.

A la hora de elaborar el guión, ¿qué te aportó el hecho de poder jugar con el cambio de registro de los actores de una serie a otra?

Saber qué actor va a encarnar a cada personaje y haber trabajado tanto con ellos ayuda a la hora de dar vida a los protagonistas en la fase de escritura. Conoces los registros de cada uno y eso juega a tu favor. Puedes imaginártelos tal cual serán una vez llegues a set, del mismo modo que sucede cuando un guionista escribe una segunda temporada de una serie. Yo sabía perfectamente cómo interpretarían a cada personaje, así que el texto lo escribí desde una empatía y un conocimiento de mis propios personajes mucho mayor al que normalmente acostumbramos y eso es una maravilla. Aquí, El Presidente, Debora o Rosana son mucho más que la idea de una guionista. Tienen una cara concreta, un timbre de voz específico y sobre todo, alma propia, mucho antes de empezar a trabajar con los actores.

Uno de los pilares sobre los que se sostiene Todos queríamos matar al presidente es su guión, muy bien escrito y depurado, con réplicas interesantes, sin lugar a vacíos incómodos o muletillas de socorro.

Muchísimas gracias. La verdad es que disfruté mucho escribiéndolo. La fase de guión es una de mis preferidas en un proyecto. Además tuve muy poco tiempo para escribirlo, pues en octubre era sólo una idea en mi cabeza y de repente, tras una quedada en Madrid para otros asuntos, surgió el tema y sacamos fecha de rodaje para febrero. Imagínate lo que nos tocó correr a todos… Además, ayuda mucho que los actores vivan tanto los personajes, pues ellos son los primeros que aportan ideas y se meten dentro de la piel hasta hacerlos suyos.

También destaca la dirección de actores. ¿Pusiste especial interés en ello? ¿En evitar como ocurre en otras series esas transiciones hacia la nada en la que los actores parecen invitados de piedra?

Vaya, muchas gracias de nuevo. Los personajes y los actores que los encarnan son el alma de cualquier serie y si los intérpretes no lo sienten, van a estropear cualquier historia, por maravilloso que pudiera ser el guión, la fotografía o los decorados. Y también unas buenas interpretaciones pueden hacer mucho por salvar un guión pobre o una mala iluminación. Así que, una vez el guión está escrito, la dirección de actores es el segundo pilar de un proyecto audiovisual. Por un lado, mi responsabilidad es elegir a los actores adecuados para cada uno de los personajes. Ahí es donde está el grueso del trabajo. Si has sabido elegirlos bien, luego tu trabajo consistirá en dejarlos trabajar y tratar de guiarles mientras juegan. Al final es una cuestión de confianza. Tú confías en ellos porque son la voz de tu historia y ellos confían en ti porque tú eres sus ojos.

Ana Ramón Rubio en el rodaje de la serie.

La serie acaba su primera temporada con un final cerrado y está a la espera de saber si tendrá continuidad. ¿Cuáles son los principales obstáculos a los que se enfrenta una producción de estas características para salir adelante en Valencia dentro de unos mínimos de remuneración?

La financiación. Más que en Valencia, diría que en España. En el resto del mundo, las webseries tienen presupuestos bastante razonables. Aquí, a excepción de PlayZ, los presupuestos son muy limitados y sólo sirven para un tipo de proyecto muy concreto.

La serie ha pasado por varios festivales y ha ganado varios premios. Un camino que ya recorrió Sin Vida Propia. Por la experiencia de esta última, ¿qué aportan, más allá de la visbilidad y la gratificación personal?

Los premios están genial, pero lo que verdaderamente cuenta es que la presencia en festivales incrementa las posibilidades de obtener un contrato de distribución, que al final, es lo más importante. Nosotros estrenamos Todos queríamos matar al presidente en el festival de webseries de Marsella. Ahí, un distribuidor presente en nuestra proyección se interesó por el proyecto y vino a hablar con nosotros después de la entrega de premios. Nos dijo “no os preocupéis por no haber ganado ningún premio esta noche, porque habéis ganado el premio gordo. Os queremos ofrecer un contrato de distribución internacional”. Así que, lo celebramos y a las pocas semanas firmamos con ellos. Ahora, es HG Distribution (Canadá) la que se está encargando de gestionar la futura distribución de la serie en plataformas una vez hayamos terminado el recorrido por festivales de este 2018.