Soy Tomás Gorria. Diseñador/agitador editorial, articulista y editor eventual (Malayerba, Xarxa, eines, CuatroTipos, DissenyCV, …). Colecciono botes de pimentón, hitos kilométricos y ordenadores Apple Macintosh. Profeso una moderada pasión por las paradojas y la tipografía. Aficionado a la fotografía y a los juegos de palabras. Inventor de la tipeuà y el botijo con grifo.
Un disco: El primer disco de los Beatles que escuché (Sgt. Pepper Lonely Heart’s Club Band) y el disco de Veneno, el de la portada con la placa de hachís.
Una película: Ser o no ser, de Lubitsch. La inteligencia hecha cine. Y Plácido, de Verlanga, digo, de Berlanga. En general, y no se muy bien porqué me gusta el cine español de los 50, como Historias de la radio, por ejemplo.
Un libro: El jardín de los senderos que se bifurcan, de J.L. Borges. El título es inmejorable, los cuentos de Borges, también. Prontuario de la estupidez y de los prejuicios humanos, de H. L. Mencken. Es un periodista americano coetáneo a Mark Twain, y además da nombre a una fuente tipográfica. Pensamientos despeinados, de Stanislaw Jerzy Lec. Aforismos lúcidos y divertidos.
Una serie de tv: Embrujada, sin duda. Me fascinaba la madre de Samantha. Los camioneros, de Mario Camus. Y ya de mayor, claro, Los Soprano.
Una serie de dibujos de tv: El Coyote y el Correcaminos. Me encantaban los inventos de ACME. En general el humor ácido de las series de la Warner (Pato Lucas, Bugs Bunny…)
Una revista: Las únicas revistas que compro habitualmente son Mongolia y Esquire. La primera época de Ajoblanco. Cuando Verlanga salga en papel. Ah! Palomos Deportivos, por el nombre y por que fue la primera revista que maqueté en un Mac.
Un icono sexual: No voy a ser muy original: Scarlett Johansson y Christina Hendricks (Joan, de Mad Men)
Una comida: Ya que estamos en plan autobombo, una buena tipeuà. Unos boquerones fritos.
Un bar de Valencia: Bipolar (véase la respuesta siguiente). Y Calabuig (al final de la Avda del Puerto).
Una calle de Valencia: La terraza del Bipolar, en la Plaza Escolapios. Me gusta por la propia plaza y por su condición de frontera entre la Valencia más canalla (el barrio chino) y la más beatorra (la manzana del colegio de Escolapios, en la calle Carniceros). Y si coinciden con una comunión el espectáculo es ya memorable.