Me llamo Josep Policarpo. Empecé a jugar con el teatro allá por el año 1981 en Albaida. Allí me subí a un Simca 1000 para recorrer numerosos parques y plazas de la provincia con un grupo de amigos donde ofrecíamos espectáculos para un público de lo más variopinto. Aquella iniciativa fue el punto de partida de la compañía Bambalina Teatre, que poco después alzaba el vuelo, de la que fui parte esencial y con la que recorrí buena parte de Europa. A través del teatro, y del arte en general, aprendí a mirar el mundo, a descubrir la belleza de la vida y la profundidad de la existencia humana. Mi experiencia con Bambalina ha resultado ser la aventura más excitante y enriquecedora hasta el momento.
En 2016 decidí cambiar de rumbo y fui elegido para dirigir los Teatres de la Diputació de València. Y ahí surgió unos de los mayores retos a los que me he tenido que enfrentar en mi vida: dirigir un teatro que se quedaba sin techo al poco de cruzar yo sus majestuosas puertas. Sin embargo, sé que cuento con los mejores profesionales de la historia reciente del teatro valenciano y con un público ávido de nuevas experiencias. Por ello, sigo empeñado en levantar cada día el telón del Teatre Escalante.
Un disco: Granada, de Sílvia Pérez Cruz, una voz tocada por los dioses y un músico, Raül Fernández, excepcional y valiente.
Una película: Incendios, basada en la obra del dramaturgo canadiense Wajdi Mouawad. Conmovedora e imprescindible.
Un libro: Jo confesso, de Jaume Cabré. Una novela inmensa en todos los sentidos.
Una serie de tv: ¡Hay tantas y yo con tan poco tiempo! Lo último que he visto Masters of sex y El Joven Papa. La primera tiene un desarrollo muy teatral, con pocos personajes e itinerarios personales muy ricos en matices. La serie de Sorrentino compone un personaje que me atrae y me repele a la vez. Creo que tiene una narrativa y una estética muy innovadoras
Una serie de dibujos de tv: Ahora mismo estoy sometido a la tiranía de Micky, la serie preferida de mi sobrina de poco más de tres años.
Una revista: Confesaré algo, como las que leo habitualmente son tan sesudas (casi siempre de teatro y literatura), en las consultas de médicos y dentistas hojeo la “basura”, y no citaré nombres que me desacrediten en exceso.
Un icono sexual: Lenny Kravitz, siempre me ha parecido un tipo de alto voltaje.
Una comida: Cualquiera de la cocina mediterránea servida frente al mar, preferiblemente en alguna isla.
Un bar de Valencia: Cualquiera del barrio del Carmen, del Cabanyal o tantos otros barrios que huelan a cocido, a pescadito fresco; lejos de las franquicias que han invadido el centro de la ciudad. Visito con cierta frecuencia un marroquí llamado Dukala.
Una calle de Valencia: Calle de la Paz, creo que es la única de la ciudad que mantiene una unidad arquitectónica y no ha sufrido el zarpazo de la especulación inmobiliaria.