Ángel Castillo.

Me llamo Ángel Castillo. Me concibieron en Cataluña, nací en Madrid, me crié en Galicia y vivo feliz en la tierra de la que me realmente siento desde que llegué a la edad de 7 años: Valencia. Ahora tengo 44, pero desde que tengo uso de razón siempre quise forjar mi propio camino —acertado o erróneo, pero el mío—, así que desde muy pequeño tuve claro que únicamente dedicaría mi vida a aquello que me apasionara. Y aquello ha venido siendo el mundo del cine, que amé sin remedio desde que vi de niño la película Vive como quieras (You can’t take it with you, Frank Capra, 1938).

Siendo adolescente trabajé un verano limpiando cadenas de montaje en una fábrica de coches y aquella experiencia me bastó para saber que, en adelante, fuera pobre o rico, jamás volvería a trabajar a las órdenes de nadie, así que después de estudiar durante cuatro años arte e informática, me acabé licenciando en Ciencias Económicas y Empresariales, para con 25 años, en enero de 1999, cuando Internet andaba aún en pañales en España y nadie usaba Google (creado apenas unos meses antes en 1998), ni existían siquiera Facebook (2004) y Twitter (2006), crear mi propia empresa online, LaButaca.net, un portal de cine pionero en nuestro país, hasta convertirlo en una de las mejores y más visitadas webs cinematográficas del mundo en idioma español, publicando muchos más contenidos que cualquier revista en papel, haciéndolo desde el principio con el espíritu de calidad por bandera y alcanzando gracias a ello los 4 millones de lectores mensuales.

Edificio Albufera Center

Edificio Albufera Center. Foto: Ángel Castillo.

Todo comenzó a gestarse, tras acabar la carrera universitaria, en una pequeña y humilde habitación en Benetússer, localidad a 10 minutos al sur de la ciudad. Pero ya fuera porque era el edificio más alto de toda esa zona o porque me recordaba a los rascacielos de Nueva York que había visto en infinidad de películas, soñé con tener algún día mi empresa en el Albufera Center, el edificio más imponente del parque comercial de Alfafar (salvando las distancias, tiene un aire al nº. 2 de Broadway, donde se localizaron las oficinas de la película El apartamento de Billy Wilder). Quizá no sea más que un sencillo edificio de oficinas, pero por entonces para mí era como el Empire State, así que un buen día fui a firmar el contrato de alquiler.

Mientras trabajaba allí en sacar adelante mi propia publicación, pronto llegaría el fichaje por parte de Lycos —portal que acababa de ser comprado por Telefónica por 229.000 millones de pesetas— para que me encargase de hacer también su sección de cine en España. Tiempo después ya recibía las primeras ofertas de compra de LaButaca.net superiores a los 100 millones de pesetas. Y después de trabajar con Lycos, llegaba el fichaje por AOL – America Online —por entonces el segundo grupo de Internet a nivel mundial, sólo por detrás de Yahoo— para llevar los contenidos del área de cine en su desembarco en España. Las ofertas para absorber LaButaca.net ya superaban el millón de euros, pero mi ambición nunca fue económica, pues deseaba por encima de todo seguir siendo independiente y mi (ingenuo) sueño era crear en Internet la mejor publicación del mundo sobre cine en idioma español mientras a la vez trabajaba —y aprendía— con los grandes de Internet. No desde Madrid, no desde Barcelona, sino desde Valencia, desde una pequeña redacción de 150 m² en el tercer piso del Albufera Center de Alfafar y con una pequeña plantilla de ocho personas (cuatro redactores, dos editores, un diseñador gráfico y un informático) ganándose la vida con unos sueldos dignos pese a empeñarnos en hacer de la cultura no sólo nuestra pasión sino también nuestra profesión.

Cines Lys

Cines Lys. Foto: Ángel Castillo.

Como es obvio, en aquella época la vida transcurría entre la oficina y los cines. Lo malo de dedicarte a lo que te gusta es que ya no distingues entre ocio y trabajo. Desde los extintos Cinesa de Alfafar (sustituidos por los cercanos cines MN4) hasta los indispensables Babel, pasando por los Kinépolis, Yelmo, Aqua y Aragón, fueron años de ver cine, mucho cine. Pero si tuviera que quedarme con unos, esos serían los Lys, un monumental complejo de salas situado en pleno corazón de la ciudad (Paseo de Ruzafa, 3) donde puede verse tanto cine comercial como de autor, un edificio tan gris por fuera como lleno de vida y color por dentro, capaz de congregar a todo tipo de público, desde el más esporádico al más cinéfilo.

Pero después del ascenso llegó la caída. En pleno auge del portal, me endeudé hasta las cejas en junio de 2008 para echar el resto e ir a por todas invirtiendo con el objetivo de convertir a LaButaca.net en un referente editorial en el mundo hispano online. Sin embargo, sólo tres meses después, en septiembre de ese mismo año, quebraba Lehman Brothers y comenzaba una de las peores crisis de la economía moderna. El resto, como suele decirse, ya es historia.

Playa de Pinedo

Playa de PInedo. Foto: Ángel Castillo.

El sol. El mar. La playa. La de Pinedo no es la más bonita, pero sí la más cercana a mi domicilio actual a las afueras de Valencia, la tercera casa en la que vivo tras conocer la ruina y tener que mudarme dos veces buscando un alquiler más económico que el anterior. Estos cuatro últimos años han sido muy duros, pero en muchos sentidos más felices. Parece una contradicción, pero perderlo casi todo y aprender a vivir con menos también es una oportunidad para redescubrirse, para disfrutar de las cosas que realmente valen la pena, para dejar de matarse a trabajar haciendo jornadas maratonianas y comenzar a cuidarse un poco más, a tomarse la vida con más relax, a sentarse a reflexionar, a hacer deporte, a leer, a escuchar música. En definitiva, a tener tiempo para uno mismo. Y el tiempo lo es todo. Salir a correr cada mañana por las playas de Valencia y sentarse a contemplar el mar es una de las mejores maneras que conozco de invertirlo. Esa tranquilidad, esa serenidad, esa paz. Para mí, la luz y la calidez de la Valencia marítima la convierten en la mejor ciudad para vivir.

Calle Xàtiva

Calle Xàtiva. Foto: Ángel Castillo.

Además de tomarse el tiempo necesario para ver las cosas con perspectiva, otra de las cosas buenas de estos años de ruina económica pero de descanso y relajación ha sido ver el renacer cultural de Valencia, ser testigo de una reciente explosión de iniciativas y actividades que han insuflado una nueva vida a los días y las noches de esta luminosa ciudad del Turia. Lo cual me ha dado la oportunidad de redescubrirla, de conocer a nuevas gentes y disfrutar especialmente de su fantástico circuito de música independiente en locales como El Volander, Ubik Café, La Fábrica de Hielo, Tulsa Café, Deluxe Pop Club, Cerati Café, Kaf Café, Jimmy Glass Jazz Bar y muchos más.

De este modo, cada vez ha sido más un placer llegar desde fuera, salir de la centenaria Estación del Norte y ver esa magnífica estampa que ha sido siempre mi puerta de entrada favorita a la ciudad, esa vía neurálgica que es la calle Xàtiva, con esos magníficos edificios y locales en cuyos interiores podría rodarse cualquier película de Woody Allen y con esa librería Soriano que nos recuerda que llegar a un sitio con grandes estanterías repletas de libros es siempre llegar a un sitio prometedor. En definitiva, es tener la sensación de estar en tu tierra, en tu casa, de ir a los lugares donde quieres ir y ver a la gente que quieres ver. Allí al lado están también la librería París Valencia, la Filmoteca, los cines Lys, el MuVIM, el Rivendel Restobar, el Espai Octubre Concerts y La Nau. En lugares así, uno se siente como en casa.

Videoclub Stromboli

Videoclub Stromboli. Foto: Ángel Castillo.

Después de una caída hay que volver a levantarse. Cada momento crítico en la vida de uno es una oportunidad para comenzar de nuevo y hacerlo con las pilas cargadas, con la cabeza llena de ideas y el corazón de energía, justo como al principio, pero ahora con más experiencia y sabiduría. Vender el coche y los muebles de tu casa primero y tu colección de artículos de cine después, no tiene por qué ser una tragedia cuando puede convertirse en la chispa que prenda el fuego de un nuevo proyecto que, bien analizado, tenga incluso muchas más posibilidades que el anterior.

Así pues, no importa volver a comenzar y pasar meses de aquí para allá haciendo mercadillos, no importa tampoco ponerse detrás de un mostrador a vender y alquilar películas en un pequeño y carismático videoclub como es el Stromboli (C/ Centelles, 17), uno de esos fantásticos lugares donde alguien como Quentin Tarantino estaría muy a gusto y que son todo un estandarte de la supervivencia y la resistencia cultural, uno de esos espacios donde se respira y se comparte el amor al séptimo arte. No importa, en definitiva, porque vale la pena, porque Valencia tiene madera para convertirse en una capital del cine. Manos a la obra. Rock & roll.